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“Gaucho”, por Juan Manuel BlanesGauchos alfabetizados y l’indovinello lugonese

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En los prolegómenos de la payada que sostendrán Martín Fierro y el Moreno, éste se muestra receloso. Por un lado, advierte a los circunstantes que su condición de negro no lo hace menos inteligente ni menos capaz de expresarse, ni tampoco menos digno de que se lo escuche con atención (Martín Fierro, II, xxx, 4037-4048):

De lo que un cantor esplica
no falta qué aprovechar,
y se le debe escuchar
aunque sea negro el que cante:
apriende el que es inorante,
y el que es sabio, apriende más.

Bajo la frente más negra
hay pensamiento y hay vida.
La gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche:
también es negra la noche
y tiene estrellas que brillan.

Tras estas ponderaciones, le advierte implícitamente a Martín Fierro que no está dentro de las reglas de la payada formular preguntas sobre cuestiones de lectura y escritura, ya que él es analfabeto (II, xxx, 4049-4054):

Estoy pues a su mandao;
empiece a echarme la sonda
si gusta que le responda,
aunque con lenguaje tosco:
en leturas no conozco
la jota por ser redonda.

No deja de ser un hallazgo que, en lugar de “No sé leer ni escribir”, diga “en leturas no conozco / la jota por ser redonda”. En cambio, se infiere que Martín Fierro no es analfabeto, pues más adelante (acaso olvidando la advertencia del Moreno, acaso con mala intención) dice (II, xxx, 4371-4378):

Y te convido a cantar
sobre cosas de la estancia.

Ansí prepará, Moreno,
cuanto tu saber encierre
y, sin que tu lengua yerre,
me has de decir lo que empriende
el que del tiempo depende
en los meses que train erre.

Desde luego, los meses que llevan ere (mejor que erre) son todos, menos mayo, junio, julio y agosto.

En esta propuesta halla el Moreno el pretexto, que tanto estaba buscando, para enojarse con Martín Fierro: a su juicio, éste quiere someterlo a una humillación al incursionar en el campo de la escritura (II, xxx, 4379-4390):

De la inorancia de naides
ninguno debe abusar
y, aunque me puede doblar
todo el que tenga más arte,
no voy a ninguna parte
a dejarme machetiar.

He reclarao que en leturas
soy redondo como jota;
No avergüence mi redota
pues con claridá le digo:
no me gusta que conmigo
naides juegue a la pelota.

Antes dijo “En leturas no conozco / la jota por ser redonda”. Ahora introduce la variante “He reclarao que en leturas / soy redondo como jota”, vueltas de tuerca y juegos literarios que corresponden a la inmensa fuerza creadora de José Hernández.

Sea como fuere, lo seguro es que, hacia 1880, los gauchos analfabetos fueran la regla, y los alfabetizados (o semialfabetizados), la excepción.

Sin embargo, Lugones (El payador, 1916) cita una adivinanza que, según él, correría entre los paisanos argentinos (VI):

Los gauchos dicen:

Pampa blanca (el papel).
Semillas negras (las letras).
Cinco vacas (los dedos).
Y una ternera (la pluma).

Me parece inverosímil que paisanos analfabetos —cuya vitalidad estaba centrada en actividades muy diferentes— se detuvieran un solo segundo a formular esos acertijos y símiles de maestra de escuela primaria. Acentúa este sabor de falsedad el empleo del vocablo pampa, que es un término literario y no oral. Lo más probable es que —aun en el remotísimo caso de que el paisano jugara con estos modestos enigmas— dijera campo y no pampa.

Lugones aporta otra cita:

He aquí, por último, una adivinanza albanesa que significa la carta:

“Semillas negras en campo blanco. Las siembras con la mano y las recoges con la boca”.

Algo parecido expresa el “Indovinello veronese” (Adivinanza veronesa), de fines del siglo XVIII o comienzos del IX:

Boves se pareba,
alba pratalia araba,
et albo versorio teneba,
et negro semen seminaba.

Estos versos horrendos —que parecen escritos en latín deficiente— están, sin embargo, en italiano y significan: “Se parecía a bueyes, / blancos campos araba, / y blanco arado tenía, / y negra semilla sembraba”. Constituyen el texto conocido más antiguo en esa lengua.