Sala de ensayo
Ulises atado al mástilDónde reside la poesía
Una aproximación al ars poética desde Ítaca, Manoa y otros

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Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado

La poesía, como ha dicho Rilke, es experiencia, eso supone un largo trecho entre el poeta y su oficio, un camino que se debe recorrer para llegar a un destino, a no ser que la poesía sea ya un destino, según Sabines. De acuerdo a esto, Ítaca y Manoa, lugares míticos, conocidos sólo por todos los soñadores que en el mundo han sido (Dr. Aguilar L.), se convierten en morada de la poesía, aunque todo lo que se sueñe esté tan lejos (Cultura Profética).

Reza el poema “Ítaca”, de Cavafy:

Ten siempre presente a Ítaca en tu mente
llegar a ella es tu meta final
pero no apresures tu viaje
(...)
Y si la encuentras pobre,
Ítaca no te habrá defraudado.
Seguramente que para entonces,
la sabiduría y la experiencia que has acumulado,
te habrán permitido comprender
lo que Ítaca realmente significa.

Y es que Ítaca no es más que un ars poética, el lugar inverosímil donde cada poeta llega algún día, es el espacio que lo lleva a comprenderse, a entender ciertas cuestiones que le atañen. Cabe preguntarse, en estos momentos, el significado de poesía y de un ars poética. A ello responde Antonio Colinas:

Y es que la consolidación del concepto de la poesía hoy nos parece que es algo que precisa de una maduración, que va unido profundamente al paso de los años, a la experiencia del ser. Acaso sea por ello por lo que a mí, cuando últimamente me preguntan qué es la poesía, me gusta decir simplemente un modo de ser, de estar en el mundo... así que fijo ya la idea de que la experiencia de escribir va profundamente unida a la experiencia del ser. En consecuencia, la poesía sería sobre todo un medio de conocimiento, un medio ideal para valorarse e interpretar la realidad. Nuevas notas para una poética (2004).

Entonces, resulta que la poesía es vida en sí, aunque sea un concepto totalmente abstracto y complejo, y cada autor, desde su experiencia y conocimiento de la realidad, la defina de manera distinta, si es que podemos dar con una definición de ella.

Por otra parte, Manoa, bien conocida como El Dorado, ciudad mítica llena de oro, ubicada en la Guayana venezolana, fue un lugar muy buscado por los conquistadores europeos en el siglo XVI, y que, por supuesto, jamás encontraron. Eugenio Montejo, en un poema con el mismo nombre, escribe:

No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire
(...)
Crucé el río de los tigres
y el hervor del silencio en los pantanos.
Nada vi parecido a Manoa
ni a su leyenda.
Anduve absorto detrás del arco iris
que se curva hacia el sur y no se alcanza.
Manoa no estaba allí, estaba a leguas de esos mundos
—siempre más lejos.

Trópico absoluto, Montejo (1982).

Parece un lugar inalcanzable, como lo expresa la voz poética en Manoa, pero al final se puede arribar sólo y únicamente si se ha amado, pues Manoa no es un lugar / sino un sentimiento / ... / quien sueña puede divisarla, va en camino, / pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.

¿Y es que acaso un ars poética no es un sentimiento expresado por una voz acerca de su oficio, de su arte? Claro que lo es, para lograr un ars poética hay que llegar a ese lugar donde radica la poesía, ese es su hogar. Debemos recorrer y buscar el camino, ya sea a Ítaca o a Manoa, pues el sentimiento del que habla Montejo no es más que la búsqueda espiritual del ser para estar en paz consigo, para encontrar respuestas que no posee. Entonces, desde el recorrido que se emprende a esos lugares, la lucha espiritual del hombre es una eterna creencia llena de aprendizajes, recuerde: el hombre ve sólo lo que necesita ver, siente lo que necesita sentir, no más, sólo eso. De aquí, un poco de metafísica nos ayuda a entender desde dónde miramos a esos lugares, desde dónde comenzar a buscar, si es que se debe buscar, pues la experiencia debería darnos las respuestas a nuestras interrogantes.

En una canción de Cultura Profética, llamada “Rompiendo el letargo”, escuchamos:

Quiero alejarme de la batología
yo quiero arriesgarme, cantarle a la vida.
mi canción no intenta distinguirme,
sólo quiero entenderme.

En este punto, el poeta se arriesga a recorrer diversos mundos, a ser distinto de los demás, se aleja de lo común, de la monotonía, de la batología. Está muy claro en que las letras son una manera de entenderse, de alcanzar ese mundo que nos rodea y nos ayuda a encontrar respuestas.

El camino arduo hacia el destino poético se encuentra lleno de modos y costumbres del hombre, que conllevan una reflexión a partir de recuerdos cotidianos. Así, en el poema “Ars poética”, de Harry Almela, leemos:

Duda en estos momentos la memoria,
se hace añicos la palabra que la intenta,
y escondida de todo lo asequible,
más allá del silencio, sólo un aroma
regresa, pulcro y legítimo,
a regalarme su temblor.

Ahora que el día retoma sus miserias,
su múltiple locura, se diluye este recuerdo
de rancio almíbar, esta confusión
que acompaña mis tristes pactos cotidianos.

En este poema es evidente cómo la voz poética nos enseña que la poesía va más allá de las palabras y el silencio; diría Octavio Paz: Oír los pensamientos, ver lo que decimos / tocar / el cuerpo de la idea (“Decir, hacer”). Almela demuestra que sólo y únicamente un aroma, distante de lo escrito, es capaz de revivir recuerdos, congelar instantes hasta llegar a su ideal, a su destino, quizás Manoa, quizás Ítaca.

Por otro lado, el hombre juega un papel importante y determinante en el ars poética, pues es en él donde se siembran todos los conocimientos y se reúnen experiencias, se convierte, de esta manera, en Ulises, quien desea regresar a su patria. En el poema de Montejo, “Ítaca”, en homenaje a Cavafy, leemos:

Por esta calle se va a Ítaca
y en su rumor de voces, pasos, nombres,
cualquier hombre es Ulises
...
El pájaro que escucha está cantando en griego;
no lo traduzcas no va a ahorrarte camino
...
Por estas calles, en cualquier auto,
Hacia el norte o el sur se viaja a Ítaca
...
Aun sin moverte, como estos árboles, hoy o mañana llegarás a Ítaca.
Está escrito en la palma de tu mano
como esa raya que se ahonda
día tras día.

Entonces, cualquier hombre es Ulises, todo soñador es Ulises, cualquier hombre soñador no sólo es Ulises, se convierte en poeta, el poeta es un soñador. A Ítaca se va de cualquier forma, ella igual llegará a él, sólo que esas calles, que apuntan hacia cualquier dirección, es el mundo de letras en el cual camina el poeta. Nos recuerda la voz poética que no se puede ahorrar camino, es largo; sin embargo, tarde o temprano se arribará a esa tierra que es destino, que se ahonda en la palma de la mano, pues es la mano quien lleva la sentencia del poeta, su último fin: Ítaca, Manoa u otros.

Digo otros, porque podemos llamar ese lugar último de muchas maneras, incluyendo Lisboa: ...palpaste el suelo antes de verla, / su viejo río era esa raya honda / que cruza la palma de tu mano. / Y tal vez si te apresuras la divises, / puede encontrarse tras el muro de ti mismo / donde se expande el horizonte. / ... / Lisboa se oculta, retorna, va contigo / ... (“Lisboa”, de Adiós al siglo XX, Montejo, 1992).

Sin darse cuenta, el poeta se convierte en Ítaca, Manoa, o como deseemos llamarlo, somos nuestro último fin. La poesía radica en cada ser, somos nuestro propio destino. El recorrido del cual se ha hablado es sólo la conciliación de la mente con el alma, con el espíritu, lo racional con lo irracional, he ahí una gran disyuntiva. Estamos disfrazados de Ulises, pero a la vez somos Ítaca.

Ya Manoa, Ítaca, Lisboa o como deseemos llamarlo evoluciona hasta convertirse en una mujer, un cuerpo, puede ser “La casa”, poema de Montejo que se transfigura en un ars poética: Al fondo de su cuerpo la casa nos espera / y la mesa servida con las palabras limpias / para vivir, tal vez para morir / ya no sabemos, / porque al entrar nunca se sale (Terredad, 1978). El cuerpo de la mujer es esa casa, es el templo donde reside la poesía, y es que la mujer, en sí, es poesía. No hay mucho que decir al respecto, aparte de que esa casa, al abrir las puertas y dejarnos entrar, se cierra, no hay paso atrás, no hay salida de este mundo poético. La imagen de la casa es, pues, el ente espiritual de nuestras voces (Astrid Salazar, 2006).

Otro ejemplo lo encontramos en la canción de Cultura Profética “Donde no alcanza mi verso”, aquí podemos utilizar el cuerpo de mujer como ars poética, pues la poesía vendría ser el cuerpo deseado, va a ser ese lugar del que tanto se ha hablado: Manoa, Ítaca, Lisboa, la casa, la mujer, el cuerpo, son esos espacios que sirven para que el poeta obtenga sus respuestas, una indagación para la cual se recorre un camino:

Quisiera habitar en tus piernas
Creciendo como la hiedra en ti
O navegar mil leguas quisiera
Fijado en el timón de tus caderas
Caminar la llanura
Que allá en tus ojos encuentro
Bañarme de tu cuerpo quisiera
Andar las costas de tu cuerpo entero

Llegar donde no alcanza mi verso
Cantar y recitar no es suficiente

De tu piel tu mirada
Mil canciones de noche engendro
Pero antes de cantarlas quisiera
Andar las costas de tu cuerpo entero

Una voz poética que muestra que las palabras a veces no son suficientes, vale más sentir en estos momentos, porque la poesía es eso, se remite al sentimiento, como diría Huidobro: ¿Por qué cantáis la rosa oh poetas?, hacerla florecer en el poema. O bien lo expone Rafael Cadenas en sus Anotaciones: “No hago diferencia entre vida, realidad, misterio, religión, ser, alma, poesía. Son palabras para designar lo indesignable. Lo poético es la vivencia de todo eso, el sentir lo que esas palabras tratan de decir”.

Volvemos de nuevo a la idea de que la poesía no es más que un modo de ser, va unida a la experiencia del hombre en su mundo, quien recorrerá largos caminos para conseguir o realizar su sueño más profundo o su pesadilla más recurrente. Entretejerá nuevos mundos, ya sea hacia Ítaca, Manoa u otros, el poeta siempre llegará, o más bien estos lugares llegarán a él, de cualquier forma, en cualquier instancia, la cruz espacio-tiempo siempre será traspasada por el soñador, no tendrá límites; la imaginación, los sentimientos, las ideas, vivencias, se unirán hasta dar con un acercamiento a lo que es el ars poética, pues ya resulta difícil definir la poesía, por ello es más fácil sentir, ver, oler, degustar y escuchar. Y a final de cuentas, de qué sirve y para qué nos obligamos a definir lo que es poesía, si la vida en sí lo es, las vivencias, los seres, los sentimientos, la naturaleza, el mundo. Todo, todo en lo absoluto es poesía, desde que nos levantamos y abrimos los ojos, cada respiración nuestra, cada mirada, cada pensamiento, cada paso que damos en este laberinto se transforma en poesía.

Para finalizar, cierro con lo que Octavio Paz afirmaba: “Poesía es una reflexión de la vida real”. Poesía de la vida, para la vida y con la vida.

Por ello, si siente que ha llegado al punto en el cual ha empezado a entender ciertas cosas referentes a la poética, si está sintiéndose Ulises, es hora de decirle “bienvenido a Manoa, Ítaca, Lisboa... cualquiera que sea el nombre de su destino”.