Letras
Tres escenas del carnaval carioca
Traducción: Henrique Marques Samyn, con la colaboración de Helena Villar Janeiro

Comparte este contenido con tus amigos

I. La vuelta de Colombina

La muchacha renacía. Apasionada,
entregándose a las máscaras, lasciva,
y besándolas sensual sin antifaz,

se embebía en tantos besos y abrazos,
como si jamás hubiera sido amada,
y lo había, no por pocos. Y la chica

que a los hombres ofrecía suaves senos,
renacía en la Avenida. Descarada,
ya se convertía en otra, poco a poco:

y, por los enmascarados deseada,
renacía, ya no como doncella:

de la juerga de ese y de otros carnavales,
renacía, apasionada, Colombina.

 

II. En la calle, Pierrot cogió la rosa...

En la calle, Pierrot cogió la rosa
llovida ya deshecha en muchos pétalos.
Se reía muy graciosa Colombina
contemplándolo soberbia en el balcón —
la que hechiza a Pierrot, como jamás
logró alguna mujer, dama o doncella.

Pierrot pronto hizo un lecho con sus manos
para llenar con los pétalos, amante,
orgulloso cual un noble caballero
que fuera servidor de Colombina.
Se lo llevó al pecho, enternecido,
y empieza a recitarle un madrigal —

sin ver que Colombina, en el balcón,
mira a Arlequín, que llega por la esquina.

 

III. La muerte de Pierrot

¿Que permanece de la tinta blanca?
Ausente, Pierrot queda tumbado —
el cuerpo quieto, sin rumor, sin grito —
entre confeti yace albo y olvidado.

En tanto, lejos, en otra Avenida,
con el vino regándole los senos,
ebria y desnuda,
                                ríe Colombina...

 

Versiones en portugués

I. A volta da Colombina

E a menina renascia. Apaixonada
e ofegante, se entregava aos mascarados
que beijava, com volúpia indisfarçada,

e nos beijos se embebia, e nos abraços,
como se antes nunca houvesse sido amada —
mas havia. Não por poucos. E a menina

que o macio seio dava aos seus devassos,
renascia na Avenida. E sem receios,
dos desejos, noutra, aos poucos, se erigia:

ao sentir que era, por tantos, desejada,
renascia —mas não mais como menina:

da folia deste e doutros carnavais,
renascia, apaixonada, a Colombina.

 

II. Na calçada, o Pierrô colheu a rosa...

Na calçada, o Pierrô colheu a rosa
que chovia, em muitas pétalas desfeita.
Na varanda, ria a airosa Colombina
que sorrindo, soberana, o contemplava:
a que encanta o Pierrô, como nenhuma
encantou, fosse mulher, dama ou menina.

Para as pétalas, nas mãos fez quente leito
Pierrô, que agora as fita, embevecido,
mais altivo que o mais nobre cavaleiro,
qual se fosse, de rainha, um serviçal.
Fecha as mãos e leva ao peito. Comovido,
põe-se a recitar à amada um madrigal —

e não vê que um beijo lança a Colombina
ao funâmbulo Arlequim, que dobra a esquina.

 

III. A Morte do Pierrô

Da tinta branca, o que restou? Silente,
inerte e ausente, o Pierrô, caído —
corpo calado, sem rumor ou grito —,
entre confetes jaz, alvo e olvidado.

Enquanto isso, numa outra Avenida,
o vinho seco a escorrer no seio,
desnuda e ébria,
                       ri a Colombina...

Los tres poemas pertenecen a la segunda sección del libro Poemário do desterro (Rio de Janeiro, 2006), titulada “Uma história do Carnaval”.