Entrevistas
De frente con Camilo Calderón
Plasmando en el lienzo su existencia

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Lo que sé de mí

Qué poco sé de mí / qué nada sé del mundo / qué infame sortilegio me atrapa / me avasalla. / Qué fuerza del destino me guía / que tormento me apabulla / que el grito de mi corazón / no escucho. / Nacimos para vivir / y la muerte nos detiene / qué caverna nos contiene / que a tientas apenas aleteamos. / Cuándo creemos ver la luz / ya no existe. / ¿Entonces / cómo vemos lo visto? / Si ahora son más claras mis imágenes / y más vivos los colores. / Más verá la incertidumbre / la idea de la lumbre nos ilumina / tan solo soñar es viable / “Qué más da si la vida es sueño”. (C.C.)

—Ciento uno es el perfil de su última obra, la que expondrá en el mes de noviembre de este año en el Centro de Cooperación Española en la ciudad de Cartagena, Colombia. ¿Por qué ciento uno?

—Ciento uno es un ciclo que se cierra en principio y fin.

Los materiales utilizados para mi obra son soporte y lona; como material de pigmento el óleo y aceite, incorporo agujas cerbatanas hechas en Macana en el Amazonas por un chamán, también incorporo huesos, que he ido encontrando, hojilla de oro porque considero que nuestros ancestros tenían esa afinidad con el oro, era parte de sus rituales, incorporo un hilo natural de una planta, es con la que coso.

Utilizaré para la exposición una malla de soporte de la instalación hecha por los indios de Puerto Carreño, malla de pesca de 7 x 30 metros que va a contener todos los tambores. El tambor 101 va a girar, éste tiene cara y espalda, no son dos, es uno que gira.

Por otra parte, existen unos que son más densos en materia y hay otros que son un poco más ligeros porque permite como una sinfonía ir ordenando las notas bajas, las notas más altas, las medias, todo eso es parte de una composición musical.

—Hábleme de eso, de la partitura en su obra.

—Yo creo que una instalación como esta tiene que ver como organizar lo que uno sentiría, como una partitura musical, es decir, cómo en un momento determinado uno puede escribir una partitura a través de estos elementos, elementos circulares hechos sobre tambores de bordado en donde se ha tensado la tela y al tener esta forma puesta en el espacio en esa estructura de cruces, porque una malla realmente es un cruce y en cada cruce hay una esquina y esa esquina se puede volver, medianos, paralelos, elementos compositivos.

—¿De dónde viene su trabajo?

—Parte de mi trabajo viene en un caos de la materia que va tomando una corporeidad en el espacio y luego al atravesarlo e integrar las agujas cerbatanas organizo una composición y lo llevo al orden.

Mis manos / imprimen la materia / funden sus marcas / el cromo lo tolera / la divinaciencia en devaneo / aviva el caos / una para eludir el orden / la osadía / y el desempeño en su circulación. / Fin. / Es como un grito de silencio entre un volcán / es como el fragor de la lucha entre opuestos / es ese inquietante instante de equilibrio / de espaldas de la noche / es un contra de la muerte / a la desesperación / exterminio / es un devenir predecible e imposible.

—¿Es pictórica su obra?

—Sí, la obra es pictórica porque yo soy un pintor, pero soy pintor porque tengo el oficio y con ese oficio puedo comunicar; es como un vocabulario amplio con el que puedo comunicar las ideas, sin embargo, yo no podría comunicar lo que quiero comunicar sino a raíz de la pintura que tiene ese carácter absolutamente sugerente. Si entramos en la parte descriptiva tendríamos que entrar en el período de la Ilustración y la Ilustración está cercano a lo literario..., entraríamos a la literatura, cosa que yo no manejo, me quiero quedar sólo en la pintura que es la que me permite sugerir.

—¿Necesita de alguien más para ver realizada su obra?

—Necesito siempre de un cocreador, el público, es quien completa mi trabajo.

—¿En su obra está implícita la vida y la muerte como una constante?

—Siempre. Está en los opuestos: el Eros, el Thanatos, el masculino, el femenino, el Ying, el Yang, el más el menos, el positivo, el negativo, contrapuestos que me permiten crear unas circunstancias.

Entre devaneos y murmullos / atrapo la imagen / tan esquiva / esa sombra de la sombra / siempre vista / siempre ahí / Con estratagemas de ágil guerrero / de cazador de Guinea / de flechero del Vaupés / de corsario de los infiernos / de hacedor de vientos / de atrapa vientos / de asceta u orador. / Con pegajoso lodo de montaña / y nauseabundo aroma de arrecife / espero impertérrita la muerte / siempre la muerte.

—¿En cada trabajo hay una propuesta de mundos que se separan, se alejan..?

—O se funden. Es el ir y venir.

—¿De todas formas en su obra hay un lenguaje de símbolos?

—Sí, pero el hecho de no tener un horizonte, de romper con el límite del horizonte en un trabajo hace que el espacio sea amplio y creo que eso se da por la forma como trabajo. Es como si uno mirara la Tierra desde el firmamento, (¡ojo con esto!), es un símil mirar la Tierra desde el firmamento.

—¿Desde dónde le gustaría mirar la Tierra?

—Desde mí mismo, desde dentro de mí. No hay otra manera de verla.

Anhelo el regreso a la fuente / a lo primigenio / a lo intangible / a lo impensable / a lo inasible. / Lo capturamos a arañazo limpio e impío / esa extraña luz de penumbra / en el que las sombras son como la cueva de Platón / nos da vigor para ensoñar / para poetizar / para amar / para soñar / para danzar / para decir / para gritar / para llorar / para gemir / cuando la voz no alcanza / deviene / Delirio.

—¿Cómo es que puede trabajar ciento uno en este caso y amarrarse al tiempo en cada uno de ellos, con secuencia, sin secuencia? ¿Lo atan en sí?

—Creo que son espacios encadenados, no es más. Es decir, sí hay una percepción tiempo-espacio desde luego, pero en estos, el espacio, porque el espacio es ese que crece, decrece, se ensancha. Si yo hablo de una gestualidad, se da en tiempo consolidado pero lo que genera básicamente un espacio es el plano.

—¿Es una magia lo que lo atrapa cuando se enfrenta a un plano?

—Lo que hay que tener en cuenta es esa sensación de gran libertad para que ocurra, para que se dé.

—¿Plasma allí el sentimiento o existe algo de pensamiento? Aunque dice que no es literario pero sin embargo cada obra puede representar tantas cosas, en este caso los opuestos, el lenguaje encierra muchas cosas...

—Bueno, entonces podríamos decir que lo que queda de todas esas elucubraciones, de todo este pensar, discernir, de la meditación profunda de la vida, del lugar, de las cosas, lo que queda es esa esencia y queda en cada trabajo.

Sí, lo que tú me preguntas es que si hay un resultado...

Yo no puedo escaparme a lo que conozco, sería absurdo, yo no puedo pintar sino lo que conozco. Lo que sí puedo permitir es que el trabajo se resuelva en unos estadios un poco más allá de lo racional. No me preguntes cómo es eso porque tampoco lo sé. Yo simplemente creo que hay una memoria universal, uno vibra dentro de unas determinadas vibraciones, por eso uno captura algunas cosas, de pronto hay en este momento un artista en Nueva Zelanda pintando algo similar sin saberlo; a mí me ha pasado en algunas épocas de mi vida en que estuve haciendo un trabajo y de golpe después de algunos años encuentro que había un artista importante en Alemania y descubro que habíamos hecho las cosas similares en la misma época.

—¿Qué es eso de la memoria colectiva?

—Siempre, ese ayer, hoy y mañana. Sólo existe un falso presente. Para mí futuro y pasado son una misma cosa, ahí uno pilla lo que está pasando en el momento y lo va consignando, no sé si es como una antena que va...

Creo que a los poetas les pasa lo mismo.

—¿No cree que la memoria a veces nos juega una mala pasada?

—Claro. La mayoría de las veces la memoria nos juega todas las malas pasadas. Hay muchos momentos en que no sabemos si es parte de una memoria controlada, prestada o ancestral. Creo que a uno se le cuelan una serie de cosas de la niñez, elementos ancestrales y también creo en la memoria del futuro; no tiene límite, de lo contrario no tendría sentido.

—Su obra encierra un mundo fusionado. ¿Usted pinta lo que huele, respira, ve, toca y siente?

—Uno pinta lo que ama. Hay una parte interesante que es la de Platón en la Alegoría de la Caverna, cuando él de espaldas tiene una serie de presencias de sombras que vienen siendo el mundo ideal y real. Para mí, tuvo una claridad diáfana en mi pensar. Así trabajo yo, de espaldas a una realidad y la percibo y la transmito, porque no estoy trasmitiendo una naturaleza de manera clásica, ajustada, estoy dando unos elementos de un mundo para soñar y un mundo que se hace y se deshace. La mayoría de mis trabajos se va dando de una manera espontánea y libre. Alejandro Obregón me hablaba de la buena cocina y la buena pintura es como saber cocinar.

Simplemente es tener mayor claridad y la claridad es intelectual, producto de una permanente reflexión.

Para qué doblar la esquina / si el devenir sigue siendo el mismo / si esa luz en tu mirada me condena. / Adiós la bajamar / que playones de ensueño tapará / adiós mi corazón / que en constante palpitar / confunde su tan tan con el ruido del tambor. / Ellos dos / nos presagian el lento andar / encuentro con los recuerdos / con las saudades / con los anhelos / con ese tono dorado de arrebol / al final del túnel.

Ya no se trata de pensar en lo puntual, sino una manera de vivir como una lógica vivencial.

—¿Sus propuestas son siempre diferentes?

—Creo que la problemática es siempre la misma, el hombre, el mundo deteriorado. En mi trabajo siempre hay una denuncia implícita, permanentemente estoy cuestionando al hombre y cuando estoy cuestionando al hombre me estoy cuestionando a mí mismo. Nosotros, humanidad, ¿qué estamos haciendo con el planeta Tierra? ¿Qué hacemos para darle comida a la gente? ¿Qué hacemos para existir, para permanecer?

Ese trabajo que ves allí (en esa esquina) —me señala con su índice— es un réquiem por los desaparecidos, sin entrar a panfletario, son elementos muy simples. Hay un luto en el color, en la atmósfera, ese elemento que flota en el espacio, entonces amarra ese luto, porque estamos en un gran cementerio, estamos viviendo en un lugar donde las muertes, las fosas comunes, los desaparecidos, abundan. Ese cuadro salió, cuando lo vi dije: este es un réquiem, pero lo tomo como tal y continúo.

En algún momento pienso: es tan fácil morir pero tan dificultoso vivir, permanecer y hacer... “Dar vida es muy complicado”, continuar vivo es muy difícil, engorroso. Morir es facilísimo y más en un territorio como Colombia en donde somos inmensamente violentos y existe una violencia como si estuviéramos comiendo lava de volcán.

—¿Cree que nos hemos acostumbrado a eso? ¿Nos estamos deshumanizando en ese aspecto?

Creo que nos hemos acostumbrado y pienso precisamente que no nos estamos deshumanizando, justamente nos hemos humanizado hasta el punto de que somos capaces de vivir con la muerte; somos capaces de recrear en las últimas instancias de la muerte, podemos sobrevivir.

Cada trabajo que hago es una cosmogonía representada por color, forma, espacio, en donde llevo el color hasta la última instancia, hasta el límite.

—¿Usted es un artista? ¿Qué hace un artista?

—El artista es una persona que tiene una inmensa necesidad de comunicar, comunica con un lenguaje apropiado, con una técnica impecable, con recursos viables, con un conocimiento que haya acumulado en su vida, no sólo conocimiento leído sino en vivencias. Es esa persona que hace una gran reflexión y produce un texto.

¿Que si soy un artista? Es lo que no he podido saber.

Creo que yo no existo, es una mentira ese cuento de “existir”. Uno es un accidente en el tiempo.

—¿Se considera un hombre con genialidades?

—No. Un hombre común y corriente.

—¿Un ser humano ante todo?

—Sí, lo demás sería una mentira grande.

—¿Cómo le llamó a esta obra?

—Son ciento un espacios y se ha ido volviendo: “Espacios de la memoria”, “Sobrevuelos”, “Dolor de piel” (tenía que ver con las situaciones que se iban describiendo en el transcurso de la obra), “Portal de la memoria”, “Vuelos rasantes” y, en mi bitácora digo: “Diálogos en espejo frente a la bahía de las ánimas”, “Cómplice de elucubraciones y devaneos”.

Un dulce dolor de piel es lo que me queda / es lo que me ataja en el abismo / lo que jalona mi espíritu. / Dejo mis pieles a la deriva / para que un susurro lisonjero detenga mi partida / siempre partida... / En la noche tórrida / el mago me toma de la mano / me frentea al mar / desvanezco y me devengo / otrora / pintor.