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Anunciados ganadores del 49º Premio Literario Casa de las Américas

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Los jueces de la 49ª edición del Premio Literario Casa de las Américas emitieron este 31 de enero sus veredictos, tras revisar las 472 obras enviadas desde 24 países en diez intensas jornadas celebradas desde el 21. La lectura de los veredictos se realizó en una ceremonia en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas.

En el género poesía, en el cual se recibieron 223 obras, el jurado estuvo integrado por Carmen Berenguer (Chile), Jorge Boccanera (Argentina), Gustavo Pereira (Venezuela), Juan Manuel Roca (Colombia) y Álex Pausides (Cuba). El premio fue para el poemario La llave Marilyn, de Laura Yasan (Argentina), por tratarse de “una metáfora de la soledad en la ciudad moderna, con un tratamiento original en el que destaca un lenguaje despojado e irónico, entre la imagen y el habla cotidiana”.

Se concedió una primera mención a In vitro, de Nelson Simón, Cuba, y menciones a Todos los cadáveres soy yo, de Cristian Avecillas, Ecuador; Textos de la barbarie, de Juan Cameron, Chile; Traficantes de oxígeno, de Alexis Díaz Pimienta, Cuba y a Exilio en Buenos Aires, de Elena Cabrejas, Argentina.

En el género cuento participaron 148 libros, juzgados por Mario Bellatin (México), Luis López Nieves (Puerto Rico), Humberto Mata (Venezuela), Francisco Proaño Arandi (Ecuador), y María Elena Llana (Cuba). Por unanimidad el premio fue concedido a La furia de las pestes, de la también argentina Samanta Schweblin, quien “alcanza una alta calidad estética, tanto por el conocimiento que demuestra de las técnicas y posibilidades del género, cuanto por la originalidad con que aborda aspectos de la realidad desde diversos enfoques —lo extraño, lo absurdo o lo simplemente cotidiano—, todo ello con un lenguaje al que, más allá de su economía de palabras, sustentan el intenso ritmo interior y un inexcusable aliento poético”.

Los libros de ensayo de tema histórico social, en total 45 obras, tuvieron un jurado integrado por Guillermo Castro Herrera (Panamá), Ana Esther Ceceña (México), Jorge Mansilla Torres (Bolivia) y Mayra Espina (Cuba), el cual acordó otorgar el premio por unanimidad a El etnotexto: las voces del asombro, de Hugo Niño, Colombia, “en virtud de que proporciona una valiosa herramienta de incorporación de la creación cultural de los grupos, hasta ahora, subordinados, en el análisis histórico de los nuevos sujetos sociales que están dando forma al siglo XXI latinoamericano. El etnotexto, generado por los sujetos de raíz indígena y afroamericana, es colocado a la altura de las expresiones lingüísticas de la cultura occidental, impuestas como universales por los dominadores, puesto que no guarda con ellas una relación jerárquica sino que es producido por formas de pensamiento de calidad y genealogía diferentes”.

En esta categoría se concedió una mención especial a Hacia una historia de lo imposible. La revolución haitiana y el “libro de pinturas” de José Antonio Aponte, de Juan A. Hernández (Venezuela), y menciones a Leyendo en colores. Lecturas racializadas de literatura hispanoamericana, de Maria Candida Ferreira de Almeida (Brasil) y a Imágenes del Nuevo Mundo en la Relación de Viaje (1599-1605) de fray Diego de Ocaña, de Beatriz Carolina Peña Núñez (Venezuela).

En la categoría de Literatura Brasileña se recibieron 37 obras. El jurado, integrado por José Luis Jobim, Livia Reis y Ricardo Rezende acordó por unanimidad otorgar el premio al libro A globalização da natureza e a natureza da globalização (La globalización de la naturaleza y la naturaleza de la globalización), de Carlos Walter Porto-Gonçalves por su “análisis del impacto de la globalización sobre el medio ambiente, en un recorrido que abarca desde la periodización del “sistema-mundo moderno colonial” hasta las críticas a las nociones establecidas sobre “desarrollo-tecnocracia y poder”, la demografía, el hambre y la “geopolítica del neoliberalismo ambiental”, con una argumentación sólida y elaborada en un lenguaje bien cuidado discursivamente, con una bibliografía actualizada y pertinente”.

Hubo también menciones para A literatura na poltrona. Jornalismo literário en tempos instáveis, de José Castello y para O ex-leviatã brasileiro. Do voto disperso ao clientelismo concentrado, de Wanderley Guilherme dos Santos.

En la categoría Literatura Caribeña en francés o creole el jurado estuvo integrado por Françoise Moulin (Francia), Rafael Rodríguez Beltrán y Yolanda Word (ambos de Cuba) y la decisión, por unanimidad, favoreció a la novela Les dieux voyagent la nuit (Los dioses viajan de noche), de Louis-Philippe Dalembert, Haití, que el jurado calificó como “un libro novedoso en su estructura que funde presente y pasado a través de una memoria que transita por espacios diversos. Con un lenguaje intenso e imaginativo se narra una historia personal marcada por conflictos íntimos insertos en la realidad haitiana”.

Se concedió una mención de honor a la novela Une heure pour l’eternité, de Jean-Claud Fignolé, y menciones al libro de relatos Le testament des solitudes, de Emmelie Prophète y al poemario Caïques, de Joël des Rosiers (los tres de Haití) y a la novela Brisants, de Max Jeanne, Guadalupe.

En otra categoría, la Casa de las Américas otorgó, por séptima ocasión, los Premios Honoríficos a libros relevantes de autores de nuestra América o sobre temas latinoamericanos, en los géneros de poesía, narrativa y ensayo. Este año participaron libros publicados en 2005. El Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada lo recibe Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia, de Héctor Díaz Polanco (República Dominicana); el de Poesía José Lezama Lima, En un abrir y cerrar de ojos, de Óscar Hahn (Chile) y el de Narrativa José María Arguedas, El ejército iluminado, de David Toscana (México).

En el discurso de apertura de las jornadas culturales, el poeta chileno Gonzalo Rojas aconsejó a los poetas: “Oficio y más oficio, mis oyentes, y no sólo iluminación o inspiración como dicen los necios por ahí. Los poemas se arman. Oficio y más oficio. Poe lo sabía, Edgar Allan Poe... Oficio y más oficio, ése es el juego de la poesía, el gran juego incurable: encantamiento y condena. Nadie se cura de ella si te la dan a la palabra... Pero gánala, hombre, con imaginación y con coraje”.

Fuente: Granma