Letras
Círculos

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Círculo de tierra

La suerte está echada
Henchida
Hipnotizada
Los dados giran
Vuelan
Se pierden
Los dados
Mis dedos
Sangran
Se pierde
Él
Animal nocturno
Ella
Posiblemente
El adverbio
Sea una mísera
Salvación
A quien busque
El destello
De unos labios
Huyendo
Las palabras
Les mots
The words
Se congelan
Tendrán que excavar
En mi silencio
Tendrán que sacar
La mordaza amable
Al aire
Al fuego
No hay escapatoria
Para el amor
Que se conmueve
Con dos azares reunidos
El
Boomerang
No
Vuelve a mí

 

Círculo del agua

Ya lanzada la piedra
Al agua
Sólo queda esperar
El círculo concéntrico
Si éste no aparece
Búsquelo
Zambúllase
Vaya a lo más profundo
De su bolsillo
La piedra estará allí
Adentro
En el hueco mojado
De su soledad
Desnúdese
Lleve sólo la piedra
Hacia la superficie
Si usted sale a flote
Se verá sumergido
En un círculo vicioso.

 

Círculo del fuego

La inocente fue al Correo a dejarle al hombre una carta que escribió en la madrugada y ahora, transpirada y hambrienta, se encuentra con la suya, virtual, que también habla de la tradición certificada. Pero ella volvió a su antiguo rito de estampillas y balanza: la carta pesó 43 gramos. No se atrevió a besarla delante de la funcionaria que tenía un genio de insecto encadenado. Nuevamente preguntó cuánto demoraba en llegar, y el insecto, antes de graznar un “siguiente”, dijo casi en un susurro categórico: “doce días”. “Ah...”, dijo la inocente, y salió del edificio de Correos y el sol la obligó a ponerse unas gafas oscuras. Mientras se dirigía a comprar cigarrillos, la puta meditó en la carta que había escrito, tan impulsiva y con una rúbrica digna, por supuesto, de una putain. Recordó que después de la escritura, miró su mano, apagó la luz y luego quiso la luz de nuevo, sólo para mirar su propia mano, sucia de tinta (el lápiz reventó y ella alcanzó a salvar la carta), que fue despacio acariciando muslos y caderas y pezones, mientras afuera la loba aullaba con desesperación, hasta que la inocente se tuvo que levantar para ir a hacerle un cariño detrás de las orejas, como a ella (y a ella) le gusta. Lamió la mano, agradecida. Y los dedos de los pies. La inocente, que además es muy limpia, fue a lavarse y dejó que el jabón y el agua hicieran su trabajo. Se acostó. Hacía calor; la puta echó las mantas hacia atrás de una patada, queriendo incendiar todos esos papeles en blanco que no alcanzó a manchar con su propia baba y la sangre que se estrellaba en la comisura de sus labios. La inocente extendió sus ojos hasta no tener más horizonte que el de la puta, que quería el sol como se quiere al verdadero asesino. La inocente le dio la mano, se la apretó y no pudo evitar que las lágrimas regresaran por donde habían venido. Las dos se fueron apagando y la llama de los sueños osciló débil, un poco triste.

Y de pronto, apareció el hombre. Pero ya nada tenía sentido: él pertenecía a otro clan, con un código lingüístico ininteligible.

¿Se fue?

No, todavía nos mira.

Hazle espacio, la cama es tan grande.

Pero que nadie hable.

Ya la oíste.

¿Puedo estar al medio?

 

Círculo del aire (Microcuentos del libro Ojo travieso)

Ángulos del amor imposible

El fantasma me escribe día a día; cuando yo respondo, él es mi reflejo. Y así han pasado estos meses de permanente vacío. El silencio es lo que más nos gusta y si pudiéramos no escribirnos lo haríamos, sólo que siempre hay un espejo que nos devuelve las palabras que nosotros mismos hemos desechado, como el mar arroja un cadáver a la orilla de la playa.

 

Ángulos del amor posible

Y el fantasma vino corriendo y me atravesó. Cuando quise verlo, ya no estaba. Ahora, dos pulsos me habitan y mi sombra algunas veces me besa en plena boca.

 

Volver al punto de partida

Un fantasma soñó que era una sábana, amarillenta, seca y tiesa. Cuando despertó nadie escuchó sus gritos, salvo la tierra y los gusanos que por tanto tiempo lo habían acompañado.

 

En algún lugar del desierto chileno

El cementerio se encuentra en pleno desierto, demasiado lejos de la ciudad. Los fantasmas recogen flores de cactus para adornar sus tumbas.

 

En algún lugar del Cementerio General

En el patio 29 los fantasmas se bañan en un hermoso lago hecho con las lágrimas vertidas.

 

En Auschwitz

Donde los fantasmas aún tienen un número tatuado en la memoria.