Entrevistas
Octavio Escobar Giraldo
“A las historias hay que buscarles el tratamiento que mejor se les acomode”
   Fotos: Ana Berta López

Octavio Escobar Giraldo

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El 2007 fue un buen año para Octavio Escobar Giraldo, uno de los mejores escritores colombianos. Su novela histórica 1851 (Folletín de cabo roto) alcanzó varias reimpresiones y Periférica, una joven y exigente editorial española, le apostó a Saide, novela que obtuvo hace más de diez años el Premio Crónica Negra Colombiana, y que con la edición española ha ganado lectores en la península y ha merecido elogiosos comentarios de los resencionistas de diferentes medios. Escobar es un escritor que toma en serio su tarea y que ha relegado a un plano secundario su ejercicio médico para dedicarse de tiempo completo a la literatura. Su prosa es amena y ligera en el buen sentido del término, exhibe un sutil sentido del humor y una ironía seca que le da un toque especial a su obra toda. Aunque ha publicado ya varias buenas novelas, uno de sus libros de cuentos (De música ligera) mereció el más importante premio para el género otorgado por el Ministerio colombiano de Cultura. Ante tales resultados lo primero que se me ocurre preguntarle es si el cuento, género que le granjeó tan justo reconocimiento, ha quedado atrás.

—Claro que no. Es posible que no intente otra vez libros unitarios temáticamente como Hotel en Shangri-Lá o De música ligera, que exigen tanto desde el punto de vista del estilo, pero ya tengo algunas ideas que espero cristalicen en nuevos cuentos y acaba de salir Todos los cuentos el cuento, una compilación de poéticas del género de la que fui gestor. También apareció un cuento mío en Al filo de la navaja: diez cuentos colombianos, la antología que acaba de realizar Juan Gabriel Vásquez para la Unam.

—¿Da la novela mayor reconocimiento, más satisfacciones?

—Desde el punto de vista editorial, sí. Es complicado conseguir que se publique un libro de cuentos y es aun más difícil que alguien se anime a reseñarlo o recomendarlo. Hay un prejuicio o una moda, no sé exactamente cuál de las dos cosas, que aleja a los lectores de textos que pueden leer en el poco tiempo que se supone tienen, y esto obliga a los cuentistas a buscar la manera de dilatar sus narraciones hasta conseguir la extensión suficiente para convencer al editor de que tiene una novela entre las manos.

—¿Lo ha hecho?

—No. Hay un cuento que tengo muchas ganas de ampliar porque siento que cuando lo escribí abusé de la tijera para ocultar mi incapacidad para hacerlo mejor. Espero que la situación haya mejorado.

—Hablemos de Saide. ¿Por qué la novela policíaca? ¿Por qué la novela negra? Tengo la impresión de que hay una tendencia no sé qué tan buena hacia ese tipo de novela, simplemente por creerse que resulta más comercial...

—Esa tendencia existe, por supuesto, pero creo que las posibilidades comerciales de la novela policíaca son importantes en Europa y los Estados Unidos, no tanto en nuestros países. A mí me atrae por varias razones: porque el género negro es una matriz narrativa que siempre me ha gustado por su agilidad y su vehemencia, no sólo en la literatura, también en el cine; porque está al alcance de una amplia variedad de lectores, y esto va más allá del aspecto comercial; porque a las historias hay que buscarles el tratamiento que mejor se les acomode y resulta una manera muy adecuada de hablar de la violenta realidad colombiana, de las injusticias sociales, la corrupción y el crimen organizado sin caer en el lamento, la denuncia explícita o la desesperación.

Octavio Escobar Giraldo—¿Tiene Saide alguna base real?

—Sí. El espacio físico y algunos de los personajes de la novela proceden de mis años de labor médica, en particular de los meses del servicio social obligatorio en una población del Magdalena medio colombiano, una región muy infiltrada por el narcotráfico y el paramilitarismo, pero la narración principal es pura ficción.

—Una de las reseñas aparecidas en España en los meses que lleva el libro de circulación, la califica de obra maestra y resalta las “calidades” del español colombiano. ¿Qué piensas de ese comentario?

—Creo que se refiere al hecho de que no intento escribir en ese español supuestamente internacional —que se me ocurre no es más que un español de traductor— que adoptan muchos escritores hispanoamericanos cuando tienen alguna posibilidad de ser publicados en España. En mis novelas y cuentos no hay bragas ni tampoco tíos, o no ser que ese sea el vínculo familiar específico entre los personajes.

—¿Hay relación entre Saide y Rosario Tijeras?

—Saide es anterior a la novela de Jorge Franco y está escrita de una manera distinta, pero creo que en las dos novelas es evidente la influencia del cine y ambas se ocupan de un mismo momento de nuestra historia reciente, la mía en una población pequeña, la de Jorge en Medellín. Eso también genera diferencias. Lo que sí hicimos los dos, apartándonos de una prevención muy colombiana, fue reelaborar una realidad conflictiva y violenta en nuestras narraciones.

—Algunos críticos lo consideran a usted un autor postmoderno. ¿Cómo compaginar esa clasificación con la novela policíaca?

—No me parece que haya contradicción entre una y otra cosa, todo lo contrario; pero es algo que no me trasnocha. Las clasificaciones obedecen a la necesidad de la academia de ordenar de alguna manera el mundo y uno sabe que tarde o temprano termina en una u otra casilla. Mi próxima publicación en España también será una novela negra, así que es inevitable que me empiecen a considerar un autor del género. La catalogación como postmoderno se debió a mi primera novela, El último diario de Tony Flowers.

—Esa novela, El último diario de Tony Flowers, es contemporánea de Saide. ¿Por qué marcó tanto la apreciación crítica con respecto a su obra?

—Porque cayó en mejores manos. La editorial que hizo la primera edición de Saide no supo qué hacer con una novela policíaca en una época en la que en Colombia no era frecuente que se publicaran, y en el proceso editorial hubo premura y yerros de todo tipo. En cambio a Tony Flowers lo favoreció el interés académico en la postmodernidad. Es probable que surjan nuevas clasificaciones ahora que me atreví a jugar con la historia en 1851.

—¿Cuál Saide es la real: la misteriosa, la sensual, la contrabandista?

—Esa es una decisión de los lectores.

—¿Es posible que reaparezca en otras narraciones suyas?

—Es muy tentadora esa posibilidad.