Letras
Llanera con poeta
Breve contrapunto

Comparte este contenido con tus amigos

Al poeta Wilfredo Carrizales, porque me da la gana

—¡Oye tú, muchacha! Sí, la de rojo. Te ves espléndida, gloriosa en tu verde caballo. Pareces una generala de bronce, una estatua ecuestre en la plaza de un pueblo sin rastro. No me mires así, como una estrella de ángulos precisos, conozco tus violentas crisis de luz y de apagones.

—Si te acercas te doy con el fuete en la cara, y después le digo a mi taita que me quisiste violar, dizque poeta. Poeta fue mi hermano que murió improvisando corríos, viviendo a su manera, contrapunteando con los grandes del llano, y eso que no estudió esas letras que dicen que aprendiste en la universidad.

—Ven, acuéstate aquí conmigo en la sabana, para que nos ilumine la luz de la conciencia universal y terrena.

—Ciencia terrena tendría tu mamá, que te parió y se fue, y te dejó donde los Llamoza, para que te criaran como un señorito en Caracas.

—Pareces una cayena. Ven para que escuches lo que nos susurran los ángeles cuando estamos al borde del abismo.

—Qué va, poeta, de susurros nada y en el abismo menos. Yo estoy plantada como el moriche a la orilla de la laguna. Me cimbro pero no me quiebro.

—Ven, pues, morena iracunda, acicalada, malcriada. Déjame beber en tus ojos la noche.

—Bébase todas las noches que quiera con sus estrellas y sus fuegos fatuos, allá en el aljibe que está afuera, que yo me voy por donde vine en mi caballo rucio, que no es verde ni es de ningún general, sino mío. Arre, Raudal, vámonos, por aquí el aire hiede a poeta ajumao.