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Poemas

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Escarabajo azul

Recorre mi cuerpo todas las noches
su lento y áspero caminar
aletarga la muerte y pinta en mi rostro
índigo olvido que se disipa
en un sueño profundo y petrificante
y emerge escarlata con el frío alba
cabalga en el viento y se esconde
entre árboles de distena
balbucea la desdicha y revela
los secretos que escondo
dentro de las frustraciones de mis sábanas.

Ocho patas selladas con la
sabia vejez de tus años
cuatro patas vienen empapadas
de la África decadente
y cuatro más, gotean el vino
tinto europeo que quema las entrañas
dístomo, con una boca que guarda
la fidelidad del amor que no existe
y la otra mastica los miomas
tres ojos que iluminan
la grandeza de la inmortalidad
y observan el divorcio del desengaño
una nariz que inhala el oxígeno
del sereno angustiante
y expira la dispareunia del
sueño erótico entrapado.

Bicho místico y fantástico
cómplice de mis miedos e inquisidor
de la locura sigilosa que perfora
mi colchón relleno de historias remotas.
Decapita los escorpiones
y estrangula las serpientes
que amenazan mis sueños.
Lengua añil bípeda enrolla las aceitunas
que guardo bajo mi almohada
para recordar el sabor del olivo
cultivado con bilis negra
regado con lágrimas
abonado con azufre
podado con tijeras de plata
y amado con sórdido bramido.

 

El árbol 30

Se corta el sereno que emerge de tus labios lejanos
el viento borra el polvo de la yerta alegría de ayer
la vida cobra el peaje del largo recorrido
donde andamos por carreteras autistas con peatones
y choferes espectrales que orlan con ramas negras
las vías infinitas del fiscal Orfeo que tañe su instrumento oxidado
entre andrajos y grasa, su cuerpo melancólico divaga
tras la estela del amor olvidado que sólo dejó un celaje.

Busco tras el manto de estrellas la leve esperanza
que todos buscaron en el hades cuando necesitaban respuestas
pero el vacío oscuro e ininteligible agotó mis fuerzas
y el descanso arrulló mi alma en el tibio ataúd del vientre subterráneo
donde la maternidad no te reprende y el silencio es plácido.
Pero como la dicha siempre dura poco, vino el enviado a entregarme
el número del árbol seco que me corresponde
descendimos al 7, me encarcelaron en el tronco 30
mi alma yace escondida y mi piel guindada en la rama 16.

 

Nuestra corrida

Recuerdo el caballo de nuestra corrida
vestido con ornamentos rojos y dorados
se paseaba erguido e imponente
en torno al toro herido

la plaza estaba vacía
y el público ausente
observaba su agonía
yo te preguntaba por el torero
y por el caballo que parecía fuera de sitio

muchas noches vi nuestra corrida
guardada en un libro verde agua
el caballo estaba en la portada
entre las páginas sollozaba el toro
y el torero huidizo, aún no se veía

en mi último sueño supe
que eras tú el torero
y yo el toro ensangrentado
pero el caballo sigue paseando
por mis noches de corrida

 

Vengo de la noche de las semillas

Vengo de la noche del naufragio
de donde viene la tormenta centellante
donde el diluvio ahogó mi isla
para iniciar la sequía
sembró la sed en mi vientre perdido

vengo de la noche ignota
cabalgando sobre pesadillas
y arrastrando mi nombre sobre las piedras
desde las ganas contraídas
enarbolando la paz exhumada

vengo de la noche sulfatada
amando mis difuntos ancestrales
vengo desde la tierra del loto
donde el beso nos consume con sus llamas
y renacemos desde las cenizas del roble

vengo de la noche del silencio
desde la casa húmeda de hiedras
rompiendo estrellas fugaces
para acariciar los cuerpos untados de deseo
vengo de las cimientes de la esperanza remota...