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Poemas

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última estación

Dame tu mano entonces:
Quiero morir tocando
El extremo más dulce de la tierra...

Juan Gonzalo Rose

Espérame donde el mar se convierte en un animal invertebrado,
puedes ir jugando con las olas
sólo así todo el que te vea pensará que eres una mariposa de sal
cuyas alas cambiarán de color cuando las escamas de la tarde
caigan sobre los parientes que no te miran porque temen saludarte,
espérame, aunque te hayan atrapado las gaviotas
o la ballena perezosa que ha quedado varada,
espérame aunque hayas donado
la última luz de tu vientre a los pescadores.

Y si no deseas ser poseída por la orilla que tanto y tanto temes
—seguramente las nuevas olas serán la última versión del horizonte—
recuerda que si ves asomarse algunas hojas con los bordes calcinados
coagulando la marcha justo a tus pies
lo poco que quede de mí estará cerca.

 

pastor de retazos

Desde ese momento sabía
lo que tenía que hacer.
Los retazos maduros
no se irían por sí solos,
había que removerlos
y sacudir sus fijaciones circulares
teniendo en cuenta una exploración cuidadosa.

Hay que saber frotarse
en tus dominios,
porque me lo advertiste tímidamente:
la cubierta sólo es un pretexto
para ajustar mis yemas
en tu impalpable realidad.

De esta forma me declaro
el pastor de tus retazos
y el único modo de apaciguar mi instinto de siembra
es con un riego de besos
en cada uno de sus detenimientos
que no siguen el curso natural
porque prefieren acompañarte un buen tiempo.

Un día entendí
la razón de los retazos acompañantes:
es difícil aceptar la condición de la distancia contigo,
por este motivo a veces paso a ser
de pastor a retazo
de retazo a pastor.

Mi vocación artesanal consiste
en no distinguir la pasión de esa dependencia.

 

palimpsesto

La cálida locura que produce la ausencia
tiene diversas versiones:
desde los cigarrillos manchados con las ganas de fumar,
el deseo que quema las cosas lejanas como un pretexto repentino
para reemplazarlo todo
hasta el rosario ácido que perfora las glándulas de los débiles.

Pertenecemos después de todo a estas versiones
porque hace mucho que ya no se nos permite la inocencia
tan fácilmente,
como cuando nos sujetábamos de los cabellos que llegaban
hacia nuestros dedos como señales en espirales
o cuando alguien besaba sin miedo alguno
el borde aparentemente clausurado
de nuestros escritos sencillos
            y por ratos muy parecidos
            a modo de un palimpsesto inconfundible.

Pero habrá que esperar que esta locura sea pasajera
cuando el más decidido entre nosotros logre preguntarse:
¿qué hacemos con los corazones enjaulados
mientras nos dejamos morir de esta manera?,
y entonces ya no nos dedicaremos
a sonreírle de memoria a una pared desgastada
o a treparnos a las palabras
como si nos libraran de una extinción eminente.
            Nuestro único pasatiempo será
jugar con la transpiración para volver a ensuciarnos
y en medio del renovado estrago
sentirnos como nunca hemos debido dejar de hacerlo.

 

quisiera

Quisiera adelantarme algunos días
para espiar los bordes de los hechos que aún no suceden
y poder finalmente enroscarme tranquilo.

Quisiera creer un poco más en mí
y apretar con más fuerza mis barandas,
mi cinturón de seguridad,
            si es esta la justa razón que no depende tanto
del pronóstico del clima.

Quisiera no hundirme en los sillones
y jugar con el castillo de baba que ha edificado el sobrino
o en todo caso ser menos cobarde
y levantarme más temprano para el desayuno.

Quisiera evitar las peleas que nunca tengo con mi mujer
y decirle que hemos aprendido con el tiempo,
a pesar de que cada vez que nos tocamos
es el comienzo de todo.

Quisiera saber de qué se trata el misterio
de iniciar esta escritura continua
donde se desea tanto. O por lo menos
            sospecharlo.

 

dimensión desconocida

Hay esa vacilación inexplicable
Cuando el espíritu acerado
Recupera las formas del innombrable
Caos.

Rodolfo Hinostroza

Todo hace suponer que me encuentro atrapado.
El lugar es lo de menos
desde que los colores ya no vienen a reemplazar
la transparencia impalpable.
La velocidad ya no es para el encierro un sustento necesario
porque al detenerme
las cosas que desfilan circularmente también se han detenido,
ser el último en la habitación y olvidar cómo se cierra una puerta
me ha llevado a la única respuesta posible:
soy un parroquiano del umbral.

Bajo estas circunstancias
la memoria se convierte mansamente en un cuerpo cóncavo
donde las líneas convencionales cambian de rostro sin aviso
ni remedio, de allí nace entonces
el deseo de donar el comienzo de los poemas
con la condición de no seguir escribiendo.

Pero no todo se encuentra perdido
ni encerrado, sólo hay que saber calcular
cuándo las pastillas son parcialmente exitosas
sobre los tumores que el corazón hereda
y cuándo la nueva invención de mis contornos
necesita de una oración compartida.
Las manos cruzadas pueden asumir esta labranza pendiente
            y más aun las tuyas
que construyen alegremente la mezcla,
la calma de los días anteriores
y la sencilla porción de nuestras pálidas carnes cuando las ponemos a secar
con la última coordenada de los soles.

Todo hace suponer que me encuentro atrapado.
El lugar es lo de menos
desde que las huellas familiares dejaron de circular.
            Perdona el desorden
pero necesito saber si tus pecas seguirán pastando sobre mi espalda
cuando comience verdaderamente el día.