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Pienso

Dulzura escondida
prisionera del juego
sirena de los charcos
vagabunda
en tus ojos se refresca la tarde
como el silencio
en el agua de las vasijas
princesa del árbol y la nube
sobre un trono de ladrillos rotos
te viste el día
luz entre la hierba plantada
tallo del que brotan
los reflejos en racimos
perfume de prado recién llovido
te llamas como dejaron escrito
las hojas
que asistieron tu bautismo
en ti se ampara la claridad
alma que cuelga en hilos de beso
soledad sonriente
prometida de la sombra
que viaja en una flor
visitadora de secretos
misterio que alumbra
la luna llega de lejos
y te encanta
te recuestas sobre tu nombre
como sobre un espejo
donde todo es principio
y es fin
pedregal del sueño
suben por tu cuerpo
las estrellas
pareces el monte
cuando se va con el arroyo
nómada de la quietud
en tu orilla la noche
caza sus imágenes
un árbol viene por ti
cuando amanece
tu mirada es el hilo
con el que la luz
enhebra su paisaje
entre el ramal de nubes
el sol espía,
te bañas en chorros
de la mañana
ríes y el aire es un mar
por donde llega
todo el cielo en pájaros.
Pienso niña:
Si una estatua en otro juego fueras
de tus ojos saldrían chispas
para salvar de los malos
a la tierra.

 

Te pareces

En qué olvido tan pequeño te resguardas.
Amenazas con hundirte.
¿Cómo?
Te pareces al amor
cuando se arroja a la lumbre
de unos ojos
para morirse todo
y despierta de pura luz.
Pero muérete si quieres.
Que el silencio
lleno de póstuma dulzura
se arrodille junto al sueño
que le miente.
Sé el fantasma
de los patios apagados,
un viento en medio de lo triste,
que si ver, pueda ya verte,
donde la luna desentierra penitente
las cosas de los vivos.

Rumor que en la penumbra
se demora,
rama rota por el pie
de lo inventado.
Es barro la palabra todavía,
mas se apresura
a edificar tu imagen.

Eres como el río que desnudo
pretenden los reflejos,
como el árbol al mediodía,
asomándose por el brillo
astillado de las hojas,
pájaro en el cielo absoluto
del instante.
De ti me viene la lluvia,
ese olor con aspecto de infinito,
me viene la sombra que asiste
a su verdad de nube ya pasada.
¿Si voy por la materia
de todo lo invisible,
por qué nunca me has visto?

La noche se entretiene
en tu evidencia
como los niños con el vuelo
espiritual de un ángel.
Te sitia ese paisaje
acordonado por la flor
que nunca tocará una mano.

Intento la memoria
que con sed
moja los labios.
Sed de la verdad de una presencia,
espejismo,
agua que convence,
destilada en lejanía.

Es polvo lo que ha sido,
polvo tibio de la hora que lo envuelve,
sombra vaga que no alcanza
para la luz
que lo solo necesita.

Te ampara lo que invoco,
partes de la voluntad
de las palabras
que temblando se desvisten
más allá de todo,
en su silencio de monte
o lejanura de estrella.

No hay más
que un espejo roto por el peso
de la noche,
claridad apuntalada
en la certeza que a ratos
lo desdice.
Breve es el espacio
donde el tiempo se congrega
tan natural en su vacío.

Sólo la luna despierta
devociones por un beso,
embellece al insomne
con el terror de lo perdido.
Resplandor que la quietud agrava,
viento serenado de grillos
por el que huye espectral un gato
ambicioso de blancura.

Ojalá fuera lo mismo ser que luz,
agua y pozo,
nada y vastedad,
ojalá que el aire amaneciera
fruto en el rincón de un árbol.
Pero muérete si quieres,
a todas horas,
entre los días para siempre.
Arde en paz.

 

Nocturno

La noche florece
en el asombro de los astros
que la espían.
Por la calle un perro ladra
a la voz indiferente
del minuto.
El tiempo vuelve,
se derrama.
El pasado existe
en el hoy eterno.

Arrastra un árbol
el oleaje de las claridades.
Cierro los ojos
y es incendio desbocado,
cielo de hojas ardiendo
en la lumbre de los pájaros.
De un silencio a otro
las palabras hablan sus imágenes,
el sueño se congrega
para contarse a si mismo.

Hay un patio.
Quietud errante
las piedras beben apiladas
en los arroyos de yerba.
Los muros se encienden,
parpadean,
cegados por el relámpago
de las enredaderas.
Lejano sol que se deshace
dentro del día
mientras el día hila las horas
en el agua de una pila.

El pensamiento construye
verdades y deseos.
No hay nadie.
Los muertos están muertos.
El instante es la lámpara
que los rebela
atravesando los espacios
todavía frescos de su misterio.

Me despierto.
La inmensidad se ahonda
en la ventana
como un Dios
hecho de miradas inexplicables.

La ciudad se alza
desde sus laberintos,
un gallo canta a deshoras,
una puerta se abre y otra se cierra.
Correr de pasos anónimos,
sílabas que se alejan solitarias
como la oscuridad que apenas toca
tu cuerpo manso de reflejos.
Tierra dormida
sobre el alma que respira
goces y miedos infinitos.

En qué pozo te abismas,
qué aventura te arrastra
como la tarde en rápidos de luz.
La luna se asoma
desde un acantilado de estrellas.
Eres la playa que se extiende
allá debajo.
Columna de transparencia,
el espejo que a la nada sostiene,
en repentinas marejadas te refleja.

La mirada va, vuelve,
se regresa.
El mundo conoce sus historias,
se contempla
como la flor en su tallo dichoso,
como la nube que se abre en lo alto
y se deja salir
en formas vivas.

Pasajeros de las horas,
junto a la sombra que te escribe
yo te leo y te repito.
Diminuto torbellino
zumba el aire en un insecto.
El cuarto se aparece.
Ya clarea.

 

Esa noche toda

Esa noche toda
en el canto de un insecto,
el árbol durmiente
en su bosque de estrellas
junto a las sombras que contemplan
el tiempo sucesivo
y en el instante se recogen,
la tierra haciéndose sin tu voluntad,
en las horas de su reino,
iluminada por la luna
como por una verdad que te guarda
sin salvarte del deseo.
Luego un rumor de algo,
palabra que al decirse
a sí misma se revela,
imagen de voz pura,
silencio que promete.
Qué fácil es entonces
el alma por un beso,
así de hondo
y se arroja convencida
en las llamas del minuto,
qué lejos es allá
donde nada trae el día
y amanece lo por fin encontrado.

Pasos que pasan
sobre las piedras que se oyen,
no hay tiempo para el tiempo
que corre bajo cielos anónimos
hacia la profecía de un paisaje.

Muerta la hora se levantará el olvido
y hablarán las sombras,
dominará el silencio
y en todas partes
soplará el polvo en el polvo,
nacerán las cosas,
lo que no ha sido volverá a ser,
hasta que el pájaro cante,
hasta que resuene
por tercera vez el árbol
y la distancia en una luz
según la luz se parta
y abras los ojos
y estés de nuevo entre los tuyos
frente al espejo que vuelve
a su obediencia
en nombre de la realidad.

De estrella en estrella
se va volando la noche,
tienes la luna contada,
vas sin detenerte,
viajero de ti mismo,
buscador de fantasmas,
aparecidos de la esperanza
donde los restos del día.

El sueño es la fe de los solos,
de los aventurados,
la memoria el agua
para su sed,
agua propia,
desbordada en transparencias.

Qué disfraz el de la inmovilidad,
cubre las huellas de la huida,
qué oscuro gozo
la sombra de la dicha,
ese amor que alumbra a ratos
el recuerdo que lento se vacía.