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La soledad presa

Dio dos pasos al frente. Se detuvo.
Demasiado pequeño el calabozo.
Chirrió la puerta el último sollozo.
Sola se vio. Su llanto ella retuvo.

Por la ventana nada se veía,
la luz externa dentro se filtraba,
el cálido sol, sólo se auguraba;
el claro distinguía noche y día.

Deambulan sus ojos por el muro,
su figura se aprecia pensativa,
ambos soles cerró, traga saliva,
de sus pupilas rueda joyel puro.

Se levanta. Un paseo da nerviosa.
Se para. Sigue andando. Se detiene.
Atenta escucha, su hálito contiene.
Defraudada camina lacrimosa.

En el catre se sienta; hondo respira,
resuella, asoma el llanto. Manantiales
afloran gemas. Lúcidos cristales
limpian su corazón mientras suspira.

Las lágrimas lavaron su alma plácida.
Tranquila se alza, mira la ventana,
cielo azul, nube blanca ve lejana;
sólo un trozo de cielo. Visión ácida.

A su celda regresa. Mas pasea,
trajina. La litera es su remanso.
Se levanta, se tumba, halla descanso.
Aburrida bosteza, balbucea.

Cayó la noche triste, despiadada;
de soledad el ansia se acentúa,
cierra sus ojos, sola continúa,
duerme, sueña, se siente desolada.

Se mezclan la acidez y la amargura,
aparece con rostro atribulado;
el día en la pared queda marcado,
escrito y confirmado en la clausura.

Pasan días y pasan las semanas,
gana a la soledad por compañera,
ambas juntas soportan la collera,
las jornadas disfrutan como hermanas.

Amanece. Distinto día llega.
Mismas luz, claridad, monotonía.
Vulnera la pared el nuevo día.
Idéntico trajín. La misma brega.

Tumbada sobre el catre absorta mira
el cielo azul, la nube fricativa.
Su memoria el rocío agita, aviva.
Se levanta furiosa. Brama ira.

Ligera marcha, rápido camina,
fuerte pisa, potente ella vocea,
vibra el suelo, paredes tambalea,
su mal humor estalla, se amotina.

En el centro del cuarto mira arriba,
se acerca a la ventana veloz, mira,
la golondrina vuela, raudo vira,
de su campo la pierde, fugitiva.

Cuando salga tendré mi libertad,
como tú cambiaré de territorios,
las noches mudaré de dormitorios,
la amistad gozaré con lealtad.

Posóse un pajarillo en la ventana,
en su pico portaba una ramita.
Se fue. Vuelve. Repite su visita.
En construir su nidal vivaz se afana.

La mujer cada día el nido observa,
a diario al ave acecha. A su hogar huye.
Por engüerar la hembra se recluye,
ni se enfada, ni enoja, ni se enerva.

Cinco pollitos duermen. Llega el padre.
Sobre pescuezos rígidos, que aguantan,
descomunales bocas se levantan.
Impacientes no esperan a la madre.

Vacío el nido un día apareció.
Lo esperaba, lo siente y más le duele.
La fuga a desconsuelo intuyo huele.
Soledad creció. Más sola quedó.

Siempre por soledad en compañía,
¡qué agradable sentirse en su presencia,
cuando las demás brillan por su ausencia!
Si la tristeza ríe, da alegría.

Cielos azules, nubes caprichosas,
aves de vuelos largos, emigrantes,
aire con libertad hendéis, errantes,
esclavas sois de leyes imperiosas.

De libertad privada, libre soy.
En este espacio, cuanto quiero hago,
por el exterior vago, en él divago.
Pero en realidad, gravada estoy.

Media mañana. Alguien me visita.
La puerta se abre, nadie la condena.
“Eres libre. Cumpliste ya tu pena”.
En par el cielo se abre al eremita.

Tristes son las alegres castañuelas,
del villancico su leticia es poca;
renacer a la vida, al fin, me toca.
Correr libre podré con las gacelas.

Alcanzo la ciudad. Hay muchas gentes.
Todos preocupados van con prisas,
perdidas las miradas, sin sonrisas,
pasean su presencia, estando ausentes.

De almas rodeada sola me hallo.
Las personas me empujan, todas callan,
apresuradas marchan, se amurallan.
No me gusta el ambiente. Presto estallo.

¿Donde estás, soledad?, ¡mi compañera!
Allí te abandoné, triste figura.
¡Quién recobrar pudiera tu ternura!
La soledad es más sola aquí fuera.

Noche. La claridad no se atenúa,
la paz de las tinieblas nunca llega,
me encuentro toda sola, sin colega.
¡Amiga!, mi destierro se acentúa.

Triste, la oscuridad ver de la noche,
triste, la claridad no ver del día,
amargura no haberte, ¡amiga mía!
Mañana a verte iré. Tomaré el coche.

¡Mañana! La encontraron solitaria.
Su coche, la oquedad de un viejo roble.
Tuvo su amiga lealtad muy noble.
¡Sola con Soledad!, una plegaria.

 

Nuevo soneto

Sílabas once, los versos contienen
métrica bárbara, rima perfecta,
sexta el acento cadencia detecta,
Cuarta y octava, buen ritmo retienen.

Rimas combinan, estrofas se obtienen,
mezclan estrofas, poema proyecta,
surgen sonetos, balada selecta.
Todos de Italia conocen provienen.

Gusta en la corte, Petrarca lo exporta,
Llegan Boscán y Marqués Santillana,
todos lo estudian, su métrica importa.

Gaita gallega olvidada temprana,
prima y la cuarta con séptima portan
tildes que dan la cadencia lozana.

 

Soneto en gaita gallega

Versos catorce contiene el soneto,
sílabas once con dedos contadas,
tilde acentúa las sextas forzadas.
Fácil nos es contemplar su esqueleto.

Dos serventesios, mejor si cuarteto;
rimas, perfecta o total, abrazadas,
tiento, elegancia al mostrar bien hiladas
frases, ideas, proyecto completo.

Siguen tercetos con rima distinta,
mezclan abrazos, cadenas a gusto,
vierten las musas regueros de tinta.

Halla al final un remate robusto,
sea el adorno que envuelve con cinta,
tajo, razón, reflexión, tiempo justo.

Del soneto me asusto.
Claras ideas haber es preciso,
frases; concepto desnudo y conciso.

 

Juventud

Zejel

Tiene su mayor virtud
la niña en su juventud.

Audaz la niña traviesa
se esconde bajo la mesa,
allí permanece presa
simulando esclavitud.
Tiene su mayor virtud
la niña en su juventud.

Por doquier la niña bulle,
si para, presto rebulle,
por jugar come y engulle
todo hace con prontitud.
Tiene su mayor virtud
la niña en su juventud.

Imposible estarse quieta
se mueve como un atleta,
jacarandosa silueta
se mueve con inquietud.
Tiene su mayor virtud
la niña en su juventud.

La muchacha evoluciona,
su feminismo eclosiona,
se convierte en una dona,
deleita su plenitud.
Tiene su mayor virtud
la niña en su juventud.

 

Décimas

La veleta gira al viento,
en el aire garabatos
graba. Son signos baratos.
Según pongas el acento
aparecerán relatos,
aventuras de piratas,
novelas en separatas.
Disfrutarás las comedias,
te excitarán las tragedias,
cursarás obras novatas.

Se usan palabras agudas
para batallas campales,
también combates navales,
rivalidades sañudas,
lides y riñas triviales.
Por un trocito de tierra
hombres declaran la guerra.
Lejano truena el cañón;
las tropas marchan al son,
el futuro les aterra.

Recurre a palabras llanas:
escribirás poesía
preñada de fantasía,
te runrunearán nanas
rebosantes de alegría.
Su lectura serán mantos
plenos de tropos y encantos.
Nos alzarán de este suelo,
remontando al tercer cielo,
y unirás tus propios cantos.

Si gastas voces esdrújulas,
lenguaje de serafines,
perdido entre los jardines
andarás buscando brújulas
que te orienten a tus fines.
Las palabras cual pinceles
pintarán escenas fieles,
narrarán la realidad
con áspera claridad
mezclando mieles e hieles.

 

La jardinera

Cada día cuando bajo
encuentro a una jardinera
que cumple con su trabajo
regando con la manguera

Madrigal

Ayer, cuando marchaste,
con sus ojos las flores te siguieron,
de sus labios mil besos desprendieron
agradeciendo cuánto les regaste.
Con las brisas jugando,
bailando al son del viento,
al peatón la vista deleitando,
sus corolas luciendo, dando aliento
tapizaron el día.
Olor, color, frescura,
paz, dicha y alegría
diseminó, mujer, tu rociadura.

 

Epitafio

Nada traje a este mundo,
nada pienso llevarme,
sola mi piel ya sobra
para amortajarme.

 

Epitafio

Si en lugar de irme, me sacan,
si incapaz de andar, me llevan,
si mis virtudes destacan...
Gusanos en mí se ceban.

 

El romance

El romancero es el verso
que brota del pueblo llano,
expresa nobles sentires
con corazón en la mano.
Usa vocablos corrientes,
no utiliza el diccionario.
Lo canta alegre el patán
al empotrar el arado,
lo canturrea el labriego
que va delante del carro,
lo entona la espigadora
por rastrojos asolados.
En verano gusto da
oír el cante lejano
que a nuestros oídos llega
con alegre desparpajo,
o nostálgico recuerda,
con acento desgarrado,
las penas y desamores
de las familias del campo.
La zagala que a sus vacas
apacenta por los prados,
aburrida ayer cantaba
cuando llegaba el ocaso.
Al sol hoy canta, y anima
a acostarse más temprano;
encontró amor, y la espera
tras recoger el ganado.
La muchacha alegre afina
soleares y fandangos.
En la copla viaja su alma,
cruza montes y barrancos,
el valle entero se inunda
de aleluyas y entusiasmo.
Joviales las vacas mugen
mientras sacuden su rabo.
De alegrías y contentos
colman las flores el campo.
Hoy en la iglesia repican
las campanas con agrado,
a la parroquia congregan
y demás del vecindario.
La zagala de este pueblo,
con un vecino del campo
se unirán en matrimonio,
oficiará el señor párroco.