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Poemas

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de ciertos cielos

aquí ni es azul
ni está poblado
es una manta gris
democráticamente aburrida
apenas transitada
por algunas sombras
pero sobre todo
una oleada de melancolía
que repite hasta el hartazgo
que sólo somos islas
sometidas al lento divagar
                                   derivar
de los recuerdos

 

arrebujado

entre dos tiempos
te deslizas bajo las pieles muertas
pues se trata apenas de yacer
de quitarse colores y
calzar los ojos de ciego
desentrañar los murmullos
estirar tanta arrugada geografía de la sinrazón
y quedarse quieto
con esa quietud de las esperas
aun a sabiendas
que nada viene después
que es todo desvarío
este aire
entre dos sensaciones
falsos equilibrios
desnudeces
adonde se cuece el desastre
más triste que la muerte
esta degradación
de cada minuto cada hora cada día
tanta desazón
que sólo cabe en una sonrisa

 

agujeros de sueño

a fuerza de sollozar ausencias
solsticios ajenos
tantas premuras
apenas siento venir los vientos
—los negros vientos
que apuntan desde los primeros pasos
tergiversan
para descolgarse orondos
cuando el aliento se entrecorta
crecen las sombras
y comienzan los tiempos de descuento

voces que apenas disimulan la alegría
inundaciones de optimismo
flujos de suerte
carcajadas
nos llegan desde aquella noche sideral
donde amontonamos sin concierto
temores y chanzas
éxtasis y deslumbramientos
rescoldos de ventura
esos rincones donde se acuclillan
los girones de dicha
las sonrisas perdidas
los versos truncos
y tanta vergüenza que desborda
quiebra los vasos
y sale a embriagar otras venturas
ajena al dolor
agujeros de sueños
despedazados para siempre

 

inventario

esa mano desprendida
caricia suelta avergonzada
ese flaco reír de circunstancias
fue lo que quedó y apenas.

sabíamos que no se vuelve
como cosas que no se recomponen
hay excesos ahora nimios
y olvidos circunscriptos
que dejaron de caber en almanaques.

nos costará hablar en pasado
pero más dolor encima
tendremos en los huecos
esas ideas asesinas
como preguntarnos qué carajo hacemos esta tarde
y las luces iluminen las ausencias
los parques sin paseantes
los pájaros desplumados como cualquier otoño
y no haya tampoco lugar para llantos
ya todos secos y cuarteados
como una bella foto del futuro
que no está, seguro,
pero no faltará a la cita.

 

Despedida

para epifanio madrid díez

un destello de marfil
sonrisa helada para siempre
un nombre irrepetible
acción un paso delante de las coplas
y un resumen que algunos creen macabro
otros sienten necesario
porque esos viajes son largos
el resuello se corta rápido
y la memoria se impacienta hasta dejar caer detalles
importantes y mustios
como aquella gioconda desvaída
con que te fuiste para siempre

de pronto el futuro te cayó como una rosa
y nada fue lo mismo
porque eso es la eternidad.

 

sombras

vuelve a pensar que todo está acabado
y sólo quedan en escena
sombras de viejas permanencias
muñecos rotos
polichinelas
huellas endurecidas
sonrisas desvaídas y pretéritas
tibiezas derramadas sin concierto
y el vaho dulzón
de alguna atmósfera indisipada
que sólo se mantiene a la espera
del sonido final
del estruendo
de una puerta abierta
con su torrente de luz
sus sonidos
su indisciplinado poema del vivir cercano
para cerrar el último capítulo
y hacer que
por fin
el astronauta insomne
cierre los ojos para siempre

 

una de alegría

dispara al viento una sonrisa
un rasgo de sol
una caricia
y regresan los tiempos desdeñados
las viejas costumbres
de mirarte
en este trasluz de primavera
de olores francos
de suavidades dispersas
entre colores y tactos

siempre hay una madrugada de sueño
guardada en un pliegue bien profundo
lejos del dolor
de decepciones
de olvidos e injusticias
donde el futuro aún puede
conjugarse en pasado
los tiempos se cruzan
y uno es niño
ni siquiera el que fue
sino el que quisiera haber sido

hay días así
donde el contento te acribilla a mansalva
tenés ganas de reír
sin perder conciencia de
los negros trazos de la historia cotidiana
esa miserable que teje
redes de dolor
paños de amargura
y ausencias
sobre todo ausencias

 

mano

eso fue el comienzo,
luego la mano hizo
porque conoce todos los gestos
los golpes
las caricias
los desprecios
pero sabe sobre todo ofrecer y quitar
desde el fondo inmemorial
su simple oficio

todo lo sabe y lo conjuga
lo trae a tierra y lo redime
descubre y finge
apacigua
pero se arma en golpe
sorprende y consuela
traduce y crea
ventila
muchas veces aspavienta
se retuerce en desvelos
se disfraza
confunde sabiendas y averías
cruje y se desarma
a ratos tiembla
de apretada desde adentro
confusa y solemne
alhajada y cubierta de esfuerzos
que todo deja huella
en su extraña geografía

la mano vive junto a ti
te prolonga
raras veces se aposenta
protagoniza por naturaleza
trasciende y vende
desnuda
sabe hallar mecanismos y efluvios
tantea sin vergüenzas ni placeres
hace su mundo
y te lo ofrece

sólo hay que dejarla
ponerla en marcha
darle un punto inaugural
             para que todo comience

 

madres

¿de dónde viene ese deseo
manifiesto de vida
que nos lleva a acabar con todo
hacer tabla rasa
recomenzar
con la fe de un fanático cruzado
y construir de nuevo
sin bases ni proyecto
gimnasia amnesia y ritornello?

¿qué madre nos infectó
con ese virus total
insidioso
irreductible
para demoler y retrazar
sobre las ruinas aún tibias
humeantes
idénticos desatinos
inviabilidades
proyectos de miserias
a veces altas y brillantes
meros blancos para otros empecinados
infectados contrario sensu
placenteros nautas de contramano?

desde esta aurora en ciernes
grávida de buenos soles
de vidas compartidas
compartibles
sólo nos queda guardar lo que hicimos
en otros pasajes
en otras galaxias
y ampliar
ampliar
desbordarnos de acción
para que estos tímidos túmulos
meras apiladas
montones informes
se ofrezca y relumbre ante los ojos
pero
por encima de todo
sean techo y lumbre
cobijo
sitios de encuentro
conjugación positiva
y olviden los ritos
las ventajas
las prebendas
las estúpidas ambiciones
de alcanzar eternidades
que haga humanos los pasajes
las confluencias,
los abrazos
y hasta los cabreos
por eso de que somos diferentes
discrepamos
pero todos compartimos los viejos códigos
a pesar de las madres contrabandistas
infectadas
eslabones débiles de esta aventura
que se llama simplemente
vivir.

 

huesos

de siesta en siesta
esas cosas calientes lineales
que te atrapan
en cada sombra
uno busca los gritos que despierten
recuerdos asesinos
nostalgias
pedazos de rencor
y cosas viejas
simplemente para levantar la vista
y revivir
—qué remedio queda—
aquella angustia o soledad o desencuentro
donde el tiempo tropezó
con huesos ciertos.

 

de pasaje

los ángeles se van
sin mostrar la oreja
y uno queda
diciendo pavadas
de vuelta en su rincón
puro ojos sin boca
canciones falseadas
desafinos
incapaz de entender
los dedos de un almanaque
las brisas desmayadas
y tanto grito
como se oye en estos tiempos

los ángeles se van
sin decirte nada
tal vez para correr
hacia otros plenilunios
y uno ya se olvida
hasta de su existencia

los ángeles se van
ya se fueron
y uno choca contra el muro
hasta ayer ausente
ahora todo debe ser
abrirse paso entre las piedras
reunir lo que quede
sortear las nieblas
sonreír para la cámara
y soñar a solas
con mundos poblados de venturas

los ángeles
rebusque de memoria
eran incorregibles
fumaban y bebían
muchas veces blasfemaban
decían nombres
sin tacha y en vano
pero llevaban consigo como escudo
el secreto de la risa

los ángeles tenían
la musculatura apropiada
para vivir de alegrías
la mano tendida
y esa facilidad de ser amigos
apoyar el hombro donde hace falta
y compartir las miradas
cargadas de nubes y futuros
las ganas de vivir
y la lejana idea de ser algo
de servir para algo
de ser más que esta bolsa de huesos
de paladar agriado y vagos recuerdos
que emerge entre murmullos y protestas
cada salida de sol
sin ganas de celebrarlo
simplemente porque los sueños te rechazan
te empujan por ocupar demasiado espacio
y hay un celo vertical
que distribuye los humores
nuestros de cada día

los ángeles se fueron
acaso nunca llegaron
pero era dulce el ensueño
de haberlos creído

 

adónde está

es que siempre me pregunto
dónde está la profunda disidencia
que me roba el tiempo de
contar una a una las marcas de tus labios
de tus ojos
de tus manos
porque esa es la manera
de recordarnos juntos
de compartir siquiera aquel pasado
donde la risa y el llanto
brotaban sin pensar en el futuro
donde el gesto prefería la sonrisa
para distenderse en
las dimensiones posibles
del gesto y el alfabeto
donde todas eran marcas en apariencia indelebles
que sin embargo
pasarían factura sin descaro
hasta vernos reducidos a ésto
dos que se quieren a través de los olvidos
los rencores
los gestos inconvenientes
las palabras
que sólo saben estar juntos
abrazados bajo los vendavales
tratando de mirar otros mañanas
unidos apenas
por las hilachas de estas emociones
que nos arrancan lágrimas furtivas
amapolas virtuales
entre el naufragio y el sueño
y sólo se apagan
en las exhaustas madrugadas
pesadillas y dolores mezclados
raras veces sonrisas
cuando palpita todavía ese rosáceo ocultable
ese candor —aromas de café,
la mesa puesta—
y el deseo de prolongar la modorra  confortable
de otros brazos que son apenas textiles
incapaces de calor de tan extraños

 

pedazos

lentamente
con esa parsimonia de almanaques
que cuelgan en desorden
me voy desviviendo a pedacitos
sin buscar ni que me busquen
sentado a la orilla sin mirar
al paso de tanto y tanto peregrino
sin tener tampoco la noción
de haberme quedado
puro ojos y destellos de contacto
simple enumeración de desastres cotidianos
sin poder juntar los buenos pedazos de balance
los trozos selectos
los retazos presentables
despeinado de almas
reducido a la pinta y los recuerdos
mientras se prepara
un carnaval de petardos y relámpagos
una orgía de espíritus
que escaparán inevitablemente
hacia cimas impalpables
cielorrasos fulgurantes
nubes
y el vacío invade
arrasa con brazos y caderas
te reduce implacable
hasta que sólo queden gargantas
en cuerda viva
incapaces de gritos
confundidas
entre sordidez y gozos
invariables escombros de lo que nunca
fue más que ilusión
desvarío de insomne
—insomne él mismo
demudado

 

decir

uno sabe que está pero se ha ido
irse es quedarse
pegarse a una imagen
  (volver pero soñando
  de tus viajes
           ojos cerrados poros abiertos)
irse es un modo de quedarte
de decir no
de decir a secas

 

odiosos funerales

para aquel compatriota

inquieto de saber tantas cuestiones
microcosmos de color y calenturas
giro en torno de aspavientos
senderos de color
y otras sanciones
porque hay una emboscada que me aguarda
entre esas matas y aquellas convicciones

el morral escrito me desloma
sólo hay que aguantar y aquella apuesta
de que llegue anochecer
y con las luces
equívocas desleídas
hasta indiferentes de relieves y gestos
me mantiene vivo aunque encerrado
entre esa falda almidonada de mañana
y el crujiente uniforme sanguinario

habrá un pizarrón negro
una olvidada
palabra en quechua que
            desdibujada en trazos balbucientes
diga cosas absurdas como respeto
hombre
gente
idolatrías y mazmorras
los nuevos rostros de la esclavitud consciente
y se eche a reír cuando uno roza
gesto postrero de dolor
y aviso de impotencias
ensueños de mañana
cuando todos sabemos que sólo hay una ráfaga
de maloliente rencor
de mala chicha
en manos que olvidaron entre discursos
del valor de haber sido diferentes

nadie ignoraba que allí había el hombre
encerrado de incógnitas
hirsuto desenlace de aquella imagen
desnudo hasta el hueso
capaz de toda entrega
simplemente solidario tal vez errado
pero gesto empedernido de hermandad
—lobo que optó por otro rebaño
por eso perdido en los tumultos
al margen de lo que se debe
ajeno pero nunca extranjero ni intruso
simplemente eso
capaz de mirar pero exento de juicio
un mero hombre
delgado de hambrunas
ahíto de pensamientos
lúcido y
disgustado por eso de morirse
sin que nadie a su lado
comprenda
        que con la ráfaga final volarán en pedazos
        vergüenzas
        miedos de despertar
        placeres
        herramientas
        materiales nobles
        sagradas geometrías
                 amamantadas desde los orígenes
                 desde las primeras caídas del sol
                 las corrientes esenciales
                 el rumor de las aguas bautismales
                 los temblores del otoño inaugural
                 sensaciones de sentirse en vida
                 capaces de situar al hombre
                 a la mujer
                 a sus frutos

entre las cortezas del árbol de la vida
lejos de las fórmicas venturosas
del aparato electrónico
de los simulacros
        que matan desde el extremo de la atmósfera
        pobres robots
        que sólo saben repetir
                 memoria electrónica
                 virtual
                 inútil
                 inhumana
        lecciones imbéciles de cosas viejas
sin tiempo de esperar su propia imagen
apenas carátula
cadavérico presente de los amos
que dejan de jugar
cuando el viento cambia de amuras
y el espectro de la realidad
                  insoportable sino
se echa a morir como una mala reescritura
en ese triste cobertizo de difuntos
miserable
ni siquiera lóbrego
bajo un cielo que será para siempre inhóspito
como una maldita traición
                 como un crimen
como un juicio deshonesto
y perdido
contra la muerte.

 

cantas

cantas a las hojas que fueron
y sin embargo
también tengo mis figuras negras
mis amantes ideales
mis amigas que fueron a estrellarse contra una curva arbolada
cuando sólo ellas lo esperaban
cantas a las hojas muertas
y tengo aún en las manos
el calor de los que se fueron para siempre

cantas
siempre al pasado
cuando un cielo ajeno y limpio me espera
más allá de las playas

cantas
porque el aire se agolpa en tu garganta
y se acumulan las citas
en un espacio inasible
en rincones de viento
allí donde soplan los espíritus
y las buenas vecinas
se regocijan

cantas
porque nada queda más que eso
una nota temblorosa entre las sienes
una fugacidad de pasos
una tiniebla
y la nada recomienza suavemente
como en cada madrugada

 

cenizas

para josé “pepe” ciezar, i.m.

nadie te pregunta ya
de entresijos ni humores
de silencios ni protestas
de pasares ni penas
bastó el fuego final
definitivo
para acabar con esas falsas estructuras
esos huesos de quejumbre
esa inmensa colección de amaneceres y sonrisas
habrá quien te recuerde
eje secundario del aceitado planetario
silencioso a veces
siempre justo
filósofo a ratos
parado en la dimensión de lo presente
anunciador de tragedias
pero más aun oasis
en un mundo apaciguado
de gritos dominados
de sangres en reposo
de pasados incapaces de huellas
diferentes a los toscos
amorosos
recios fundamentos
de lo que llaman vida
conjunción de barro y sueño
la dimensión exacta del dolor
ya no por lo ocurrido
sino por todo el resto

 

de lugares y éxtasis

amo aquella cárcel de cielo
tan alto y tan azul
donde alcurnia y mierda viven de la mano
donde todo se confunde
la alegría es terminal
el asesinato curriculum
la fortuna robo descarado
donde la piedad
la fe
el desparpajo
dejaron de valer
hace tanto tiempo
lo que se dice un hombre

amo esa sociedad que siempre inventa
los valores después
y mientras tanto roba
saquea
miente
sin perder candores
hace perpetuo el regocijo infantil
celebra todos los errores
sahuma su cerebro de sándalos y especias
se onaniza creando
paraísos  ilusiones  tristes pavadas
salta entre dos adoraciones
con bien domesticada destreza
persigue animales legendarios
corre hacia praderas de solodisney
hipermascope y fantavisión
vislumbra colores de más allá de los espectros
envidia carnes saturnales
prefiere sus mugres interiores
mientras protesta
expulsa
vitupera

a quienes ya olvidaron elegir y buscan
en el punto intermedio
entre gargantas y cloacas
el espacio del simple reposar
donde puedan preparan
el salto final hasta la nada

amo esa tierra de contrastes
virgen habituada a tantas exacciones
tapiz de gente
que murmura improperios
mientras marcha mansa hacia el cadalso
descarga final de tanta vida
malograda porque sí
desbaratada entre dos decretos
contratos
acuerdos
connivencias
que grita en el éxtasis y calla de dolor
llora a destiempo
e imagina días de ventura
nada más para seguir imaginando
que puede sonreír
despojada de culpas

amo ese lugar violento
soez
inimaginable
donde se mata sin pensar
como quien juega
donde se piensa sin jugar
como quien mata
donde deslumbra todavía
insensata
la flor de la inocencia