Entrevistas
Sandra Comino
“Escribir para chicos es más difícil y complicado”

Sandra Comino

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Conocí a Sandra con motivo del 2º Encuentro Internacional con la Literatura Infantil en Venezuela. Allí se ganó el aprecio de todos por su calidez y simpatía. En el trayecto desde el Aeropuerto Internacional de Maiquetía hasta la ciudad de Valencia, incluida una descomunal cola, y en los minutos libres entre los foros y lecturas del apretado programa del encuentro, tuvimos la oportunidad de conversar y conocernos más. Así supe de su exhaustiva rutina de trabajo, del amoroso desvelo por su jardín y ¡oh sorpresa! por sus hijas adolescentes (ella es muy joven y deben parecer hermanas), y de su inquebrantable fidelidad por el pueblo de su niñez, donde pasa largas vacaciones de verano. Sandra nació en Junín, Argentina. Es escritora y profesora de educación preescolar. Coordina talleres de escritura y promoción de lectura y es miembro del consejo editorial de la revista La Mancha. Entre otros libros ha publicado Así en la tierra como en el cielo, finalista del Premio Norma-Fundalectura, Colombia; La enamorada del muro, Premio A la Orilla del Viento 1999, Fondo de Cultura Económica, México, y El Pueblo de Mala Muerte, Ediciones Garabato, Córdoba.

—¿Sandra, por qué literatura infantil?

—Muchas veces me he hecho esta pregunta y nunca tengo una respuesta única. Está claro que investigo, hago crítica y me muevo en diferentes áreas dentro de la literatura infantil. Si esto predispone que mi escritura se dirija a este campo no lo sé. Lo cierto es que es un terreno donde siento que me muevo como pez en el agua y si tengo que elegir entre los lectores adultos y los lectores niños, me quedo con los niños. Con todo lo que esto significa que no tiene nada que ver con la sencillez, ni la bobería. Al contrario. Creo que escribir para chicos es más difícil y complicado que escribir para grandes y la buena literatura infantil incluye al receptor adulto, por supuesto. Así como la literatura en general bien escrita incluye a los niños. De todos modos cuando me siento a escribir no pienso en el destinatario, sólo escribo. Luego cuando corrijo y a veces con la ayuda de un ojo lector de alguna tercera persona puedo saber para qué franja escribí. De hecho mi primer cuento publicado lo escribí sin pensar en un receptor, y cuando lo publicaron lo hicieron para jóvenes. Y lo mismo con La enamorada del muro, que nunca supe para qué edad lo escribí y está editado para primeros lectores. Luego voy a las escuelas y lo leen hasta en los últimos años.

—¿Qué significa la escritura en tu vida?

—La escritura en mi vida es trabajo, oficio, placer y sustento. Trabajo porque vivo de la escritura. Ya sea de ficción o periodística es con lo que me mantengo económicamente. Sé que, además de ser un privilegio, en mi caso, además, fue una decisión. Oficio porque escribo todos los días desde que me levanto hasta que me acuesto y porque si estoy viajando debo hacerlo y vivo para escribir y escribo para vivir. Placer porque disfruto mucho de esta profesión y sustento porque como te comentaba no sólo porque el dinero que necesito para comer, vestir y vivir, sale de allí, sino porque a la vez es un sustento espiritual también. No sabría qué hacer sin la escritura.

—¿Cómo es tu relación con los escritores, quiénes te han influido?

—Creo que debo aclarar que soy escritora pero antes soy lectora. Tampoco puedo vivir sin leer y soy de las personas que leen de a dos o tres libros simultáneamente y releo constantemente. Tengo que leer mucho por mi trabajo, pero además leo por placer así que el resto del día que no escribo leo. Más bien han reconocido mis lectores algunas huellas de García Márquez y Proust en mi narrativa. Lo digo modestamente y sin pretensiones. Son mis autores favoritos y esa manera de decir sin apuro, con detalle minucioso me lleva a la relectura permanente. Me fascina la novela, sobre todo la del siglo XIX. Las lecturas que me han dejado marcas creo que son las primeras como Gorki, Tolstoi, Flaubert, Cortázar, Carpentier, Gioconda Belli, Nélida Piñón, John Berger, Borges. Ellos me han atravesado y siempre vuelvo a ellos. Y sería más larga la lista y con más mezcla aun de estilos y nacionalidades, porque recortar para una lectora es difícil y además luego recordaré otros autores que no nombré y habré cometido una injusticia. También vuelvo a Benjamin, a Bajtin, que con su teoría me permitieron leer de otra manera. Saramago, Juan José Saer, McEwan, Amos Oz, Kawabata. Me gusta indagar por autores que no son tan populares y que tengan trabajo de escritura. Detesto la literatura comercial y soy muy prejuiciosa. No pierdo tiempo en leer a autores que sé que son comerciales. También mis lecturas de niña me han marcado. Los cuentos de Grimm, Perrault y Andersen y Las mil y una noches. Mi libro preferido a los ocho años, que releí casi hasta el hartazgo, fue El mundo encantado —una edición de la editorial argentina Sigmar—, que hoy tengo en mi biblioteca un poco deteriorada por el uso. Me seducían varias cosas de uno de los cuentos: “Las doce princesas bailarinas”, sobre todo la desobediencia de las hermanas que todas las noches de su vida bailaban hasta destruir sus zapatos. Y también el príncipe pensante que eligió como esposa a una princesa, no por su belleza sino por su inteligencia. Y ella lo eligió pese a ser un príncipe grande de edad. Luego la versión original terminó por cautivarme. De allí puedo decir que mi profesión frustrada fue la de ser bailarina y quedó en mí una fascinación por los zapatos. Otras lecturas: las hermanas Brönte, Charlote con Jane Eire y Emily con Cumbres borrascosas. Luego Heydi, de Juana Spyri, y su continuación Heidi y Peter y Los hijos de Heidi, escritos por otro autor, Charles Tritten, esa situación me desvelaba. Que un autor pudiera continuar una obra de otro sigue siendo un descubrimiento para mí. También, recuerdo las novelas de Louisa Alcott, José Mauro de Vasconcelos, Jorge Ábalos, Horacio Quiroga, De Amicis, Dickens, Jonathan Swif, Mark Twain. Luego en la adolescencia Amalia de José Mármol y María de Jorge Isaacs me introdujeron en la lectura de novela romántica que me fascina y a veces releo.

—¿En este comienzo de siglo, qué tendencias observas en la escritura para niños y jóvenes?

—Es difícil hacer un panorama así de manera ligera. Pero vengo pensando sobre este tema y de hecho es parte de mi trabajo. Creo que hay tres grandes cuestiones que son: una: tiene que ver con el mercado. Se está publicando demasiado y hay una generación de escritores que escriben lo que pide ese mercado, lo que se puede vender. Hay escritores que aceptan escribir por prescripción y los editores los eligen porque se dejan corregir, recortar, porque hay una concepción desde la edición de trabajar con la escuela y porque como consecuencia estos escritores son maleables, no tienen un concepto de lo que es literatura infantil y juvenil y subestiman a los chicos. En este punto mi temor es que todo lo que se logró hasta ahora se desmorone. Dos: hay una especie de virus que les da a las personas que nunca escribieron o que escriben para adultos, que tienen un nieto o un hijo y le escriben un cuento que además le publican. Esto me parece una falta de respeto a los receptores también. No quiere decir que no haya escritores que escriban bien motivados por un niño cercano; ya que hay muchos que sí lo pueden hacer, pero no les sale a todos. Tres: hay una LIJ que resiste y con grandes esfuerzos, de verdad que hacen las cosas bien, que tienen oficio, no aceptan censuras y trabajan el lenguaje.

—¿Qué te dejó el 2º Encuentro con la Literatura Infantil en Venezuela?

—El encuentro de Venezuela me dejó vínculos con adultos y niños que me enriquecieron no sólo como escritora sino como persona. Fue muy integrador y tanto el encuentro con los niños en la escuela, como los chicos de la muestra en el cierre, como la visita a la radio y el intercambio con colegas fue más que interesante. Tengo una pila de libros que me traje de ese encuentro y que disfrutaré en el verano, pues no he parado de viajar desde que regresé de Venezuela y creo que mi último viaje antes de las vacaciones de verano, que en Argentina comienzan en diciembre, es el 6 de este mes. Así que viajaré a Venezuela con mis lecturas mientras disfruto de mis plantas y el calor de mi país.