Sala de ensayo
Del Indigenismo Paternalista al Liberacionista
Modos de ver al indio en la literatura peruana

Tapiz indígena peruano

Comparte este contenido con tus amigos

La exclusión sistemática de las personas nacidas en la sierra del Perú tiene su inicio mucho antes del período denominado “República Aristocrática”, se remonta al comienzo de la Era Republicana, en 1821, y ya existía antes de que se formara la nación, en la época virreinal. En la actualidad, la escisión de la cultura occidental y de la indígena, en el Perú, puede ser observada en los medios de comunicación, en el campo laboral e incluso en la política; en la literatura, sin embargo, no se ha dejado de retratar al campesino de los Andes. Los autores peruanos han escrito sobre estos personajes desde la Emancipación, y los han plasmado de formas diferentes.

Ya sea representando a un indio como el jefe de una comunidad campesina, como un infante que cuenta sus experiencias desde pueblos lejanos, casi fantasmales, o como una chica serrana arribando a la ciudad, los escritores peruanos han encontrado formas de incluir a las personas andinas dentro de sus ensayos, novelas, cuentos y poemas. El gran tradicionista Ricardo Palma, escritor y periodista peruano, los mencionó en numerosas oportunidades en sus famosas tradiciones —sobre todo en las que están ubicadas en la época del Incanato y de la conquista, como La achirana del Inca, Palla Huarcuna, Los incas ajedrecistas, La Mina de Santa Bárbara, entre otras—, y presentó de manera entretenida e ilustrativa a todos los elementos de la sociedad peruana. En el siglo XX, durante los 1920s y 1930s, los indigenistas ya trataban de reivindicar la imagen del indio e iniciaron una tendencia literaria que tuvo al cuento como género substancial. Años después, José María Arguedas no descuidó este tema y también expuso acerca de la realidad andina en sus cuentos y novelas, como Los ríos profundos y Yawar fiesta.

Demos un salto a décadas posteriores. La obra de Mario Vargas Llosa no dejó de mencionar a los provincianos. En la deslumbrante novela Conversación en La Catedral también se toca el tema del racismo y el problema de los inmigrantes que llegan a Lima desde otros lugares del país. Aunque corresponde a una historia secundaria de la trama principal —que, junto a otras, crea una novela total—, en el libro se narra la historia de dos inmigrantes, Cayo Bermúdez y Ambrosio, cuyas vidas, contactos, y ambiciones personales, los conducen por vías alejadas y contradictorias. MVLl, en su literatura, también menciona el tema andino en otros libros, como, por ejemplo, en la novela Lituma en los Andes, que tiene como espacio los misteriosos e inhóspitos Andes, y se presenta a un nuevo actor en ese mundo: Sendero Luminoso. Dadas las consecuencias y los estragos que causó aquel grupo terrorista, no podía ser dejado de lado en los libros.

En las décadas finales del siglo XX, los escritores experimentaron nuevas maneras de personificar al indio, y se valieron de nuevas técnicas y artilugios literarios, que se verán más adelante, para orquestar sus nuevas historias. Dos novelistas contemporáneos, Alonso Cueto y Jaime Bayly, han presentado al indio peruano de maneras particulares: en su novela La hora azul, Cueto lo hace centrándose en la nobleza y humildad de una mujer indígena, enfocándola con una luz positiva y, mas bien, mostrando el lado bajo y cruel de los militares, y también las insensibilidades de algunos civiles; Bayly, por otro lado, en su estilo portentoso, que se asemeja a la oralidad, ha usado personajes indígenas o provincianos para hilar algunas de sus historias —como es el caso de Y de repente, un ángel—, mostrándolos desde una perspectiva más humorística, aunque sin dejar de lado las virtudes positivas de algunos y las fallas de otros, y, de alguna manera, evidenciando el problema de segregación racial en el Perú.

En general, ¿cómo se ha presentado al indio en la literatura peruana? Desde la conquista y durante toda la Colonia, poetas y prosistas dedicaron páginas a tratar el tema del indígena. Esto continuó hasta después de la Independencia. Según Claudio Bogantes, director del Centro de Estudios Latinoamericanos y profesor de la Universidad de Aarhus, Dinamarca, al tratar el problema del indio en la literatura se pueden distinguir tres actitudes marcadas. La primera es el Indianismo, que glorifica y exalta el memorable pasado del Tahuantinsuyo. El problema del Indianismo es que omite el presente, no toma en cuenta la realidad lamentable por la que pasan los indígenas actualmente. Bogantes también explica que ciertos autores indianistas, en algunos casos, mostraban lástima por la triste situación indígena. Tal es el caso de Clorinda Matto de Turner.

El Primer Indigenismo, cuyos principales exponentes fueron una generación de escritores, como Enrique López Albújar (autor de Cuentos andinos, De mi casona, Matalaché, por citar algunos) y Ventura García Calderón (La venganza del cóndor, Peligro de muerte, Semblanzas de América, etc.), fue otra actitud que se diferenció. En ésta, se va dejando de lado la actitud paternalista, típica del Indianismo, y se abandonan las ideas borrosas e inexactas del indio para pasar a retratarlo de modo real; es una tendencia vestida de características propias: se empeña en mostrar al indio desde una “visión externa”, se puede ver su idiosincrasia, su folklore y su cultura desde la superficie.

Bogantes explica, además, que el Primer Indigenismo influenció bastante a Arguedas, quien lo leyó y criticó. Más adelante, conmovido también por los ensayos de José Carlos Mariátegui, Arguedas se volvió representante de la última actitud: el Segundo Indigenismo. Éste trata de retratar al indígena de una manera innovadora para su tiempo, describiéndolo desde el interior de su cultura. Además, tiene una peculiaridad: vincula el inicio de la infelicidad de los indígenas a la situación problemática de la propiedad de la tierra. Durante el siglo XIX y el XX, muchos campesinos indígenas estuvieron subyugados al poder gamonalista y terrateniente. En su publicación “El Área Cultural Andina: dos Arguedas, dos cuentos, dos indigenismos: un análisis comparativo de La muerte de Quilco y de Agua”, Bogantes examina el cuento Agua, de Arguedas. A continuación, un breve fragmento de ese análisis:

“En el relato del Arguedas peruano sí [aparece la esperanza], pues allí se tematiza la oposición de los oprimidos frente a los que detentan el poder, representada por parte de indios, que, al haber estado fuera de la aldea, han cobrado conciencia y han entendido los generalizados mecanismos de explotación a que están sometidos” (Bogantes 2000).

Como se puede ver, Arguedas —el principal exponente del Segundo Indigenismo— manifestó notoriamente la situación de opresión vivida por el indio, y, al mismo tiempo, mostró cariño mesurado hacia ellos.

“José María Arguedas, quien presenta a los indios con mayor simpatía [...] no los idealiza, sin embargo, de una forma tan marcada como sí lo hiciera en sus obras Ciro Alegría, el otro escritor peruano que debutó en 1935” (Bogantes 2000).

Por lo que explica este especialista, podemos ver que el Segundo Indigenismo muestra apego sincero por los indígenas, que puede expresarse puramente como una simpatía, como la que muestra Arguedas, o puede llegar a la idealización, como en el caso de Ciro Alegría. Queda claro que el tema de la opresión nunca se deja de tomar en cuenta.

Nelson Manrique, historiador, sociólogo y periodista peruano, doctor en Historia y Civilizaciones en el École de Hautes Etudes en Ciencias Sociales de París, tiene una visión que es similar a la de Claudio Bogantes. En primer lugar, le da bastante importancia a Clorinda Matto de Turner y a José María Arguedas, los considera íconos del tema y reconoce que innovaron con sus formas de presentar al indígena en literatura. No usa mucho la palabra “Indianismo”, mas bien denomina “Indigenismo Primitivo” al estilo de Clorinda Matto de Turner (Aves sin nido sería una obra esencial de esa clase de Indigenismo) y explica que éste ve al indio como la víctima de una miserable realidad de explotados y explotadores. Además, Manrique, como se puede observar en la siguiente cita, manifiesta que la ambigüedad es una porción esencial del género.

“Aves sin nido no sólo fundó, pues, un nuevo género literario, hace cien años. Planteó también, en toda su dimensión, la ambigüedad esencial que constituye un componente insoslayable del indigenismo [...]” (Manrique 1999).

Este autor también se interesa por un subgénero que muestra al indio desde un punto de vista más crudo, que ve al hombre andino de una manera más lastimera que Clorinda Matto, aunque su objetivo principal no es la burla (ni tampoco es ese el objetivo de Clorinda Matto, claro está), sino mostrar las injusticias y barbaridades que se cometen contra ellos. No cabe duda que este subgénero contrasta con la simpatía y cordialidad que muestran muchos indigenistas.

“[Los ilegítimos, de Hildebrando Pérez Huarancca] en su contenido manifiesto es un vigoroso alegato contra las injusticias sociales de la sociedad peruana, presentadas desde la perspectiva de personajes que viven y mueren en una zona pobre y deprimida de la sierra [...]” (Manrique 1999).

Como podemos notar, con el objetivo de denunciar las injusticias, también se ha plasmado al indio de manera negativa en la literatura, y no sólo mostrando lástima hacia él, sino resaltando su miseria.

Manrique menciona a José Carlos Mariátegui como uno de los escritores peruanos trascendentales que innovaron la imagen del indio en la literatura. Pensamiento similar tiene el doctor Luis Veres, profesor de la Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia, quien ha publicado “La narrativa del indio en la revista Amauta”, “El cielo de cemento”, “La retórica del terror: sobre lenguaje, terrorismo y medios de comunicación”, entre otros. Veres escribe sobre el tema de Mariátegui en “Panait Istrati y la literatura rural en Amauta”. Él explica que, durante los años veinte, la literatura que tocaba el tema del indio provenía mayormente del sector conservador, de los hispanistas. Mariátegui, y los vanguardistas, rompieron con esa tendencia y comenzaron a mencionar al indio de una manera mucho más positiva, más auténtica. Este nuevo estilo fue una especie de reacción al de los hispanistas y buscaba afianzar un “Perú integral”, donde los indios (que eran la mayoría de la población) fueran reivindicados. No obstante, Veres también explica que, dentro del mismo grupo de vanguardistas, existían muchas ideas acerca de la figura del indio, por lo tanto, nunca hubo un consenso, aunque la función del indigenismo era clara para todos.

“Así pues, no es ocioso decir que si ‘el indigenismo cumple la trascendente función de revelar el mundo andino en sus más variados aspectos’, aunque esta muestra se hiciera bajo el prisma de la idealización y el delirio, el marco de la ficción era un buen terreno donde aglutinar los distintos aspectos del universo indígena [...]” (Veres 2001).

Juana Martínez Gómez, licenciada en filología hispánica, doctora cum laude por la Universidad Complutense de Madrid, asesora cultural de la revista Ómnibus y directora de la revista Anales de la Literatura Hispanoamericana, es la cuarta experta citada para ayudarnos a entender este tema. Ella analizó el cuento peruano, desde 1970 en adelante, y revela que, en esa época, se da un cambio, se introduce una nueva visión y se transforman los esquemas tradicionales que existían hasta entonces. La especialista también menciona que, en los cuentos y relatos, el ambiente serrano —el universo indígena, como lo llamó Veres— ha cambiado a partir de esta nueva visión. En la siguiente cita, ella explica de qué trata esta nueva forma de ver lo andino en la literatura peruana:

“[...] conviene señalar que los cuentos de ambiente serrano [a partir de los setentas, coincidentemente un tiempo que marca el final de la oligarquía terrateniente, debido a las acciones de la dictadura velasquista] presentan un mundo andino nuevo en la literatura peruana. Este mundo es representado a través de unas sutiles indicaciones culturales relacionadas, sobre todo, con la presencia viva de la lengua quechua, que incluyen un contenido y dosificado léxico en relación con la toponimia, la flora, la fauna, los oficios, la vestimenta, etc. [...] También la música andina tiene un papel importante en la construcción del ambiente [...] y la inclusión de canciones en quechua como el yaraví y el huayno. Y, sobre todo, son los personajes los que contribuyen con mayor originalidad a una nueva visión de los Andes [...]” (Martínez Gómez 2001).

Como explica la autora, estos nuevos rasgos, la presencia viva del quechua, la música, los bailes, los personajes, entre otros, son los que han hecho que se haya innovado el estilo de describir a los indios y narrar sobre ellos. Por otro lado, la experta también nos revela que hay otro modo de ver a la comunidad andina, una forma que retrata al indio de una manera cerril y salvaje, y ésta puede ser vista en el conjunto de cuentos Las huellas del puma (1990), donde se muestra a la sociedad indígena desde los aspectos más violentos y rurales. Se observan, cómo no, sentimientos valiosos como la valentía, pero, finalmente, es lo bárbaro lo que triunfa. Este estilo, más reciente, es tan sólo otra de las formas recurrentes con las que se retrata a los indios en la literatura peruana.

Hemos podido ver que los escritores peruanos han descrito la realidad del indígena de distintas maneras. Con las opiniones de los especialistas presentados, ahora es más factible responder a la pregunta hecha previamente en este texto. ¿Cómo se ha presentado al indio en la literatura peruana? La respuesta de esta pregunta es muy extensa, al igual que la literatura. Se ha pasado de una visión paternalista a una liberacionista. Claudio Bogantes nos introdujo la idea de tres actitudes literarias, en orden cronológico, con respecto al indio: el Indianismo, el Primer Indigenismo y el Segundo Indigenismo. La primera engrandece el pasado incaico, trata de reivindicar al indio y muestra los atractivos de su cultura, en ciertos casos también muestra las injusticias que se cometen en contra de los indios. El Primer Indigenismo, no obstante, toca el tema de la realidad indígena a fondo, pero desde la exterioridad, mientras que el Segundo Indigenismo se enfoca en la realidad indígena desde su misma cultura, narrando desde el interior.

Nelson Manrique concuerda con algunas ideas anteriores, hablando también acerca de un indigenismo primitivo, que mira al indio de forma lastimera, y también explica acerca de la importancia de la ambigüedad en los relatos de temática indígena y serrana. Además, este autor menciona un tipo de literatura que ve al indígena no sólo con lástima, sino de una manera mucho más depresiva e inclemente. Más cruda. Luis Veres, por su parte, escribe acerca de dos estilos diferentes para mostrar al hombre andino, son dos formas que están en las antípodas y que se confrontaron en los años veinte: el estilo conservador, hispanista, y el estilo innovador, el vanguardista. Finalmente, fue el segundo el que perduró. Este mostraba al indio de una manera positiva y desde su propia cultura andina. Juana Martínez Gómez propone que se ha renovado la manera de ver al indio. Esta nueva visión se ha logrado al incluir elementos de su propia cultura. Además, nos indica que también existe un estilo que retrata al indio de una manera más rústica y agresiva.

De igual manera, las maneras de retratar al inmigrante indio, que llega a la ciudad desde el campo, han sido variadas. Recordemos que, a partir de la década del cincuenta, durante la dictadura militar de Manuel Odría, demagoga y conservadora al mismo tiempo, comenzó la migración masiva de la sierra a la costa, la mudanza intensiva del campo a las urbes, y la literatura no podía dejar eso de lado. De formas positivas, y también negativas, ha sido mostrado ese indio que emigra a la ciudad, ya sea con compasión, o como un ser de espíritu emprendedor y animoso, o de una manera más burlesca y jocosa.

Desde Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner, se inició una forma de ver al indígena como un ser injustamente explotado, y luego se comenzó a dejar de lado el paternalismo y el estilo se desarrolló. Paulatinamente, las formas de narrar fueron adquiriendo más complejidad, y se terminó mostrando al indígena desde el interior de su propia cultura andina. En décadas más recientes, este modelo ha continuado vigente, pero se le han añadido “ingredientes” nuevos a las historias.

 

Bibliografía

  • Bogantes, Claudio. “El Área Cultural Andina: dos Arguedas, dos cuentos, dos indigenismos”, Diálogos Latinoamericanos, número 002, 2000. Disponible en http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/162/16200205.pdf (26 Oct 2006).
  • Bayly, Jaime. Y de repente, un ángel. Barcelona: Planeta, 2005.
  • Cueto, Alonso. La hora azul. Lima: Anagrama/Peisa, 2005.
  • Manrique, Nelson. La piel y la pluma: Escritos sobre literatura, etnicidad y racismo. Lima: Sur/Cidiag, 1999.
  • Martínez Gómez, Juana. “Informe sobre el cuento peruano de finales del siglo (1970-2000)”, El Cuento en Red, Nº 4, 2001. Disponible en http://cuentoenred.xoc.uam.mx/cer/numeros/no_4/pdf/cer4_martinez.pdf (28 Oct 2006).
  • Palma, Ricardo. Tradiciones peruanas. Editorial Navarrete.
  • Vargas Llosa, Mario. Conversación en La Catedral. Barcelona: Seix Barral, 1970.
  • Veres, Luis. “Panait Istrati y la literatura rural en Amauta”, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2001. Disponible en http://www.ucm.es/info/especulo/numero18/panaii.html (29 Oct 2006).