Sala de ensayo
“Edipo y la esfinge”, de Jean-Auguste-Dominique IngresTragedia y psicoanálisis

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Es lícito asociar estas dos entidades. Por su parte, el psicoanálisis se debe en gran medida a este prístino genero fundado en Grecia. El primer trágico fue Tespis, que triunfó en el año 536 a.C. en el primer concurso trágico instituido por Pisistrato para las grandes dionisiacas que se festejaban seis días de abril. Freud, el padre del psicoanálisis, era un lector confeso de autores trágicos, desde Sófocles, pasando por Homero hasta llegar a Ibsen.

¿Por que Freud acudió a ellos? Probablemente por su inacabable riqueza y complejidad. Y porque se asemeja en demasía al drama de las pasiones humanas. Y por otra parte, porque éstos siguen siendo una de las principales fuentes del desarrollo del humanismo.

¿Qué es la tragedia?

La tragedia es el fracaso del hombre como individuo y el triunfo de la humanidad, aunque sea ésta siempre no más que una acción escénica, y no más que un hombre entre tantos en situación. Es la purificación de los que contemplan esta escena. Junto con las palabras, ambas van construyendo el hecho. Ambas avanzan al unísono, se corresponden recíprocamente dentro del tiempo trágico, hasta que finalmente, siempre irrumpe la muerte. Por lo tanto, la tragedia es también la purificación y la expiación de todas las culpas y los males de los hombres en un sentido precristiano.

Para Walter Benjamín, la muerte es la paradójica inmortalidad, y el origen de la culpa trágica se encuentra en el mismo terreno aunque en una índole individual. La tragedia irrumpe repentinamente, acarreando al héroe a la muerte. Se trata de una idea predominantemente histórica, sobredeterminada y divinamente cumplida, en que la muerte se prolonga a la vida. “La medida trágica de Shakespeare”, dice, “reside en la grandeza con la que separa uno de otros los diferentes estadios trágicos, y los precisa como versiones repetidas de un único tema. Por el contrario, la tragedia antigua muestra un incontenible crecimiento de poderes trágicos”.

Schopenhauer dijo en alguna parte que el fracaso en un sentido es la gloria en otro sentido y viceversa. Tal cuestión insinúa dos conciencias y no una; y si se quiere lo inconsciente es susceptible de conciencia. Pero lo cierto es que cada uno de nosotros al nacer recibimos la moira, un destino en el cual vivir. Podemos presumir que los estadios trágicos de Shakespeare indicados por Benjamín, bien pueden referirse a un sentido real. Si lo trágico nace junto a la culpa, ésta última se remite a la vida. Las palabras sirven para dar nitidez a nuestras conciencias, esa nitidez es la que servía a ellos para saber más acerca de ellos mismos.

El mecanismo inherente a la tragedia es la anagnórisis, o sea el reconocimiento, el mea culpa de los errores cometidos. Este mecanismo es el que determina al héroe de la tragedia, o sea su chivo expiatorio. En este caso Edipo, por ejemplo, es el que se las tiene que ver con los errores que cometió y tiene plena conciencia de ellos. Sin olvidar que la conciencia es un concepto adquisitivo a lo largo de la historia antigua. En un artículo de Mondolfo así lo explica, acudiendo a los libros de la época, en que el hombre va prescindiendo más de los dioses en pos de la conciencia de autonomía, hasta llegar a la tragedia, la cual existe sólo si el héroe, como individuo, tiene conciencia. Curiosamente, Layo, al consultar el oráculo, sabe que el niño que espera Yocasta lo matará. Cuando Layo está a punto de arrojarlo al precipicio se apiada y se lo da a un pastor de Corinto. El pastor se lo da a Polibo y Mérope, quienes son estériles. Hete aquí que años después, cuando ya adulto, el oráculo le dice a Edipo que irá a matar a su padre. Entonces, ya que ama a su padre, Edipo huye de Corinto, y en un cruce de caminos, mata a Layo. Tiempo después se las ve con la Esfinge y tras adivinar el enigma es coronado rey de Tebas, casándose con Yocasta, la reina viuda con la que tiene cuatro hijos. Al tomar cabal conciencia de la situación, Edipo se arranca los ojos. Según el psicoanálisis es considerado como un signo de castración; pero tal vez sería más convincente hablar de que arrancarse los ojos es también acceder a un plano más elevado, en que las imágenes, en un sentido más trascendental, son simples espejismos o fantasmagorías que ocultan lo verdadero.

Edipo finalmente morirá en Colona, lugar donde se defenderá su voluntad y será próspera y llena de paz. La tragedia de Edipo tuvo por finalidad la paz y seguridad en aquella tierra: Colona. Para Erich Fromm, en El lenguaje olvidado, Edipo representó el pasaje de la sociedad maternal a la sociedad paternal, la tragedia sirve para cuestiones que van más allá de la muerte. Puede suponerse alguna comparación con Moisés, Moshe, el que saca de las aguas, o niño, fue rescatado de las aguas del Nilo. Ya siendo adulto se revela contra los opresores egipcios para liberar a los judíos, iniciándose con él el éxodo judío. Freud, en Moisés y el monoteísmo y en otros libros, nos dice que los héroes nacen de familias de alta alcurnia. Esta es una condición uniforme. La rebelión de Moisés sirvió para llegar a la tierra prometida y para dar a los judíos una nueva religión, todo esto, tras Moisés haber sido abandonado en el Nilo.

 

Freud desde el psicoanálisis tomó el mito de Edipo para explicar el complejo por el cual los niños pasan. Ya desde 1885 Freud en algunas cartas lo mencionaba. En El descubrimiento del inconsciente, Henri Ellenberger dice: “La innovación de Freud fue la introducción y sistematización de este concepto de la imago del padre y de la madre en psiquiatría (...). Stendhal ya había hablado de su amor incestuoso por su madre. Michelet había popularizado esta idea. Lo que hizo Freud fue afirmar que dentro de ciertos límites es natural y normal (...) posteriormente: incluía estos tres componentes un deseo incestuoso, hacia la madre, un deseo de matar al padre y la imagen de un padre cruel y castrador”.

En realidad, el modelo mitológico de este complejo corresponde si no al mito de Saturno, que estaba amenazado de muerte por su padre Urano, el primer dios del mundo, pero fue salvado por su madre. Posteriormente el propio Saturno se comió sus hijos excepto el más joven... El mismo mito existe también en la India y entre los hititas, como un reflejo de las condiciones que existieron en otros tiempos.

 

El complejo de Edipo tiene dos fases: una negativa y la otra positiva. En la primera el niño se apega al padre, en busca de protección y como identificación. En un segundo momento pasa a apegarse a la madre como la madre nutricia y fuente de toda satisfacción. El término de esta fase se da con la entrada en la etapa de latencia donde el niño se torna, por así decir, asexuado. Este complejo está, ya sea implícita o explícitamente, a lo largo de la obra de Freud, quien siguiendo los conceptos de Lamark pensaba que el hombre, como individuo, repite la evolución de toda la especie. Por lo tanto, ya sean los niños, los neuróticos o los salvajes, reproducen vivencias y maneras aparentemente superadas por la humanidad. Como así también, el individuo mismo repite este complejo en sus primeros meses de vida (según Melanie Klein), en sus primeros años (según Freud) y en la adolescencia.

En Tótem y tabú (1912), Freud dice que el dios-padre solía ser representado en las culturas más primitivas mediante animales. Así los toros Apis en el Antiguo Egipto, las serpientes como símbolo de sabiduría para los griegos, el símbolo del pez en los primeros cristianos, la serpiente de Quetzalcoatl de los aztecas, son evidencia de tal representación (dios y padre).

Tal cuestión totémica no es una condición a la cual los occidentales hemos renunciado del todo: las palomas, el cordero y tantas otras usadas como slogans o como propagandas, son derivaciones sutiles de aquellas representaciones más primitivas. Sin embargo, una de las más evolucionadas religiones de la antigüedad sin duda fue el zoroastrismo, el cual usó tan sólo el fuego para representar al dios persa, prescindiendo de cualquier otra imagen o representación.

En cuanto a los tabúes respecto a las religiones primitivas, estaban en no matar el animal tótem en cualquier época del año, a no ser por demasiada escasez de alimentos o por defensa propia. El animal, en cambio, debía ser ejecutado y devorado por la tribu una vez al año. Tras el banquete ya realizado, imperaba la culpa y lloraban al animal.

Al igual que en la tragedia, este banquete servía para expiar las culpas. Podemos decir que la tragedia, al igual que el credo y modos de celebración del Cristianismo, supieron poner más piedad a estas prácticas ya que los sacrificios en un inicio llegaron a hacerse inclusive con seres humanos. En una segunda instancia recién pasó a hacerse con animales. Incluso lo que entendemos por domesticación ha cambiado. En Mi lucha, su polémico autor asegura que la domesticación de animales nació a partir de la domesticación de seres humanos.

Para finalizar: lo trágico es lo que sucedió o lo que iría a suceder o acaso está sucediendo tan sólo una vez. El psicoanálisis nos quiere expresar algo más que un mero complejo: que todos en alguna parte tendemos a repetir lo irrepetible. Que ante la incertidumbre, lo único que nos queda es vivir otras, muchas otras vidas. Ya sea multiplicándolas, ya sea simplificando a todas en la nuestra, que más allá de las tragedias, de los héroes y de las culpas, venimos al mundo a saber quiénes realmente somos. Y que más allá de las palabras hay algo más para darnos nitidez a nuestras conciencias, esa nitidez que nos permite ver nítidamente la muerte, y a esa torrencial prolongación de tragedias, de vidas, de esa apolínea, calma certeza donde todo acaba y comienza, que es de muerte y vida de lo que estamos hechos.