Letras
Apología del nombre

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I

El mundo, sus formas,
las ventanas, sin reparos,
los espejos y las sombras,
las mañanas y los frutos,
las caras vecinas, los amigos,
los compañeros de siempre
y las visitas a deshoras,
la suerte de saberlo todo,
la suerte de olvidarlo,
el rencor de las tardes,
el devenir de las olas,
la vendimia de las lágrimas,
los silencios postergados,
los minutos perdidos,
las ciudades encontradas,
los edificios destruidos,
los segundos abandonados,
los libros que jamás leo,
las músicas lejanas,
las aves ligeras que habitan mi pasado,
la memoria deslumbrada entre pantanos,
los hijos de los árboles, sus padres heridos,
y todas las cosas, y todas las demás cosas
sobre el mundo,
no son otra cosa que el reflejo de tu nombre.

Tu nombre es una marca, una llaga,
una silueta de mármol y de letras,
palabras que resuenan
en los confines inmediatos de mi pecho.

Los amigos son estelas imposibles.
Saben de mis manos
como de las alondras y los sueños,
saben que te quiero, que me odio,
que soy un fusil con la mirada torcida,
con el blanco en movimiento.
Las palabras son puentes y murallas,
la ira que irrumpe en mi costado,
los acantilados y las sillas,
las puertas entreabiertas,
los añejos vinos,
los caballos, su galope,
las tardes,
tú,
sin mí

 

II

Ahora callan las chicharras,
como de luto o de fiesta.
Probablemente aprendieron el lenguaje de la vida
o el secreto de la sangre.

Otros animales de la noche se detienen entre el pasto,
acechan sin pensarlo,
conocen los caminos,
y aun así deciden detenerse.

¿Qué extraño designio hará que no palpiten?
¿Cuál olvidado sortilegio hará que se despierten?
Los pastos frescos de mi casa
se abren a la espera de otro día.

Aquí estoy. Presto a llamarte
tu nombre palpita en mi boca,
sabe extraño,
su sabor es una fruta enemiga de la carne.

Ahora escucho el tono
al otro lado del teléfono,
me responden las ventanas, las cortinas,
un improbable perro y su mantilla.

La televisión, una esquina,
el último disco, de Cherubini,
la Misa de la Consagración de Mozart,
y de vuelta al tono apagado del teléfono.

A través de la ventana
la noche es un vecino peligroso.

 

III

Quisiera gritar tu nombre
en medio de una plaza gigante y bien despierta.
Tu nombre se desgrana
letra a letra entre mis labios.

No osaría jurar en vano
ni agitar la bandera del martirio.
Sólo puedo augurar,
en esta noche tan cercana,
que la palabra secreta como agua bendita
que se vierte de mi cántaro,
caerá sobre tus pies
y será escuchada por legiones.
Será alabada y estudiada,
pero jamás comprendida;
y sin embargo, será tuya,
romperá el hechizo

De tu nombre al mío
se extiende el dolor y su morada;
y el amor,
como el fuego indolente que es,
poblará nuestros labios
hasta que se extingan.

(de El espejo y la memoria).