Letras
Juventud poética

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I

¡Oh gozo, límpido espejo inhumado;
llevo tu amargo lauro de gloria
y el náufrago silencio de mi historia
en mi abierto pecho olvidado!

 

II

Antes ya, sí, mucho menos golpeado,
A ti entregaba mis liras y musas
e iba el sentido extasiado de ilusas,
visiones engendradas por el cayado.

 

III

Cual taciturna ave en agonía
palpita el corazón con los umbrales,
recogidos al aire en gritos fatales
enroscaron la sangre y la vida impía.

 

IV

Y sólo la armonía embelesada
del fecundo esfuerzo noble y cuitado
se irguió suntuoso y olvidado
en su faz, destino de tez golpeada.

 

V

Acompañóme la poesía en mi andar,
alternando evocaciones ilusorias
marcadas con imágenes suasorias
de lo que fue una vez, mi cavilar.

 

VI

Pasajero fui de la vida incauta
por mi caminar bien corto e iluso,
fugitivo fui, y en un minuto intruso
de mi primitiva existencia nauta.

 

VII

Pero he de sentirme a gusto aquí
pues siento en mi alma el cielo azul
un campo bien harto con flores de tul
aspirando su aroma extasiado en mí.

 

VIII

Un penador colmado de una voz
cautiva en su exhausta esencia,
plañida, con una silente cadencia
con chispa de la intensidad precoz.

 

IX

La fortaleza idealiza de ensueño
y se atraviesa de ausencia cálida,
salpicada de inocencia escuálida
despertando un tiempo risueño.

 

X

No hay muerte sino vida nueva
que abraza el más puro sentimiento,
si no es de humanos errar al viento,
sin comer tan sólo la fruta de Eva.

 

XI

En su profunda cavidad ausente
voy cantando con el alma cortada,
y voceo la tenue brisa soplada
en mi mente de espacio silente.

 

XII

Yo he visto el amanecer bebido
en su cáliz por el ángelus mortuorio,
que azota a la noche, grito ambulatorio
rasgando en su cara el velo curtido.

 

XIII

Se empañan unas ondas de tristeza
deshojando en cada rama una lágrima,
cortado de esperanza en el ánima
de un bardo, invernácula simpleza.

 

XIV

Por el amor, yo encuentro en la celda
El justo alivio saciado de cosas,
que tiñen horas divinas y hermosas,
cargadas de aromas en la oscura celda.

 

XV

La intacta efigie llora sinuosa
en la errante y denueda huella,
y ese afán de sentirme con ella
renueva y halla ventura famosa.

 

XVI

Si fuera el preludio futura vivencia
de algo que ocurre en la niñez pasada,
pasarían visiones por la cascada
del recuerdo lejano de mi inocencia.

 

XVII

Ya que evoco la simiente de oro
que roza las liras de una cadencia,
se rompen al aire como una esencia
exótica de armonía, garbo y decoro.

 

XVIII

En aquella oquedad impía del lecho
en que yo reposo, sólo recuerdo
su risa glamorosa y el cuerdo
silencio que palpita en mí, pecho.

 

XIX

El oleaje escondido es arado
por la súplica vuelta congoja,
y la fijada expectativa moja
de ansiedad el gajo inmolado.

 

XX

Soledad, si es algo tan irreal
en el interior fuente de uno,
si destruye a alguien en el infortunio
ciclón de alguna vida especial.

 

XXI

En tanto, que el alba diera el recuerdo
vibrante y vago de las noches solas,
el eco inquieto atraería olas
ansiosas en que sólo, me remuerdo.

 

XXII

En medio de lo increíble, clara
es la esperanza halagüeña dada,
y aquella hazaña de luz labrada
revive el escarnio, una karma rara.

 

XXIII

Emerge la lánguida secuela rota
del hórrido incienso aterido
que flota entre las ondas del descuido
que reboza cautivo en una nota.

 

XXIV

Vaya, qué inmóvil se siente la vida
en estancias de reposo por olvido,
cual fulgor luminoso y envilecido
en intenso éxtasis se dilapida.

 

XXV

Asomando unos ojos que aspiran
sólo el oleaje de aromas anhelados,
en la cumbre, esos mismos mencionados,
templaron mi razón a la cual inspiran.

 

XXVI

Entonces me rodeaba un filtro imbuido
con la desesperación, y del amparo
fortuito investido, recibí el lloro remoto,
con los rubores oprimidos.

 

XXVII

Alcázar reluciente, incrustados lienzos
raídos de gloria, estremecieron
ellos, los vahos que entumecieron,
el raudo paso de mis inciensos.

 

XXVIII

En aquel reguero salino se juntan
dos astros fugitivos maniatados;
e infaustos destinos sopesados,
instan a mi balanza, a la que hurtan.

 

XXIX

Serpenteando el aire, galana natura,
en giros se rompe en rutilante onda,
anuncia la áspera cristalina fronda
del valle invernáculo de dulzura.

 

XXX

Se sublima el alma, se quiebra el frío,
amanece la hora con silencio antiguo,
se mezcla la mente y se mezcla ambiguo
destino largo, y se piruetea el lío.

 

XXXI

La leve hoja comba se transfigura
en el mastín inmemorial del sueño,
y en la cúpula en tinieblas es sedeño
aquel errante suspiro que fulgura.

 

XXXII

Rasgado, aspiro artificios vanos,
la aristócrata denueda huella, miro,
mil gargantas serían el mejor tiro
en oídos velados, gratos, lejanos.

 

XXXIII

Un arrullo gentil, desbordado lloro,
playa de vida, socavón de alegría,
experiencia innata, flor de simpatía,
arraigo en raudo soplido sonoro.

 

XXXIV

Cordura inacabable, mártir hincado,
fúndete, eficacia, en la caída hábil,
junta agitada, sustenta el frágil
gesto proceloso que duerme atado.

 

XXXV

Grito ampuloso, conciso vulgar,
región sorda de la pesadumbre rota,
congoja mística, dolencia corta,
sed infinita, vigosa y seglar.

 

XXXVI

Boca eterna, taciturna quimera,
azarosa alma, colosal figura,
dueña del aire y toda escultura
erguida en bases de quieta frontera.

 

XXXVII

Antorcha del delirio vasto y fecundo,
Santuario, en desvarío turbio,
Porvenir de enigma y, sólo enturbio,
Aquellas cosas proceras de un mundo.

 

XXXVIII

Peregrina terneza, inerte brisa,
Difícil gesto, un ademán prendido,
Duro oficio, el arte escondido
En la pluma esposa de la premisa.

 

XXXIX

Prado inclemente, ribera secreta,
Pertinaz deseo derramado en cosas,
Veleta ansiosa, y leyendas hermosas
Que danzan ellos, en la mente del poeta.

 

XL

Por fin descanso del heroico grito,
Hostil verdugo, el que tosco asecha,
Mas ese capricho será la cosecha
De frutos lustrosos de un real mito.