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La guadaña entre las flores
Extractos

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El puente de los mártires

1

Con el corazón tañido por relámpagos,
el cosmos en el pecho, el trueno en la garganta
y la primavera en tus ojos de cuatreño,
morirás.

Aun cuando el cuervo blanco sobrevuele tu sima
con el crucifijo de sus alas, aun cuando
del estigma de la corona surjan palomas,
las flores sacien el hambre de tu fosa y al odio
lo hechice el invicto resplandor del amor,
morirás.

Y tu muerte no será la del gorrión dormido
cuyos párpados se cierran en la hierba.
Pues hacia ti sube desde un cuadro de Goya
un español.

 

2

La fatal semilla brota en tu estrella. Tu memoria
en la llama del justo se exorciza. Florecerá
la luz de tu recuerdo en el ayer: tus astas
frondosas de cielo; tus pezuñas,
raíces en la hierba. Y en el toro del futuro
renacerás.

Cuando el árbol bendiga la hoja al viento, cuando
en el humano amanezca el nuevo humano
y la cizalla busque otro cubil,
volverás.

Volverás de la muerte hacia la vida,
volverás de la sangre hacia las flores
por el puente de muertos de los mártires
que entregamos nuestro hoy por tu mañana.

 

Los versos del picador

1

Sobre el viejo caballo,
que no es un caballo, que es el mar,
que es un árbol, que es
el viento. Y en la puerta de tierra de la hierba
volverá a llamar en primavera.
Con tu garrocha,
que no es una garrocha, que es un fuego,
que es la nieve cayendo, que es
la muerte. Y en la puerta encendida de las flores
volverá a llamar en el invierno.
Hundes tu brazo de hierro en el toro,
que no es un toro, que es el mundo,
que es tu madre
y es tu pecho. Y en el cielo de tus ojos
volverá a volar cuando no haya nubes de leones.
Picador,
que no eres picador, que eras un prado,
que ahora eres la noche, el hielo.
Y volverás, alba, como un rayo a la nueva hierba,
a iluminar las fosas que creías cumbres.

Una herida en el corazón del mundo,
sangra bosques el cielo,
sangra cielos el hocico del toro,
sangran hierba tus ojos,
sangran estrellas tus labios,
sangra rosas tu cara,
sangra caras tu cara,
caen por ella tus vecinos
y cae por ella la pared de tu casa, tu edificio,
tu ciudad, por tu cara se derrama el mundo
porque tu cara no es tu cara,
es el agujero de la muerte
y bajo tus pies
y bajo las raíces del suelo hueco corren millones de pies
de los muertos inquietos caminando por debajo.
Porque el rugido de tu lanza hace brotar la lágrima en la piedra
y despierta los rojos bisontes de la sangre
en los cadáveres.

Un mugido del toro
y hacia su sangre los que lo queremos caemos talados
y hacia su roja hondura el llanto se despeña
y hacia él caen los prados, las montañas y los cielos,
hacia su pena grande como la lluvia en los desiertos
y quedas solo, picador, en el aire solo,
llenas de sangre tus manos y tu cuerpo,
picador rojo flotando y girante en un viento quieto.

Sin ningún ser a quien zaherir ni matar,
tú verdugo y herida,
herida en el mundo solo y solo
sin cielo
ni raíces.

Enamorado de la muerte, iluminado de infiernos,
tu corazón pare
Vírgenes.

 

2

Alguien ha conducido a tu anciana madre a la dehesa
dentro de los verdes cercados, entre los toros,
que tu madre no es una mujer, que es la tierra,
que es un bosque, que es el mar, que es
un toro. Y cuando caiga como mujer
y luego se alce a cuatro patas sobre las flores
mugirá una canción de cuna
ante tu losa.
Tú has llegado entre vaqueros, tembloroso tu aguijón,
a la montaña de su cara y con los truenos de tus manos de lluvia
has alzado al toro de tu madre de entre los demás huidizos toros
y no has hundido tu garrocha sobre su negra testuz
porque no veías en ella a un toro sino a una mujer.
Pero en el toro jamás verás
(y en él habita, como en la mariposa la oruga
o en la rama gris, la hoja)
a tu madre.

Sobre el viejo caballo.
Otro mugido del toro. Helado.
Rojo.
Sobre el viejo caballo.
Que no eres un picador.
Eras la hierba.
Sobre el viejo caballo.
Que no es un caballo.
Lluvia.
Arriba de la vida.
La muerte.
La muerte.

 

El sepultorero

1

Dicen que de tu frente asoman leones,
que tu lengua es azul de hablar con Dios
y que a tu lado las flores se electrizan.

Pero yo sólo veo una boina flotando en el aire
y una caótica elevación de neuronas y de nudos estéticos
que algunos llaman hombre.

Dicen que cuando caminas
a tu paso los lobos se vuelcan panza arriba
y en las nubes los truenos tragan lluvia,
que caminas y a tu paso el día se ilumina
y la hierba verdea.

Pero yo te veo hablar por la noche con las llamas
y descender en tu finca por largas escaleras
iluminadas de rojo.

 

2

Sepultorero, a quien cubres con tu roja mortaja
aún no está muerto,
es la hierba,
aire
en pie.
Si lograses ver ojos
en las piedras y manos en las hojas,
si lograses
ver mares en los labios, sepultorero, tu roja
mortaja
sería una manta
para el frío de un vagabundo.
Hay tantos vagabundos en España
pasando frío y hambre. Hay tantos
árboles rozando el cielo
y luego cayendo, tienen
pezuñas, tú
crees que es tierra
el aire que rodea al vagabundo que cubres,
mira su cabello, míralo bien son astas.

Sepultorero, a quien cubres con tu roja mortaja
aún no ha muerto,
es el cielo,
sangre
en pie.
Si lograses
ver voces
en las orillas y codos en las ramas,
si lograses
ver ríos en los te amos, sepultorero, tu roja
mortaja sería una alfombra hacia la hierba
para el toro que ahora tiene tanto frío
y es un vagabundo lejos
de la dehesa y tiene hambre de flores. Hay
tantos toros dentro del toro hambriento de amor,
tiene árboles dentro cayendo mientras
quieres cubrirlo, crees
que le rodea la tierra al vagabundo
con pelo de cuernos, míralo bien,
sus astas
tocan el cielo, son cielo
y son
labios.

Tiene árboles con frío, míralo bien, le caen los cuernos,
le caen los labios, le caen los ríos, míralo,
le caen a pocos las patas,
vagabundo de la hierba,
el frío,
le tapas las astas rojas,
son herida,
vagabundo.

 

Volverás

Mira
el
viento
es
un
caballo.

Volverás de la mano del mismo viento
que ahora golpea con sus cabezas de pico
tus heridas.
Volverás
sin el hocico rojo
con los ojos llenos de hojas verdes y en tu lengua
el río. Cuando tu vuelta,
cuando tu vuelta, amor, las golondrinas, cielo que salen
de tus patas y se llena el aire es la felicidad, la tierra azul.
Volverás
para cantar las bocas que en el hoy vibra una semilla,
para cantar la semilla que en su estómago verde
hay una boca, para cantar su boca que hay la canción
en su viento interno con pájaros
que volarán en los jardines del mañana
donde trotarán tus pezuñas, donde
el verbo volverás será carne como un tronco de árbol.
Correrás tanto
en la felicidad y será tan feliz todo a tu alrededor
que será la tierra y la hierba y sus flores las que
correrán bajo tus patas
y el cielo el que surcará veloz azul tu lomo.
Mira.
Volverás: el futuro espera tu vuelta y correrá contigo. Volverás.

 

La canción del mayoral

En tus pasos la muerte, tus piernas son de la muerte,
tu mirada de la muerte, en tu lengua la muerte.
Sangre, tristeza, lluvia, duele hablar de ti,
la hoz.

Mayoral, la hoz,
tu sonrisa la hoz,
en tu heno la cruz, los clavos verdes, come, toro,
y muere la pradera.

Viene tu te quiero de nieve a cubrir de hielo
las cumbres, los labios, mayoral,
invierno.

Mayoral, invierno, luz, lágrima,
manos verdes, manos blancas, el vino,
la muerte.

Tu cara verde un árbol más, los pájaros,
y caminas por dentro del toro, su mujer callada,
le creces cielos falsos en la espalda y pájaros,
caminas las astas con piernas de estrellas, azul,
pero lluvia, y tu morada en la noche,
la tristeza y la sangre, mayoral,
tu verde reino, la llama de tu lengua, tu heno rojo,
la hoz,
en tus dedos de margarita la hoz, y la sangre, el viento,
su funeral en tus dedos celestes, la sangre, tristeza,
la hoz.