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Cartas tras las rejas
Extractos

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Carta de un murciélago a su primo ratón

Entrañable primo:

Te escribo esta carta porque nuevamente la tristeza me ha invadido. Sé que me has dicho una y mil veces que debo superarla, y en ocasiones lo logro. Sin embargo, llega un humano y todo el trabajo arruina. De verdad, ya no quisiera estar triste ni llorar ni pasarme todo el día y la noche colgado de este, en ocasiones, frío y solitario techo. ¿Por qué no puedo superarlo? Para ti es fácil decir: “Ve siempre adelante”. ¡Sí! Como tú no sufres la ignorancia del ser humano. Tú puedes dormir tranquilo en tu casa, hurgar en los rincones y hacerte de la comida sin que nadie te moleste. Sólo una que otra mujer loca que grita despavorida con sólo verte. ¿Pero yo? ¿Qué puedo hacer yo? Cuando salgo de mi casa, llamada por ellos escondite, inmediatamente hay alguien que observa, me vigila, me odia. ¡Nunca falta nadie que me vea! Y cuando me tiene, si es hombre dispara, si es mujer algún trasto lanza y si es niño la piedra en mi cuerpo se estrella. Todos tienen la estúpida creencia de que por la noche me posaré en su cuello, sacaré mis afilados y largos colmillos y su sangre beberé hasta dejar sus ojos sin brillo. Si tan sólo me dejaran explicarles que la sangre no es mi alimento, pues sólo los frutos apetezco.

Sólo unos cuantos hermanos beben sangre y cuando lo hacen se inclinan por animales y no seres humanos. Los demás, los otros, somos vegetarianos y a nadie queremos hacer daño. Pero a ellos no les importa y cuando me ven tratan de matarme. Entonces regreso triste a mi cueva... ni siquiera tengo qué comer (aunque al menos yo lo puedo hacer, otros no han tenido la misma suerte).

En verdad, querido primo, no sé qué hacer para superar tanta ansiedad y tristeza que me invade cuando mis hermanos regresan y entre ellos faltan más de tres.

 

Respuesta del ratón a su primo murciélago

Estimado primo:

No sabes cómo lamento tu historia. Imagino tu dolor al ver caer a tus hermanos, pero no creas que mi vida es tan sencilla. ¡No! Yo también sufro de la persecución de los humanos. A veces me corretean por toda la casa sosteniendo una escoba entre sus manos. En cuanto me ven, pegan un grito, y van en busca de cualquier objeto que pueda terminar con mi existencia. En las madrigueras colocan alimento, pero impregnado de veneno y mis hermanos, sin saberlo, lo comen y después los encuentro en cualquier lugar tirados y retorcidos de tan horrible muerte. Otras veces colocan trampas... ¡No sabes cuán espantosas son! Caminas tranquilo por cualquier habitación y de repente, cuando tratas de mover un pie... ¡Sorpresa! El pie y todo tu cuerpo está pegado a esos horribles objetos. Y entre más te mueves más te pegas y cuando ellos se dan cuenta de tu presencia corren felices y a la basura te echan. Entonces ya no hay otro camino que el de la muerte. Vas desfalleciendo poco a poco. El hambre llega y tú pegado ahí.

¿Y qué me dices de los experimentos? Quiénes si no nosotros somos los más solicitados para esos menesteres. No les importa el dolor, el sufrimiento, los cambios en nuestro cuerpo. Ellos sólo quieren resultados y no importan los medios.

¡Ah, querido primo! El ser humano acaba con todo y los animales somos tan indefensos. Pero imagino que su conciencia no está del todo tranquila pues los animales somos fuente de inspiración de miles de cuentos, películas, fábulas y hasta caricaturas. Nos toman a nosotros para hablar de su vida, nos colocan ropas, nos visten de frac, usamos zapatos, vivimos en casas, manejamos carros y hasta comemos con cubiertos. ¡Horrible visión para nosotros si fuera real! En pantalla nos ven simpáticos y adorables y dicen: “Mira qué bello ratón”. Pero cuando nos tienen a la vista tratan de acabar con nuestra vida a como lugar.

Por ello, querido primo, no pienses que mi vida es mejor que la tuya... sufro, sólo que de diferente manera. Cualquier animal que viva cerca de los humanos enfrentará la misma suerte que nosotros y más tarde que temprano morirá.

Cartas tras las rejas, de María Celeste Vargas Martínez, es una serie de relatos para niños.