Sala de ensayo
Jorge Luis BorgesNoción panteísta de Borges
vista a través de los cuentos “El acercamiento a Almotásim” y “Los teólogos”

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En la narrativa de Borges se pueden encontrar algunos temas que suelen ser recurrentes, pues conforman su idea de que la literatura se basa en unas cuantas metáforas. Las nociones panteístas de que “todo está en todas partes y cualquier cosa es todas las cosas”, y “cualquier hombre es todos los hombres”, refiere una visión del cosmos, creado o soñado por “alguien”, que se convierte en un caos imposible de comprender o explicar en el limitado universo del lenguaje, por lo cual la realidad sólo puede ser expresada en símbolos, que es la representación de ese caos.

En el relato “El acercamiento a Almotásim” se plantea la existencia de una novela policial, la primera escrita por un nativo de Bombay. El narrador, simulando que tal novela existe, procede a ofrecer un resumen. Dentro de esa novela, un estudiante de derecho, “de un golpe”, en medio de gente de la clase más vil, percibe en uno de ellos cierta ternura y exaltación, y se obsesiona en encontrar al hombre llamado Almotásim, y emprende una búsqueda frenética que le toma años. Después de las vicisitudes de esa peregrinación, el estudiante llega a una galería y al preguntar por Almotásim, una voz, desde el fondo resplandeciente, lo insta a pasar. Abruptamente concluye el relato; sin embargo se agregan unas notas aclaratorias al pie de página donde se propone la solución del enigma. A través del poema Mantiq al-Tayr (coloquio de los pájaros), se narra cómo los pájaros se abocan a encontrar el Simurg, rey de los pájaros; al llegar a la montaña lo contemplan y perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y todos.

Luego, en otra nota final, se establece la relación del poema con la novela que resuelve la incógnita: las analogías pueden significar la identidad del buscador y del buscado. El estudiante consigue a Almotásim, pero descubre que el hombre que estaba buscando y él son una misma persona. Se establece una inversión de roles donde la identidad del buscado se confunde con la del buscador.

Allí se introduce la idea panteísta de que un hombre es todos los hombres, reflejada en la nota dentro de la nota en la declaración de Plotino del principio de identidad: Todo en el cielo inteligible, está en todas partes. Cualquier cosa es todas las cosas. El sol es todas las estrellas y cada estrella es todas las estrellas y el sol. El relato también infiere que hay una voluntad externa y desconocida que mueve los destinos del hombre y, como en un juego de ajedrez, va moviendo las piezas con soluciones insospechadas. Ese final insospechado sugiere un desplazamiento en el tiempo donde el estudiante fue el Almotásim anteriormente y en el presente hipotético es el estudiante que olvidó su pasado.

Por otro lado, la búsqueda emprendida por el estudiante y su peregrinación, llena de dificultades, pudiera verse como una etapa de iniciación mística para el encuentro con Almotásim, quien tiene “su algo de símbolo” y “es emblema de Dios” (las implicaciones religiosas en el relato, donde se confrontan el Islam y el hinduismo, Borges declara una intención de mostrar el valor estético de las doctrinas religiosas en las posibilidades literarias). Al ser el Almostásim un reflejo del “Todopoderoso está en busca de Alguien, y ese Alguien superior”, imprescindible e igual, denota un tiempo sin fin que circula en forma cíclica donde unas veces el estudiante puede ser Almotásim, como un eterno retorno. Es lo mismo planteado por Heráclito: la vida es un continuo fluir circular en el que al cabo de un tiempo los hechos vuelven y se repiten. Las sugerencias a ese desplazamiento en el tiempo o el espacio del personaje están inscritas en el resumen de la obra en la edición titulada “Un juego de espejos que se desplazan”, dentro del mismo relato. Igualmente, cuando el estudiante atraviesa dos vías ferroviarias, o “dos veces la misma vía”, sin la certeza de la realidad de su propio desplazamiento. Entonces, si el Almotásim es un emblema de Dios, y el estudiante es el Almotásim, eso pudiera significar que el estudiante es un Dios, unitario, que se acomoda a las desigualdades humanas y lo acompaña en sus búsquedas hasta que se encuentran cara a cara. Es una sinécdoque, donde una parte es tomada como el todo, un hombre es todos los hombres y es Dios.

Por su parte, en el relato “Los teólogos”, se plantea una temática similar de la noción panteísta que postula la misma idea de que “cualquier hombre es todos los hombres”. Los teólogos romanos Aureliano y Panonia se enfrentan en una batalla secreta contra las herejías. Unos, los monótonos, afirman que la historia es circular y el tiempo es cíclico; los ortodoxos, quienes enseñan que la tierra es cuadrangular, y los histriones quienes dicen que todo hombre es dos hombres y que el verdadero es “otro”, que está en el cielo. En la pugna por imponer sus doctrinas, Aureliano acusa a Panonia de hereje y éste es ejecutado en la hoguera porque las posturas teológicas han cambiado —otra vez, las piezas del ajedrez— y lo que antes combatían, ahora se convierte en la nueva ortodoxia oficial. En un giro —jugarreta de un destino inexorable— las posturas nuevamente cambian y Aureliano muere como había muerto Panonia, por justificar el dictamen que lo había llevado a la hoguera. Al llegar al reino de los cielos, Dios lo habría tomado por Panonia. Aureliano comprende que él y el otro, el ortodoxo y el hereje, formaban una misma persona.

Nuevamente encontramos el planteamiento panteísta de la dualidad y la identidad. En el reino de los cielos, para la divinidad, cualquier hombre es todos los hombres. Dios confunde a ambos hombres porque para él las diferencias religiosas no diferencian a los hombres, y poco le interesan. Las identidades han sido confundidas y el acusador y el acusado, víctima y victimario, son una misma persona. Hay una propuesta de identidad única y universal, que es la aceptada por Dios, en cuyo reino no existe el tiempo, y para él, lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres del mundo físico: “el tratado, límpido, universal; no parecía redactado por una sola persona concreta, sino por cualquier hombre, o quizás, por todos los hombres” (“Los teólogos”, pág. 552).

Borges plantea en ambos relatos su cosmovisión con relación a las teologías de todos los tiempos y el desempeño del hombre en la historia. La reescritura de los tratados antiguos, conocidos o apócrifos, nos obliga a ver en el texto un palimpsesto1 en donde dichas escrituras se influyen mutuamente. Borges ve, como Plotino, que al cabo de los siglos todas las cosas recuperan su estado anterior y que la historia es un círculo, o un laberinto. Algunos planteamientos a lo largo del relato reiteran la idea de ese tiempo circular: “Agustín había escrito que Jesús es la vía recta que nos salva del laberinto circular en que andan los impíos...”, que pertenece al mundo de los hombres y es causa de su perdición, por ello está condenado a ese viaje circular donde Judas volverá a vender al Señor, y es sacrificado muchas veces en infinitos mundos iguales. En los libros herméticos está escrito que lo que hay abajo es igual a lo que está arriba y viceversa, el mundo es un reflejo de un mundo superior. Por ello, tal vez Aureliano cuando ve el rostro de su enemigo el día de la ejecución le recordó al de alguien, pero no pudo precisar el de quién. Era su mismo rostro reflejado.

El narrador (Borges) recoge en el relato las doctrinas de cada fe y cómo ellas se mezclan y confunden, cambiando sus posturas. Las que una vez rechazaron, ahora son defendidas. Los histriones, contaminados por los monótonos, fundaron su doctrina sobre una idea pervertida de que el mundo es reflejo del superior, por lo cual imaginaron que un hombre es dos hombres y que el verdadero es el otro, el que está en los cielos. Por ello Aureliano y Panonia mueren, porque sólo muertos se unirán a él. También imaginaron que nuestros actos proyectan un reflejo invertido (aquí nuevamente la metáfora del espejo) que refleja una oposición, lo dual de las cosas, la ambivalencia de los opuestos: lo real y lo ficticio, lo bueno y lo malo, perseguido y perseguidor, traidor y traicionado, Aureliano y Panonia. Los elementos más dispares y contradictorios, el oxímoron preferido por Borges, son presentados como una unidad incuestionable. Aureliano era de los que afirmaban que el tiempo no tolera repeticiones, al llegar al Paraíso, constata las paradojas de la fe.

Para Borges, la realidad, la historia universal, sólo puede ser entendida por la ley de la causalidad, en una concatenación de causas y efectos, y esa idea recorre toda su obra.2 Borges muestra su escepticismo y visión panteísta del cosmos de una manera erudita, mezclando textos reales (construye laberintos) como la Biblia cristiana y otros, así como supuestos textos apócrifos. Jaime Alazraki, en su libro La prosa narrativa de Borges, comenta que: “Este despliegue de erudición, donde es imposible distinguir lo verdadero de lo falso sin previa verificación, es parte de la batalla por confundir al lector; confundirlo para esforzarlo a aceptar lo falso como verdadero, hasta impedirle definir la identidad de las cosas y hacerle sentir que todo puede ser todo (...). La estructura ensayística es parte del propósito desrealizador no sólo porque lo ficticio es presentado como real, sino también porque creemos leer un ensayo cuando lo que en realidad leemos es un relato fantástico” (Alazraki: 84).

En conclusión, Borges destaca en sus relatos, a veces de manera solapada, otras de manera directa, la doctrina de Plotino del mundo como espectáculo de Dios; también se establece que ese Dios ha dejado su tarea a medio hacer: “Verdaderamente digo que Dios está por crear el mundo”,3 es decir, el mundo ni siquiera ha sido creado, porque ha sido relegado a un dios subalterno, sugiriendo la idea de que Dios ya ha muerto. Ahora bajo un esquema humano —el esquema de Borges— debe tratar de explicar su realidad, que está bajo un esquema divino.

La literatura es el vehículo que tiene Borges, el idealismo de todos los hombres, para expresar, medianamente, el caos de una realidad inexplicable donde el lenguaje se agota. Alazraki dice que: “Borges ha dedicado un ensayo a la idea, de prosapia panteísta, de que ‘una sola persona ha redactado cuantos libros hay en el mundo y de que todos los autores son un solo autor’ ” y que “la historia de la literatura es la historia del Espíritu” (Alazraki: 87), por lo cual la pluralidad de los autores es ilusoria. Como lo infinito no puede ser explicado con el lenguaje finito de hombres, sólo los símbolos4 (laberintos, espejos, etc.), la totalidad, lo general sobre lo individual, los arquetipos, permiten una representación microcósmica del universo.

La noción panteísta permite a Borges, a través de la literatura, mostrar el valor estético de las doctrinas, la metafísica, y su maravilla, quizás desprovisto del propósito teológico. Se supone que las implicaciones religiosas en sus relatos declaran no tanto alguna vedada creencia por parte de Borges, sino el valor estético de las doctrinas religiosas en las posibilidades literarias del panteísmo, pero ¿quién lo puede asegurar?

 

Bibliografía

  • Alazraki, Jaime. La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. 1974. Madrid: Editorial Gredos, 1974.
  • Borovich, Beatriz. Los caminos de Borges. Buenos Aires: Editorial Lumen, 1999.
  • Obras completas de Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Emecé Editores, 1974.

 

Notas

  1. Estrategia literaria explicada ampliamente en el apéndice VII, “El texto como palimpsesto. Lectura intertextual de Borges”, en La prosa narrativa de Jorge Luis Borges, Alazraki, págs. 428-456.
  2. Cabe destacar que el tema que estudiamos en estos dos relatos está presente en otros, tales como “Las tres versiones de Judas” y “La forma de la espada”, por ejemplo. También en “El inmortal” Borges plantea una ética para inmortales cuyo principio es la noción panteísta de que la identidad individual se pierde para ser todos los hombres. Se niega el principio de identidad y se confunde el porvenir y el pasado.
  3. “Los teólogos”, pág. 554.
  4. “El símbolo es una unidad sintética de sentidos entre dos polos opuestos, lo manifestado y lo oculto. El símbolo es una realidad cargada de valores, de emociones, de sueños, de ideales, de vida” (...). “Nace de una experiencia subjetiva pero pertenece al patrimonio colectivo y por eso es comunicable” (...). “Remite a una imagen de naturaleza arquetípica” (...). “Esencia y fenómeno encuentran su realización en el símbolo” (...). “La función del símbolo es según, Goethe, transformar la apariencia en idea y la idea en imagen”. Beatriz Borovich, Los caminos de Borges, pág. 27.