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Tercer Festival Latinoamericano de Poesía “¡Ser al fin una palabra!”

Tercer Festival Latinoamericano de Poesía “¡Ser al fin una palabra!”

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En la ciudad de México se desarrolló el Tercer Festival Latinoamericano de Poesía “¡Ser al fin una palabra!”, del 19 al 23 de marzo de 2007, organizado por Tintanueva Ediciones, que puede calificarse como un éxito. Un éxito debido no sólo a la ingente y fervorosa participación de un público numeroso, concentrado y respetuoso, sino también por la calidad y la entrega de los poetas participantes. Un éxito por la grandiosidad de los lugares elegidos para las lecturas (el hermosísimo palacio de las Bellas Artes, el imponente templo del ex Corpus Cristi, la prestigiosa Unam), por la repercusión en los medios audiovisuales (canal 22, revistas de Internet y diarios de circulación nacional) y por la sencilla certificación concreta de la continuidad, en el tiempo, de un espacio poético latinoamericano en constante ebullición.

Paradójicamente, el Tercer Festival Latinoamericano de Poesía “¡­Ser al fin una palabra!” es más importante porque termina... y continúa, porque en breve se constituirá en una cita obligada de los poetas de Latinoamérica. Un lugar de debate, de producción y de enseñanza pero, sobretodo, un lugar que brinde albergue a un proyecto superador de integración de las diferentes poéticas de cada país de Latinoamérica.

Todos estos hechos certificables —que pueden ser literarios, sociológicos, psicológicos, antropológicos o políticos— deben mensurarse estrictamente como se hace con los hechos físicos, químicos y biológicos que gobiernan todas las cosas; aun la sencilla geografía de la poesía viva. ¿Se debe decidir ante tal promesa poética entre el esprit de géometrie y el esprit de finesse por el que tanto machacaba Pascal?

La fuerza demoledora de la poesía reside en poder arrancarle al mundo belleza y “eso” que es mucho más que un obstáculo epistemológico no les impide, a los organizadores de este festival, Federico Corral Vallejo y Angélica Santa Olaya, pensar ya en un cuarto encuentro latinoamericano. ¡Enhorabuena! No temo decirlo, claro, ni tampoco vacilo: un éxito que anunciado de esta forma, a voz en cuello, puede llevarnos a la perplejidad.

Pero ¿que es esta tal perplejidad? Para Wittgenstein, las cuestiones filosóficas comienzan con la perplejidad. Todas las cuestiones filosóficas son atormentadoras; son molestias o aflicciones intelectuales comparables a algún tipo de enfermedad mental. La poesía es, o al menos así lo quiero creer yo, una lucha ontológica contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje.

Se debe pedir que las palabras se retraigan de su sentido uso metafísico a su lato uso cotidiano. ¿Se debe solicitar tal cosa? ¿Es esto posible sin un método filosófico fiable que, luego, no nos sujete irremediablemente a un Eros enfebrecido de la misma desolación que padece su compadre alado Thanatos?

La poesía, en sentido metafísico, no ha muerto a pesar de los deseos del insatisfecho de Kant. Hoy, entre deriva y naufragio, asombro e inmutabilidad, sólo nos salva la belleza. Sabemos que Eros no es exactamente una deidad adorable, sino un demón, una extraña criatura que no es un inalterable dios de chifón ni un simple mortal. Por eso merodea, encendido, entre los pobrecitos hombres que declaman sus versos. Hijo de Penia, la carencia, y Poros, el recurso, desea el ascenso hasta la Belleza y nunca se extingue su afán. Desde la creadora materia hasta la esfera celeste en donde residen las esencias más sutiles y eternas como la poesía, es en estos encuentros poéticos donde los hombres comparten el tuétano de sus culturas: sus versos mejores.

En estos intentos jamás desistamos: ¡Elijamos siempre la acción y la poesía!