Moriré en Montevideo
“Montevideo, tus calles con luz de patio”.
J. L. Borges.
Un atardecer cualquiera
Invierno adentro —lo sé—
La lluvia golpeando la ventana
Ya sin luz las calles
Rodeado de libros,
Estaré demudado y solo
Escuchando por última vez
Las viejas canciones.
Moriré en Montevideo
—será tiempo entonces—
Ya habré dicho mis versos
Casi nada he guardado
En el cofre del tiempo;
Acaso algún abrazo amigo
Partido por la distancia
Acaso, ¡apenas!,
alguna amarillenta carta de amor.
Galileo, siglo XXI
A Luis A. Carro
El poeta apoya su pluma
Sobre la hoja virgen
—hasta que sangre—
tinta negra, palabras blancas
Y el Planeta vuelve a girar
Sobre su eje de sueños
Que ya han recorrido
Más de media órbita
El poeta escribe —aunque sabe—
Que no está en Pisa
Ni tribunal alguno
Se tomará la molestia
De exigir una retracción
O quemar sus libros en la hoguera
(la Indiferencia es arma de los Poderosos)
Duro destino el mío —piensa—
Sólo un puñado de amigos
Esparciendo al viento
Mis mejores versos
Para atestiguar que intenté
Mover al Mundo.
El otro lado del día
“Constantly risking absurdity / and death”.
Lawrence Ferlinghetti.
Cual acróbata de circo
El poeta se balancea
Peligrosamente en las alturas
Al filo de la realidad
Sus manos aferradas
a una escala de versos,
el poeta prueba el aire
desafiando el vacío
(¿de la vida?)
Y vuelve a saltar sin red,
intentando caer de pie
al otro lado del día.
El alfarero
“Como el barro en las manos del alfarero, así eres tú en mi mano”.
Jeremías 18:6.
De greda parecen los dedos
El torno gira rápido
Entre los fuertes muslos
Es húmedo el taller del artesano
Allí abajo, a solas con Dios,
sentirá crecer el día
Mientras su sudor cae
Sobre la arcilla húmeda.
Moldea, redondea una vasija
O se quiebra antes del horno
Y entonces, el alfarero
Volverá a empezar.