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De otra manera, Jane Kenyon
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Pocos poetas comparten en Estados Unidos una misma fama y son nombrados inmediatamente en los mismos círculos. Es el caso de tres de cabecera, Jane Kenyon, Ted Kooser y Donald Hall. Los dos últimos, ya más que famosos al ser Poet Laureates y convertidos prácticamente en “household names”; ella, quizá, más apreciada que ellos dos, desde hace varios años. Y sólo unos cuantos (poetas, en efecto), se han dado a la tarea de verter sus versos al español, y quienes lo han hecho, han asumido las consecuencias de una modificación completa de su sentido original, o en el mejor de los casos, han logrado superarlo (grave vicio). Incluso, si quien hace la traducción es el mismo autor, se expone a obtener otro libro al final, totalmente distinto al que inicialmente escribió. Y si la traducción se hace de nuevo a su lengua original, se obtendrá siempre un tercer libro completamente distinto a los otros dos. En últimas, un poema siempre es un poema, una novela una novela, y no sus versiones, que también son. Pero hay versiones que más se aproximan a ellas, y son las verdaderamente avaladas por los conocedores de los originales, por los profundos lectores. Incluso del mismo autor o sus amigos cercanos, como en el caso de Kenyon, y la ayuda de su esposo, el poeta Hall, al libro que aquí se reseña.

Este es el caso de De otra manera, que reúne algunos de los mejores poemas de Jane Kenyon, dupla de su Otherwise (y traducción exacta), publicado originalmente en Estados Unidos en 1996, como libro póstumo tras su muerte un año antes. Este hecho sin lugar a dudas dio un nuevo rumbo a su “atención”, pues nada aportó al reconocimiento de la calidad de su obra poética, del que ya sobradamente gozaba. Poe fue uno de los que dijeron alguna vez que la muerte de una mujer brillante era incuestionablemente “el tema más poético del mundo”. Y las coincidencias con Kenyon, además del contexto de su vida, reiteran la validez de tal idea. La versión de De otra manera que se presenta para España e Hispanoamérica reúne una representativa selección de lo mejor de su obra: desde From Room to Room, su primer libro de poemas, hasta los nuevos poemas de su colección póstuma, escritos durante su larga enfermedad.

La vida de Kenyon da numerosas claves a su obra, pero a veces innecesarias, dada su universalidad indiscutible: se trataba de una universitaria que se casó con su profesor de más edad y se retiró con él a una finca en Nueva Inglaterra para redescubrir, en últimas, su fe, sobrevivir a la depresión del vivir, servir luego de enfermera durante las dos amenazas de cáncer de su esposo Donald Hall (lo llamaba “Perkins”), pasear con su perro Gus, escribir y leer, y en últimas, ser la esposa cuidada hasta su muerte. Desde otra mirada que nos aproxima a su obra, su vida fue la de una joven beata que se rebeló en su adolescencia y regresó a la fe en su edad adulta. Fue esta brecha la que la llevó a escribir, e igualmente, tras su regreso a una intensa religiosidad, le dio dimensión a sus versos. Su vida fue una maravillosa asociación (que en últimas, puede llegar a ser más fuerte que el simple matrimonio) con Hall, quien tenía 43 años y ella 24 cuando se casaron. Su mudanza con Hall a la granja de abolengos en New Hampshire será, para su obra, el ojo de toda la fuerza de su inspiración. Inicialmente la pareja quiso pasar allí una especie de “año sabático”, pero sería en aquella casa donde Kenyon moriría veinte años después.

La obra de Kenyon se levanta sobre su profunda religiosidad individual. Su poesía gira cuando, en un momento de su vida, se da cuenta de su hambre espiritual y su eterna unión con Dios, con el Cosmos. La belleza física de los alrededores de la granja, el Mt. Kearsarge y el Lago Eagle, serían un factor determinante en su obra. La poetisa, que en sus inicios dudaba si acaso podría alguna vez producir un libro de poemas, lo consigue, experimentando por vez primera la sensación de “comunidad” que jamás había sentido, contrastada con la soledad, “y muchas horas que aprovechar, que llenar”, que engendra sus poemas.

La profundidad de la obra poética en De otra manera está en la connivencia entre la soledad y la comunidad. Sumado a esto, la experiencia personal, traducida en “live metaphors”, según la misma Kenyon.

De otra manera reúne 60 poemas, que inicia con su primera antología, De habitación en habitación (1978). “Aquí” es el primer poema que salta a la vista, que canaliza el esfuerzo de la recién llegada a New Hampshire de adaptarse a una nueva vida, dedicada a escribir:

“Tú siempre has pertenecido a este lugar. / Eras uno de los suyos, firme como una roca. / Yo soy la que se preocupa / de si me adapto o no a los muebles / y al paisaje”.

Estos versos son una muestra viva del arte de Kenyon, por su presentación austera, su sencillez y la riqueza de dos o tres detalles extraídos del mundo doméstico y natural. Sobre estos primeros poemas, con un claro “sujeto” poético, Kenyon diría: “Las cosas que advertí de este lugar son todas objeto de mis poemas... Es maravilloso que vivamos aquí entre estas montañas y colinas”. En los años sucesivos la traducción y estudio de Akhmatova (quien Joseph Brodsky considerara la mejor poeta rusa del siglo pasado y llegara a Kenyon por sugerencia del poeta Robert Bly) vigorizó sus escritos. El resultado es la segunda ronda de poemas, La barca de las horas tranquilas. Ya en esta nueva colección vislumbramos un subrepticio matiz de oscuridad y sufrimiento, una melancolía fina y enriquecedora, a pesar de la aparente perfección de su vida en Eagle Pond Farm. Comienza en este ciclo un “ansia espiritual”, en el cual fluye lo más hondo de su condición bipolar que no es otra cosa que su obra. Se acerca a Dios, y por ello sufre, ve a “un Dios que te perdona con amor, no un Dios que te castiga con reglas y prohibiciones”. De lo que luego concluye: “Si no creyera en ello no podría vivir”.

En esta profunda melancolía existencial transcurren sus poemas. Su fuerza y belleza subyacen precisamente en su manejo honesto de la desesperación y la fe, y en este sentido la lucha entre ambas es cerrada. El otro lado humano, que no era artístico, estaba sumido en una honda enfermedad. La medicina ayudaba, pero no habría podido sobrellevarse de no ser por la intensa y bella soledad que compartía con Hall y su relación con la comunidad, que en Estados Unidos es un valor primordial en los pueblos chicos. En 1993, “Constancia” da algunos matices de esta lucha, con su epígrafe de Chejóv que dice: “Si se recetan muchos remedios para una enfermedad, debes tener claro que la enfermedad no tiene cura”. Allí surge la fe en un Dios condescendiente y universal, así: “You wouldn’t be so depressed / if you really believed in God”. Esta primera traducción inédita al español termina con algunos poemas últimos, previos a su muerte, más reflexivos que tétricos, podría decirse. En total son 14, puntualizados por el sombrío “La esposa enferma”.

Los poemas en De otra manera, reunidos bajo la dirección y admirable cuidado del poeta Hilario Barrero, no son poemas religiosos; son poemas que hablan de fe, que no necesariamente fluye hacia una Iglesia o un credo determinado, sino hacia el sentido de unidad universal que cada ser humano necesita para no desfallecer. Hay un positivismo extremo, innegable en cada uno de estos poemas. Una gran belleza, potenciada por su simpleza. En algunos, la poetisa (como la humanidad) no se da por vencida en la lucha diaria:

“Lo intentaré de nuevo / como la joven enfermera lo hace con la aguja”.

Y siempre la luz, cayendo sobre el camino de cualquier posibilidad, como este libro, una valiosa puerta que encontrará sus lectores, pues como escribió Kenyon:

“Pero un día, lo sé / será, de otra manera”.

 

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