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Poemas

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Aire compartido

Jamás se sabrá cuán claro podrá ser el día y
al fin, el mismo solitario estilo nutre una y otra vez el aire compartido.

En mí, ayer fue almizcle el viento otoñal
pero a la vez, aburrido, el nosotros abrió la puerta de calle
obligándome a pisar afuera
en busca de otro camino, de un abrazo
que construya cariños sin prisa, constante y sonante.

Es posible la idea de vivir sin pisar el mismo suelo siempre
pero el aire es el alma universal
en el mundo, que es un pedazo de tierra.
Y jamás se sabrá cuán claro será el próximo momento
dentro de este aire compartido.

 

Turbio boicot acostumbrado

Camino, ando, respiro, cargada de preguntas
que me preguntan los días, subidas a infinitas, aventureras mañanas
cuando el sol tiene como único orgullo el inventar corajes nuevos
que se esfuman al instante.
Y voy, en cada una de las acostumbradas respuestas
donde no aparece el color del horizonte
sino una nada
que deja, abiertos, a mi alcance, sutiles abanicos de vivencias
exponiéndome ante sus llanuras vacías
que buscan ser estaciones eximidas de tanto turbio boicot
acostumbrado.

Esas, las preguntas de mi vida, que no pueden extenderme la mano
porque están de paso
poseen la propiedad de milagros cotidianos
desperdiciados
que me repreguntan de preguntas. También de noche
y abarcando estrellas, porque quieren salir
de una realidad donde las respuestas pueden hacer cambiar
de un soplo la totalidad de mis facciones
o donde me ven comiendo amaneceres
siempre merodeando la luna, sin acercarme jamás.

Día tras día, todas ellas, mis preguntas, me ruegan
que les envíe antecedentes ciertos y completos
para inculcarme amor con un poder telepático
que no alcanzo a comprender
y yo sólo atino a cansarme, como si mi corazón fuera
un capricho, me aburro, me transformo en una excusa y escapo
para agazaparme escondida en cualquier rincón de mis circunstancias
mientras la exactitud de lo natural exprime los sentidos
y mientras sus ecos fibrilan
suspendidos entre mi alma y todas esas flores, infinitas flores recién nacidas
que yo debo albergar con este miedo a cuestas.

 

Hoy la asfixia me da risa

Tu reflejo repercute en la extensión del silencio.
Sin furia y sin piedad se destruyen los muñecos
opacos de mis recuerdos, y planeas en los huecos
de mi alma errante y loca, que desde el sueño presencio.

Yo, que te vi entre espasmos, soy presentimiento errado
y lucho como una hoja entre tormentas inquietas
buscando desenredar tus apenadas muletas
que despliegan caridad sobre mi esfuerzo gastado.

Esa mañana con niebla, julio perforó de ausencia.
Y, con tu voz poderosa resonándome, ahora advierto
que son tus ojos un verde brillo eterno en mi conciencia.

Hoy la asfixia me da risa, y coloco telegramas
mal escritos en las alas de los duendes de mi infancia
donde les pido que abracen tu aura con filigranas.

 

Vida anaranjada

En un descanso, azar de los minutos
me descascaro, estatua de cansancio
y así, un tiempo igual, tan gris, tan rancio
explota en mil estigmas absolutos

es mala junta, miel y exabruptos
un cancionero digno de Bizancio
que, vengativo, con su desustancio
me obliga a que pague sus tributos

pero soy flor, fénix de la alborada
y antes del fin, final de mis desiertos
un gran jardín expande su enramada

retapizando el suelo de los muertos
hasta que el gris es vida anaranjada
entre un caudal de cielos boquiabiertos.