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Poemas

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Mano a mano

Doy vueltas y los pájaros me avisan
que estoy equivocado,
que el río que busco está en otro continente,
Ausculto las canastas
de pan en mi mercado
y no encuentro con qué pagar lo que te debo.

Te debo diez veces tus ojos
y cien veces tu sonrisa
Y viajo hasta el Jardín de las Hespérides
Para cobrar y pagarte
Y es como la esquina donde un día
Me hiciste esperar hasta el hartazgo.

Tú me diste dos puñados de gloria
y yo te di un arlequín de oro.
Y nunca quedamos mano a mano,
Siempre me quedo debiendo
te.
Todo el agua del mar
metido en un caracol de nácar,
Todo el viento del sur
metido en las orejas
de un pajarito sordo,
no me sirvió de nada.

Yo hago todo lo posible
Y tú haces todo lo imposible
para no saldar cuentas.

Aunque te enojes, amor mío,
Ya no quiero nada contigo.
Creo que lo mejor
es que me vaya.

 

El desierto

Oteaba el Sahara infinito.
silencioso y tierno.
Tenía tu ternura, Hajmala,
y tu silencio.

Cuando tendías sobre la arena,
tu pañuelo dorado,
yo descubría
otro continente.

De la mano,
cruzábamos sus mares,
sus cumbres y sus huertos,
y nos mirábamos
sin decir una sola palabra.

A nadie le constaba
que nos mirábamos
sin decir una sola palabra.

Yo precisaba un notario,
una piedra, un dromedario,
alguien que certificara
que nos mirábamos.
El desierto era un testigo
exageradamente tierno
pero mudo.

Te quiero decir, ahora,
un secreto al oído, Hajmala:
Una tarde de octubre
en tus ojos hermosos
de carbones molidos
se extravió mi vida.

Si la encuentras, Hajmala,
quédate con ella.
Ya no me la devuelvas
Ya no la necesito.

 

La corona del rey

Tengo una copia de la corona
de un rey de Corea,
dinastía Kim o Sung.
Es de oro de 14 kilates
y tiene compartimientos
de esmeraldas
como vitrales,
episodios de su vida
o alféizares.

Se ignora si Kim
fue magnánimo,
tirano o cazador de leones.
Si tuvo eunucos
O una procesión de concubinas.
Si fue invadido por los mongoles,
los chinos
o la locura,
Muy poco se sabe de su historia.
aunque no importa.
Eso pasó a finales del 2000 A.C.

Al filo de mi escritorio
está la copia de la corona
ajena a mis delirios.
Tiene dos alas de oro en punta,
como buscando el cielo.
Y esmeraldas redondas
como racimos de uva.

Cuánta importancia para un reino
disuelto en la distancia.
Cuánto valor simbólico
para un solo hombre,
de quien no quedan
ni siquiera cenizas.
Los poderosos suben como los astros
Y como los astros vuelven a bajar,
dijo Brecht.

Por ser enemigo de grandezas,
prefiero la ternura de una muchacha
o la furia de Brecht,

Como de nada me sirve la corona,
He decidido venderla a un precio razonable:
Tres dólares americanos o cuatro,
Suficiente

 

Inmensa vida

Mejor hubiera sido mantenerme mudo
Frente a tan inmensa pampa de cristal,
solo con canto de perdices silvestres,
relinchos y mi propio silbo primitivo.
Yo no era nada o era todo.
Sobre mi caballo, todo dependía de mí.
Mi caballo no tenía otro rey ni otro paje.
Sólo hablaba conmigo.

Qué grande vi el mundo esa mañana
aunque no sabía su tamaño real.
Qué inmenso era el silencio entonces
Aunque tampoco había cómo medirlo.

Caída de bruces la nevada sobre la jalca
parecía una hacienda de lana escarmenada
que sólo limitaba con las lomas y el cielo.
Yo era demasiado niño para darme cuenta.
de si era Dios el Hacedor de toda esa grandeza.
O quién era

Sólo mi caballo, la puna y yo.
Mi caballo, sin otro rey ni otro paje,
Yo no giraba alrededor de nada ni de nadie.
Todo el mundo giraba a mi alrededor.

Qué hermosa,
infinita sensación cósmica
de mi soledad infantil.

 

Noticia a la distancia

No sé qué harás ahora a la distancia.
Si estás en tu rincón donde mi pena
Volcó más de una vez su ánfora llena
De votos de papel y cartomancia.

No necesito predecir tu estancia.
En el ferrocarril de mi condena,
Recorro tu país de piel morena
Y loo a Dios un premio a mi constancia.

No sé dónde estarás, en qué lagares,
como la uva apachurrada, donde
tu sangre a mis aurículas se esconde.

No sé, paloma-nube, en qué lugares,
Estás, que yo, por perro azul mordido,
Me estoy muriendo de ascos y de olvido.

 

Mi infancia

Mi infancia fue muy hermosa.
aunque pocos juguetes,
muchas responsabilidades.

Al comienzo trabajé
vendiendo fantasías.
A los 13 años, cambié de juego.
Ya me creía adulto.

Trabajé en una hacienda ganadera.
vigilando a 40 ordeñadoras.
de vacas Holstein,
fabricantes de leche.

Las mujeres exprimían las ubres codiciadas.
y llenaban cientos de baldes de zinc.

Todo el mundo me respetaba
como a un viejo caporal.

Hasta que un día se acabó ese trabajo.
Cambié mi vida por otra vida,
Ya no cuidaba a nadie,
Me cuidaban a mí como a un ordeñador
como a un vendedor, mensajero, o dibujante de sueños.
Sudaba tinta
Para ganarme mis salarios.

Cuánto me dolía haber crecido,
Haber dejado de ser niño.