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Oscar CastroEn Rancagua de Chile
La poesía y la música celebran el natalicio de Oscar Castro

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Queda harto rato para reencontrarse con uno de los grandes de las letras chilenas.

El pasado domingo 25 de marzo, a noventa y siete años de su natalicio, la Fundación Oscar Castro y la Sociedad de Escritores de Chile, filial Rancagua, se unieron para conmemorar, en la sede de la fundación, al escritor rancagüino Oscar Castro Zúñiga, en un emotivo acto, donde la poesía y la música se hicieron notar.

En la ocasión estuvo presente Isolda Pradel, viuda del vate; Ximena Nogueira, Directora Regional del Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes; Carlos Aránguiz y Héctor González, ambos, escritores y miembros de la Academia Chilena de la Lengua, Miguel Arcaya, Director Ejecutivo de la Fundación Oscar Castro, entre otras autoridades de la región.

Notable fue la participación del escritor y periodista Héctor González Valenzuela, quien se refirió a la vida y obra del poeta. Recordó sus encuentros con él, y reflexionó en torno al valor permanente de su producción literaria “Los poetas no nacen, los poetas no mueren. Los poetas están siempre vivos. Antes de nacer, y después de morir”, recalcó.

Mucha razón tenía González y quedó de manifiesto, a continuación, cuando la banda rock “La Calle” interpretó maravillosamente parte de su repertorio que incluía la interpretación musical de poemas de Oscar Castro. Los presentes disfrutaron también de una selección de sus poemas, en la voz de las poetas Cristina Larco y Ximena Troncoso, en representación de Santiago, e Irem Toal, de Rancagua. Prosiguió la participación del dúo de música electrónica integrado por Memo Morán y Lucía Soto. Toda una fiesta de sorpresas al mediodía del domingo, que bien valió la pena.

Sin lugar a dudas tenemos a un Oscar Castro para rato; su corta vida no impidió que su poesía existiera, tocando los más diversos rincones del paisaje rural y no por ello ajena a los acontecimientos del mundo, dedicándole aquellos versos sublimes a García Lorca, como también a Alfonsina Storni y a nuestra Mistral. Pareciera que hoy se aproxima, con sus campanas, a la música para llegar, con su lenguaje, a veces, travieso y juguetón, a los episodios del sentido humano, buscando los oídos de nuevos lectores, de las nuevas generaciones.

Grandes esfuerzos ha hecho la Fundación Oscar Castro en mantener viva la obra del poeta. Su poesía, con prólogo de Augusto D’Halmar, fue publicada en Obra reunida, con el patrocinio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, el año 2004, a instancias de la Corporación de Desarrollo Pro O’Higgins, proyecto que hoy postula su reedición de la mano de la fundación, con la firme convicción de que es necesario mantener vivo su recuerdo y el reconocimiento al importante legado que significa su obra a la cultura nacional.

“Yo me pondré a vivir en cada rosa / en cada lirio que tus ojos miren / y en cada trino cantaré tu nombre / para que no me olvides”. Fragmento del poema “Oración para que no me olvides”, de Oscar Castro. ¿Podrá alguien permanecer indiferente a estos versos? No lo creo, así sucede con la poesía de este poeta chileno desde la ciudad histórica de Rancagua; cuando toca a la puerta entra para quedarse.

El destacado escritor y crítico literario Augusto D’Halmar, en el prólogo Mágicos y prodigios, nos dice, evocando el momento en que se encontró, por primera vez, con la obra de Castro: “Y en esa semiatmósfera intelectual, estallaron, restallaron de súbito, las estrofas de un responso a Federico García Lorca”.

“No murió como un gitano,
no murió de puñaladas”...
“En ese instante indeciso
de las hembras despeinadas,
en ese instante en que el grillo
cava la mina del alba”...

Y agrega: “Quien más, quien menos, todos comprendimos que nos había sido dado asistir a una anunciación y, como se sale de un concierto tarareando tal o cual motivo, mascullábamos, al salir, algunos versos de ese poema que acababa de impresionarnos y de impresionarse en nuestra memoria”:

“Este año no darán frutos
los naranjos de Granada,
este año no habrá claveles
en las rejas sevillanas.
El río Guadalquivir
Llevará sangre en sus aguas”.

“¡Cómo llorará su espíritu
en las guitarras de España!”.

Y que duda cabe, cuando sus versos nos conectan, en la profundidad de la metáfora, con la honda sensibilidad de este gran escritor chileno. Bien vale reencontrarse con su lectura nuevamente. La invitación a disfrutarla está hecha.

Oscar Castro Zúñiga nació el 25 de marzo de 1910 y murió muy joven, en 1947, a los 37 años, pero dejando una vasta obra literaria estampada en versos, cuentos y novelas. Su literatura se perfila como una de las más sólidas de la Generación del 30. Se desempeñó como profesor de castellano y periodista. Reconocido como un animoso gestor de actividades literarias, promovió, en su ciudad natal, encuentros y recitales poéticos. En 1934 fundó el Grupo Literario “Los Inútiles” que mantiene existencia hasta hoy. Este año 2007, el día 1º de noviembre, se cumplen 60 años de su fallecimiento.

Sus obras: Camino en el alba (poemas, 1938), Viaje del alba a la noche (poemas, 1940), Huellas de la Tierra (cuentos, 1940), Las alas del Fénix, romances (1943), La sombra de las cumbres (cuentos, 1944), Reconquista del hombre (poemas, 1944); Comarca del Jazmín (novela, 1945), Glosario gongorino (sonetos, 1948), Rocío en El Trébol (poemas póstumos, 1950), Llampo de sangre (novela póstuma, 1950), La vida simplemente (novela póstuma, 1951), Lina y su sombra (novela póstuma, 1958).

Algunos poemas para la iniciación:

Despedida

(del poemario Rocío en El Trébol)

Y me miré las manos. Estas manos
que no siegan el trigo maduro en febrero.
Y comprendí que todo era imposible.
Que soy un forastero.

Tus campos me rechazan. Me maldice
la lumbre juvenil de tus esteros.
Tus hermanos me miran rencorosos
porque soy forastero.

Ellos quieren hogar para que vivas
y tierras que aseguren su sustento.
¡Y yo planté mis huertos en la luna,
y yo sembré mis trigos en el cielo!

Hora de luz lo que viví a tu lado.
Hora de plenitud bajo tu alero.
Mediero de tus penas fui en las tardes.
De tu campo de estrellas fui aparcero.
Y hoy me miro las manos. Y en el hombro
sólo llevo el avío de mis versos.
Mi cabello me aguarda en el camino
que se va por la tierra atando pueblos.

Hoy, los arados que tu campo cruzan
trazan surcos y surcos en mi pecho:
cuando llegue la tarde pensativa,
será mi sangre la que manche el cielo.

Yo te digo, al marcharme, que no tengo
ni la tierra que cubro con mi cuerpo.
Pero esta noche me hallaré en las manos
el aroma de tierra de tus pechos.


Advertencia

(del poemario Reconquista del hombre)

Parado entre dos eternidades,
Donde el relámpago me pule,
Levanto por un instante mi asombrada cabeza.
He conocido el sabor de tantas muertes
En sucesiva gradación dispuestas,
Que me canso la mano de peinar los días
Y en ansiedad permanezco, extranjero
Entre hermanos,
Gustando ese sabor de destilado cielo
Que sobre mi lengua permanece, que pretendo decir
Y que se marcha de mi sangre antes de llegar al canto.

Vais a decirme que me conocéis,
Vais a fijarme límites como a un opaco territorio,
Sabéis de mi luna que carga mi hombro,
Adivináis el pájaro que estrangulo al cantar,
Todo eso os está permitido.
Sin embargo,
Cuando yo hago cuchillas con mi sangre,
Cuando degüello amapolas y palomas,
Cuando detiene un río mi tajamar de viento,
Cuando llamo a las piedras hacia adentro
Con mis falanges rotas por las aristas de su catedrales,
Cuando le digo al árbol que me siga en el tiempo,
cuando le pido al fuego su terrible elemento,
cuando grito ante un mar poblado de cadáveres
que apenas sobrenadan, pesados de misterio,
cuando escribo en los ojos de una mujer
botada entre las dunas,
cuando me desespero como un perro sediento,
cuando soy talismán y cabello de brujo,
cuando soy alarido de doncella comida por un oso,
cuando el tam-tam me sigue por la selva,
apenas alumbrado por líquidos ojos de fieras,
cuando soy el espejo roto del nigromante,
cuando un diamante hace explosión en mí
pulverizándome,
cuando me ahogo barrido y acosado por mi voz,
cuando quiero morir,
morir,
gemir desecho en polvo,
cuando las furias adversarias cobran poder terrible,
cuando el presagio tiene piel de habitación oscura,
cuando el luto recubre con su ola vertical las paredes,
cuando aúllo
hacia las funciones del infierno,
parado,
sostenido por un grito de hielo
que el huracán remece y deja,
entonces no sabéis.
Dejadme solitario con mis muertes.
Idos.
Un día
La misma puerta nos verá pasar.
Llorad conmigo ahora si podéis.
Eso puede salvarnos.