Letras
Dos poemas

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Junio tiene nombre de mujer

¿renacerá la flor si se la invoca?
Mairym Cruz Bernall

Me pides ayuda
un remedio para tu reflejo,
pero el calor de los vacíos suda abandonos sobre mi piel
es el eco de tu risa perdida en la cama
donde te tuve desde el espejismo
desde las escamas de mis miedos
o desde mis labios descosidos para los tuyos:
éramos el seudónimo de los amantes sin moraleja.

Las escamas de tu voz me arrancaron los dedos uno a uno
mis muslos quedaron resecos del sándalo expirado
y sigo sudando las cicatrices del nunca jamás
del país de las maravillas en que nunca vivimos
o de la patria de las poetas muertas,
divas en la resaca del exilio a fuerza de verdades
¿renacerá la flor si se la invoca?

Mi noche ya termina y quiero huir
me arranco los pies para no encontrarte,
nuestros sueños se bifurcaron desde la punta de nuestras lenguas
hasta la saliva de las palabras
así como tus pechos me robaron una serenata de despedidas.

El abandono suele llegar sin recetas para curarlo,
al menos, arrojo una botella con mis pasiones ocultas
queriendo morir hasta la última muerte para tenerte
para decirte que el amor todavía puede entrar en palacio
que las otredades peregrinan bajo las sombras, pero tú eres luz.

Junio, como la poesía, tuvo nombre de mujer,
así tú, como yo,
perdona la inmensidad de mis silencios
así como perdonaste el hambre de nuestros recuerdos
cierra la ventana a los dolores,
la duda a tu sangre
los espejismos a tus uñas,
y grítale a los ecos.

No hay recetas para la felicidad pero te invito a un café
tampoco versos que remedien los abandonos pero fumemos juntas
quizás al menos, nuestros adioses se conviertan en cuerpos
y aunque todo sea mentira, al menos estaremos, muy cerca
para sudar siluetas, y juntas nuestros abandonos

al fin de cuentas, nunca te dije que tuviera la respuesta
ni mi poema una moraleja...

 

Daños colaterales: verano del ‘67

“María José, es una niña”.
Dr. Charles Llenza
1 de agosto de 1967

Come on baby, light my fire
Try to set the night on fire

Jim Morrison, The Doors

El llamado de la noche aúlla ante mi espejo de sal
y son tantos los gritos que ensordecen los inicios
como estos cuarenta años de daños colaterales
de cuerpos sin alas
de sangre rebelde de horizontes ciegos
a veces huyendo de muertes irracionales
causando otras tantas,
afortunadamente, no tuve la culpa de todas;
confieso que nací y murió el Che,
René Magritte, Violeta Parra y Ciro Alegría.

Fui la niña que en primavera quiso morir
para renacer un verano quince años después.
y un manantial de peces plateados jugaron al laberinto perdido
efectos colaterales del juego a mamá y papá
no volvieron a ocurrir, soy la más pequeña de tres.

Cuenta la historia los segundos de la manzana
el árbol los sarcófagos de la raíz.
resultando ser necrofílica de ego inusitado
de costumbres unas aburridas, otras aberrantes,
otras que sólo son otras,
de maternal ternura y perversa manipulación.

En efecto
era el año dorado del rock cuando nací
así como nacieron The Doors, Sargent Pepper,
también Pink Floyd y su piper at the gates of down.

Innecesariamente desfloré el verano:
sentí el preciso momento de la luz,
saboreé la sangre liberada a mi paso;
mis dedos hurgaron la guarida por despedir
mi cabeza coronó la entrepierna maternal
daños colaterales: una niña.

Aquí estoy,
diosa porno,
cazadora de palabras por descubrir
de historias por olvidar:
en ese calendario voy borrando los malos amantes
desde el año en que Ho Chi Min le escribió a Johnson
poco después el Surveyor 3 desvirgó la luna
así como Eusebio López se tiró a las trillizas del barrio
y luego el lechero se lo tiró a él.

Era el año internacional del turista
y mi madre sudaba dolores de incertidumbre
al menos me ofrecía la leche de su ternura
y los escritores nuevas profecías.
cien años de soledad en un lugar sin límites
y Albert De Salvo no volvería a estrangular en Boston;
en el grito silencioso de la noche eterna
también nacieron Kurt Cobain, Olga Tañón y Pamela Anderson
como Sara Montiel,
la draga amante de mi antiguo profesor de latín.

Nací escribiente mujer, desordenada leona
peregrina de cuerpos y sombras
apasionada de sueños, gaviotas y faros,
en fin, poeta, cuentista, amante, mujer
sobre todo: madre,
fiel a mis corazonadas y compromisos elegidos
al amor, la palabra y a los duendes
desde este paraíso a mitad de precio
hasta la eternidad de todas las noches

y la muerte final entre en mi palacio.