“La música popular está más domesticada que antes”, expresó Jaime Roos. Producto de “la famosa globalización”, donde “nos van ganando” pero “yo la sigo peleando por la mía”. Porque “creo en la identidad de los pueblos”.
Por estos días Jaime Roos sigue recorriendo el Uruguay presentando su trabajo discográfico Fuera de ambiente, que constituye también una novedosa experiencia de distribución y difusión del disco en un emprendimiento promocionado por Ancap, empresa estatal que refina combustible y cuenta con una red de estaciones de servicio en todo el país. Este disco de Jaime Roos puede adquirirse en las estaciones de servicio de Ancap, lo que le ha posibilitado bajar el costo del producto y a su vez colocar un número muy superior de ejemplares.
Previo a su recital en la ciudad de Mercedes, la oportunidad fue propicia para dialogar con el músico sobre esta nueva experiencia de venta, al tiempo que reflexionó sobre la actualidad de la música uruguaya.
—¿Cómo evalúas esta nueva forma de venta de tu disco?
—Todos nos quejamos porque los que perdemos somos los artistas. Las disquerías también pierden, porque si no les compran los discos... pero los que perdemos más somos nosotros. Qué ganó Ancap. Por un lado no perdió nada y miles y miles de personas pasaron por sus gasolineras, llenaron el tanque... Asociar la imagen de un músico uruguayo que tiene —imagino para ellos— cierto predicamento en su país, que el coche cuando para también va al 24 horas, compran un refresco; o sea toda una movida. Nosotros vendimos 16 mil ejemplares, siendo que los topes hoy por hoy para lo que se dice exitoso son de 7 u 8 mil, y vendemos 16 mil ejemplares en quince días. Ahora con la segunda edición ya superamos los 20 mil. Entonces efectivamente le dimos un fierrazo a la piratería. El disco no se piratea puesto que le dimos en la matadura, al bajar el precio el pirata pierde. Gano yo como artista puesto que puedo vender muchos más discos, y gana Ancap puesto que hace toda una movida de la que todo el país está hablando.
Es por eso que salió bien. Ahora, pensar que en el futuro cada artista edite sus discos de esta manera es muy difícil. Pero por otro lado creo que es una lección de que si se baja el precio de los discos la gente se inclina a comprar el posta que el trucho.
—Vos has dicho: Me siento como sapo de otro pozo con respecto a la música que se hace hoy. ¿Dónde está la diferencia entre lo que vos haces y lo que hacen otros músicos que el mercado nos propone consumir hoy?
—No es un problema uruguayo, es internacional, en donde los músicos están muchísimo más inmersos dentro del sistema de la llamada música de marketing de lo que estaban antes. Antes aparecían, por llamarlo de alguna manera, talentos artísticos buscando su estilo propio, su propia voz, sus propias ideas. Hoy, en términos generales, cuando hay un artista nuevo, la industria pregunta: ¿a quién se parece? Mira, es una mezcla de tal con tal. Tiene la pinta de no sé quién pero la voz con un estilo de tal.
En otras épocas era exactamente al revés. No había que parecerse a nadie. Un músico habría sido objeto de burla si se parecía a alguien. Precisamente había que ser diferente. Los músicos eran más contestatarios con respecto a las propias compañías discográficas. Una compañía discográfica buscaba músicos, los tomaba en una forma que se puede decir más en bruto, se respetaba más al artista en cuanto a su repertorio.
La música comercial existió siempre. Siempre hubo los llamados muñecos que se inventan por la industria, pero había una frontera mucho mayor. O jugabas en este cuadro o jugabas en el otro. Estaba todo bien, no había ningún problema. Hoy por hoy los propios músicos muchas veces hacen sus primeras obras intentando complacer a la compañía e intentando ver si se parecen a algo que se pasó por MTV. A ver si su video se va a poder pasar por MTV. Las letras, en la mayoría de los casos, están mucho más dependientes de lo que venda, de la moda. Se le da mucha más importancia a la imagen del artista de lo que se le daba antes. Estoy hablando de los artistas sinceros.
Si yo pienso en el gran movimiento de la canción brasileña de los años 60: Chico Buarque, Milton Nascimento, Caetano Veloso, Gilberto Gil; por decir algo. Pienso en Uruguay en Zitarrosa, Los Olimareños, El Sabalero, Viglietti, Mateo, Rubén Rada, el Totem; y son muchos más. Y pienso en Estados Unidos, en tal, en tal, en tal, y ni que hablar en Inglaterra de los Beatles para arriba.
Esto no está pasando hoy. Es decir, la música popular está más domesticada que antes. Entonces hay razones para eso. La famosa globalización. A mí me encanta la palabra globalización, ya que creo en la canción de John Lennon que dice imagina un mundo sin fronteras. Siempre aspiré a prender un canal de televisión y saber qué era lo que pasaba con la gran movida del joropo que hay en Venezuela, o del mejor teatro de México, por decir algo. Y la globalización es una especie de Snac Bar, un nombre que no es McDonald’s pero que podría serlo, en donde yo como televidente me entero de todo lo que Miami ordena que dice que yo puedo ver, y me puedo enterar. Me entero de lo que pasa en Venezuela si algún venezolano triunfó en Miami y me lo tiran por las escaleras para abajo. Yo nunca logré que un video mío se exhibiera en cadenas como MTV, y no lo digo porque estoy sangrando por la herida, porque estoy resentido. No se trata de eso. Tampoco es mi meta. Pero cuando me entero por qué no. No me dicen, sabés flaco, tu música suena anticuada, suena rancia. No. Me dicen, la música suena bárbara pero la imagen no concuerda con el marketing que le queremos imponer. No debería haber puesto un ejemplo mío, puesto que parece un resentimiento y no lo es, pero esto nos pasa a todos.
Es un problema ya más industrial, y también aunque parezca mentira estamos hablando de dominación ideológica a través de la cultura.
—Estás planteando un panorama muy oscuro. ¿Cómo se hace para revertir eso?
—El panorama es muy oscuro porque dicho de esta manera suena un poco exagerado, porque como dije en un álbum, Estamos rodeados pero no estamos perdidos. Ahora, nos van ganando. ¿Cómo se hace para revertir esto? Bueno, yo no tengo la solución. Mi única forma es, yo hago la música que me gusta, que es Fuera de ambiente, y hago el espectáculo como a mí me gusta, y lo que hice siempre, no bajar la banderita. Yo la sigo peleando por la mía. Creo en la identidad de los pueblos. Creo que si un pueblo pierde su identidad pierde su cara. Creo que si un pueblo pierde su identidad somos pasto muy fácil para que nos terminen de absorber. Hago mi música porque soy músico, porque me gusta. Pero al mismo tiempo, inevitablemente uno toma una actitud de resistencia cultural frente a todo lo que pasa. En el caso mío la resistencia cultural viene después, lo que más me importa es hacer música, pero inevitablemente se convierte en resistencia cultural cuando miro para mis costados y veo que hay pocos que siguen con la banderita de la identidad musical uruguaya.