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Inaugurarán en Cúcuta exposición fotográfica de Triunfo Arciniegas
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Este martes 31 de julio, a las 7 de la noche, será inaugurada, en el Consulado de Venezuela en Cúcuta (Norte de Santander, Colombia), la exposición “Entre la magia y el silencio”, que reúne treinta fotografías del escritor colombiano Triunfo Arciniegas.

Las imágenes que conforman la muestra, que estará abierta al público hasta el martes 7 de agosto, son parte del trabajo de Arciniegas como profesor de teatro y literatura con niños de Chíchira, Alcaparral, El Naranjo y Altogrande, veredas de Pamplona. La entrada a la inauguración de la muestra es libre y los asistentes compartirán un brindis con el autor.

Oriundo de Málaga (Santander), Arciniegas es reconocido como autor de literatura infantil, con títulos como El león que escribía cartas de amor, Los casibandidos que casi roban el sol, El Superburro y otros héroes y El vampiro y otras visitas, entre otros, y obras de teatro como La vaca de Octavio, La araña sube al monte, Después de la lluvia y Mambrú se fue a la guerra. Se ha hecho acreedor del VII Premio Enka de Literatura Infantil, el premio Comfamiliar del Atlántico, el Premio Nacional de Literatura de Colcultura y el Premio Nacional de Dramaturgia. Textos suyos pueden leerse en varias ediciones de Letralia y en Ciudad Letralia, donde mantiene su propia avenida, Tinaja, lecturas de agua fresca.

A continuación presentamos el texto preparado por Arciniegas para el catálogo de la exposición, cuya portada se puede apreciar en la imagen que acompaña a esta nota.

Entre la magia y el silencio

En los dos últimos años he tenido la suerte de trabajar en las veredas de Chíchira, El Naranjo, Alcaparral y Altogrande como profesor de talleres de literatura y teatro. A los juegos teatrales, los libros y la pintura, incorporé de lleno la fotografía, que me interesa como exploración del alma y expresión de la felicidad. Siempre he querido integrar a la experiencia pedagógica los asuntos felices de la vida cotidiana, privilegiando la felicidad por encima de la sabiduría, pues al fin y al cabo la sabiduría es la máxima felicidad.

La cámara enciende una llama y atrae a la gente como la miel a los osos. ¿Quién no siente curiosidad por su propio rostro? La cámara es el agua de Narciso. Se dice que la cámara no miente cuando en realidad embellece, disfraza, parcializa. Pegamos a la hoja de vida la foto que más nos favorece, seguros de que a primera vista nuestros rasgos influirán más que la lista de los títulos, enviamos a una posible conquista amorosa las fotos que consideramos más seductoras y escondemos aquellas cuyos gestos nos hacen ver borrachos, soñolientos, feos. La gente se abraza para tomarse una fotografía aunque no haya precisamente una amistad de por medio. De hecho, la mayor parte de las veces la cámara es testigo del primer y único abrazo de los sujetos fotografiados. Los admiradores de un actor lo saben mejor que nadie. Pero ese único abrazo posee el afán de la eternidad. Puede alcanzarnos el deterioro del tiempo, puede visitarnos la desesperación, pero en esa foto somos bellos y jóvenes para siempre y abrazamos la dicha.

La fotografía es memoria y encierra miles de palabras. Abrimos el álbum familiar en la sala y empezamos a contar. La palabra se hace fiesta y las visitas, pocillo de café en mano, la pasan de maravilla. Nacimientos, bautizos, primeras comuniones, bodas y cumpleaños pasan página tras página, acompañados de anécdotas felices o vergonzosas, burlas sobre la moda de aquellos años, exclamaciones de asombro al saber que fulana de tal fue tan bonita. De pronto olvidamos la máscara, la pose, el artificio, y en una foto se nos escapa el alma. Alguien nos sorprende con una lágrima a punto de escapar, con los ojos al borde del abismo, visitando los cuartos de la vida cerrados para siempre. Y esa foto, colmada de secretas historias, está más allá de las palabras, donde Dios nos mira.

La cámara afina el ojo. La foto es puro ojo. De nada sirve una cámara si no se tiene el ojo. Sigiloso y paciente, como el cocodrilo, espero que se olviden de la cámara. Espío y espero. Si bien en algunas tomas los niños enfrentan a la cámara y se saben  observados, en otras atrapo a hurtadillas el instante, la puerta entreabierta a otros mundos, el rastro que dejan los ángeles cuando nos visitan.

Sin bodas ni fiestas ni velorios, escogidas de un paquete gigantesco, las fotografías muestran privilegiados paisajes y ciertos momentos de la vida cotidiana de los niños de Chíchira, El Naranjo, Alcaparral y Altogrande, veredas de Pamplona. Este mundo existe aunque cabe la posibilidad de que lo haya inventado. Al menos, hasta hace unos cuantos meses no sabía que existía. Un presente que se anhela perpetuo. Entren en secreto a este territorio de sueños con pasos de ladrón, señores, y lleven cuanto puedan en la memoria, como polvo de alas de mariposa en los dedos, con la certeza de que allí habita la dicha.

Pamplona, 31 de julio de 2007