Editorial
El lanzallamas de Robbe-Grillet

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Al cierre de esta edición nos ha llegado la noticia de la muerte de Alain Robbe-Grillet, a los 85 años, como consecuencia de un infarto; se cierra así la vida de un ejemplar mitológico que representaba con extremo vigor el afán renovador del siglo XX, y que no dudaba en jactarse de haber sobrevivido varios años a sus partners de época: Marguerite Duras, Claude Ollier, Robert Pinget, Nathalie Sarraute, Claude Simon. “Soy un dinosaurio, pero todavía estoy bastante bien”, celebraba.

Robbe-Grillet fue, en los años 50 del siglo pasado, el teórico de la nouveau roman, o “nueva novela”, una perspectiva del género según la cual la obra debía prescindir de lo que hasta entonces se tenía por sus elementos definitorios: la anécdota y la psicología de los personajes. Las ideas de Robbe-Grillet, que por supuesto puso en práctica en varias de sus obras, prescribían la ausencia de toda historia como armazón de la novela.

“Como consecuencia”, explica Jean Bloch-Michel en La “nueva novela” (Guadarrama, 1967), “esta novela no debe contener ningún ‘personaje’, lo que significa que los seres humanos que en ella figuran no deben ser tratados como sujetos o protagonistas. Para alcanzar esta objetivación del ser humano en la novela, ésta debe rechazar igualmente la psicología”. La aplicación de esta extraña fórmula sería la marca, por ejemplo, de Nathalie Sarraute, en cuyas novelas, y siempre según Bloch-Michel, “el diálogo se reduce a un diluvio de lugares comunes, de frases hechas, de locaciones familiares o presuntuosas, pero tan frecuentemente empleadas que han perdido ya toda significación”.

Jean-Paul Sartre incide también en este tema cuando prologa la novela Retrato de un desconocido, de Sarraute, destacando el rechazo de la autora hacia lo que él ha identificado como “la mala fe del novelista”, la costumbre de plasmar en la obra no sólo la conducta, sino además los pensamientos, dudas y otras aristas de la razón implícitas de la psique de los personajes: la “nueva novela” sería, de esta manera, la sentencia de muerte del narrador omnisciente, ubicuo y todopoderoso.

Una conveniente ilustración del concepto puede hallarse en El año pasado en Marienbad, el filme de Alain Resnais a la cual precisamente escribió el guión Robbe-Grillet. Un hombre y una mujer se encuentran en una lujosa casa de campo y de su conversación trasciende que un año atrás pudieron o no haber tenido un romance, y que el mismo pudo tener a la población checa de Marienbad como escenario. Todo es impreciso y los personajes, como en las indicaciones de Robbe-Grillet para la novela, carecen de psicología apreciable. Para los curiosos, está disponible una escena en YouTube.

No en otro tiempo que en el siglo XX era posible imaginar una literatura que rompiera de tal forma con toda la lógica que, hasta entonces, se entendía como implícita en la novela. El siglo de la revolución informativa —en la que se inscribe, de manera particular, el cine— trajo consigo el descubrimiento de horizontes literarios que exigían ir más allá de la simple descripción lineal de una secuencia de hechos.

Robbe-Grillet no cambió —quizás ni siquiera esperaba lograrlo— la forma como escribimos novelas. El género no viró indefectiblemente hacia la derogación de la historia ni de la psicología de los personajes. Pero sus ideas, la mayoría de las cuales enmarcadas en una respuesta a la literatura realista, trascendieron como el lanzallamas que incendiaría de experimentación formal la novela contemporánea, contaminando a multitudes de escritores que, en aras de la innovación, producirían ilegibles adefesios escurridizos a la memoria, pero generando asimismo el impulso necesario para el renacimiento del género en la forma de obras que son verdaderos desafíos al lector, desde la primaria Rayuela hasta la bulliciosa y postmoderna Los detectives salvajes.