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Jesús Enrique Guédez

Jesús Enrique Guédez

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Hace algunas semanas acompañamos a Ana María Oviedo Palomares a Puerto de Nutrias, donde por unas cuantas horas facilitó a más de veinte personas un taller del programa Cultura en Curso sobre la obra poética y cinematográfica de Jesús Enrique Guédez. Era la primera vez que un grupo de puerteños, reunidos alrededor de dos o tres documentales y de una selección de poemas, pronunciaban juntos el nombre de este humilde creador en su propia tierra natal. Nunca imaginamos cuán poco faltaba para que él, allá en Caracas, el 29 de junio, cerrara para siempre sus ojos, los mismos ojos con que en los últimos cuarenta años aprendimos a mirar añejas honduras del sufrimiento venezolano, pero también iluminadas circunstancias creadoras de infinidad de artistas, artesanos, poetas y soñadores de nuestra patria.

La actividad creadora de Jesús Enrique Guédez, nacido en Puerto de Nutrias en 1930, se bifurcó en el cine y la literatura. Desde niño comenzó a vislumbrar rostros y paisajes desde esas perspectivas que al final de su trabajo irían confluyendo cada vez más hasta llegar al documental sobre el arte y la palabra. No personajes, personas: familiares, paisanos, gente trabajadora del pueblo; naves vegetales o a vapor, y sobre todo ese río Apure a cuya orilla vio la luz primera, iban ya siendo bebidos por él con la mirada certera e imaginativa del futuro poeta y hombre de cine.

Estudió periodismo en la UCV y dirección de cine en Italia, relacionándose desde muy joven con las ideas revolucionarias y socialistas, las cuales crearon en él la inexpugnable conciencia política y el sólido sentido ético y social que lo caracterizaron hasta el último instante de su existencia.

Hombre de cultura, de ideas e imágenes visuales, Guédez inicia su obra poética precisamente con Las naves en 1959; a este poemario, con el que obtuvo el Premio de Universidades Nacionales, siguieron Sacramentales (1961), Sextantes (1965), Tiempo de los paisajes (1978), El gran poder (1991), Poemas de O Gran Sol (1997), Viajes del sol y la luna (2000) y Poemas crudos (2004). Pero también cultivó el relato: en 1995 la UCV le publicó Puerteños, que ahora, poco antes de la muerte, reeditó Monte Ávila Editores Latinoamericana. Inéditas, deja dos obras más en prosa: Calumnias del espejo, que reúne una serie de crónicas sobre arte, comunicación, cultura y cotidianidad parcialmente publicadas en periódicos y revistas; y Al paso del niño, textos más íntimos sobre recuerdos y sucesos familiares. Estamos seguros de que la revisión, por parte de sus hijos, de los archivos familiares, revelará un tesoro cuando aparezcan las múltiples versiones literarias de los guiones de sus películas, así como los innumerables cuadernos y libretas de notas y viajes que sobresalían siempre de sus bolsillos.

Las ediciones de casi todos sus libros fueron muy modestas; unas hechas por el grupo Tabla Redonda en los años 60; otras, de manera particular o a través de la Asociación de Escritores de Barinas. Humildes como su autor, apenas identificados por la crítica y altamente reconocidos por unos cuantos lectores, los libros que conforman la obra de Guédez esperan una revalorización que comenzará cuando salga El libro de los poemas, la poesía que él mismo reunió y que cuenta con un prólogo-estudio que el poeta nos solicitara, como resultado natural de prolongadas conversaciones literarias y personalísimas que sostuviéramos desde una amistad que se remonta a mi niñez y que me llevó a ser su colaborador en más de un sueño.

En el ensayo La hoguera de otra edad (1982), José Barroeta, reseñando la presencia de Guédez como uno de los fundadores del grupo literario Tabla Redonda, expresa que él “...será uno de los pocos poetas de aquella época que empleará un lenguaje, que sin llegar a lo coloquial nos conduce a los parajes reales e imaginarios del llano”. Su poesía, en efecto, se vale al mismo tiempo de referencias íntimas, cultas, coloquiales, casi siempre con la política como telón de fondo. La presencia legendaria y mítica del puerto fluvial donde naciera es absoluta en sus poemarios y relatos. La aventura de Tabla Redonda, que en los años sesenta significó un salto renovador para la literatura y el arte desde el compromiso político, reunió a varios nombres que, más adelante, defecciones aparte, serán claves en la vida cultural venezolana: Darío Lancini, Ligia Olivieri, Ángel Eduardo Acevedo, Rafael Cadenas, Manuel Caballero, Mateo Manaure, Arnaldo Acosta Bello, entre otros.

La prolífica obra cinematográfica de Guédez, como autor y director de un buen número de largos, medios y sobre todo cortometrajes (en el renglón documental, a través del cine y del video, es considerado pionero y maestro dentro y fuera de Venezuela), describe una trayectoria que fue merecedora del Premio Nacional de Cine en 1994, pero que después de ese premio persistió, casi hasta sus últimos días, en las películas digitales que conforman un extraordinario registro testimonial sobre la vida y la obra de grandes figuras de la mejor poesía venezolana de los últimos tiempos. Entre sus obras cinematográficas más importantes, recordamos La ciudad que nos ve (1966), Bárbaro Rivas (1967), Juego al general (1971), Pueblo de lata (1973), El circo mágico (1975), Panamá (1977), Testimonio de un obrero petrolero (1978), el largo El iluminado (1984), Miguel Ramón Utrera (1991), Orlando (1993), José León Tapia (1999), Juan Sánchez Peláez o la amistad de los poetas (2004), Saludos, precioso pájaro (2005) y otras. Su extensa filmografía está referida casi toda ella a aspectos marginados de la historia y la cultura contemporáneas. Situaciones y personajes ligados a la cotidianidad, sobre todo de los sectores empobrecidos y excluidos de la sociedad, marcan esta obra donde ficción y realidad tienen un registro común y convergente, válido también cuando Guédez puso el ojo y la cámara en artistas y creadores.

Con la desaparición de Jesús Enrique Guédez se cerró, pues, el tránsito físico de un hombre que puso todas sus energías creadoras, todo su corazón en poetizar los lejanos paisajes del alma y la imagen de la Venezuela que lucha y sueña con un mundo mejor. Fue, es y será infinito ejemplo para todos.