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Secretos de familia

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Era un secreto de familia, por lo tanto, no me pregunten cómo fue a ocurrir tal cosa, pero 38 años después una mujer murió luego de tomar un té de jazmín y un hombre quedó libre a los 80 años para tomar como legítima esposa a su compañera de toda una vida.

Yo estuve ahí, en la boda del novio homeópata, y puedo decir que esa tarde era más soleada que otras, más fragante a jazmines ebrios y más rotunda que otras tardes.

Los cuatro hijos fueron los cómplices de una boda perfecta y en una pequeña capilla desde la que se veía el mar, el menor de todos interpretó el solo de corno francés de Días de vino y rosas y después de la bendición, ellos salieron con el paso vacilante de los novios viejos y atrapados para siempre en la emoción de los deseos cumplidos.

—Qué no haría por ti —le susurró el novio al oído a su mujer antes de subir al automóvil, y ella sonrió con dulzura.

Se tendieron toldos como tiendas árabes bajo los damascos del amplio jardín, y se habían dispuesto 22 mesas adornadas con flores y manteles largos.

Los invitados comenzaron a surgir de fotografías en sepia para abrazar a los novios y desearles larga vida, y se agolparon alborozados para verlos bailar el vals que seleccionó un hijo melómano y excéntrico.

Luego vino el banquete, preparado y servido por un pequeño ejército de empleados vestidos de riguroso blanco y dirigido por la atenta y severa mirada del hijo sibarita, que seleccionó de su propia cava el mejor vino de las viñas más al sur de todo lo que hay en el mundo.

De todo hubo allí, Silg bi labane y Tagine de carne de cordero con ciruelas secas, Keppe, tajin de ternera, shawarma con queso de cabra, aceituna y tomates y traviesas ensaladas mashwia.

El melómano no les dio tregua a los invitados, y trajo a Duke Ellington, Tommy Dorsey, Satchmo y Ella Fitzgerald, para el goce del novio, así, cuando llegó el momento del postre, pastelillos de hojaldre con miel y pistachos, baklawas de amapola y nueces, saraili y mamul, los invitados tuvieron repentinos accesos de remembranzas antiguas, y cuando aún no acababan de reponerse tuvieron que beber licor de menta en minúsculos vasos de chocolate amargo.

Creo que fue en ese momento en que comenzaron a caer damascos peña de oro y a resbalar por los toldos hasta las mesas. Algunos invitados entusiasmados con el aroma estiraban los brazos para cogerlos al vuelo, otros simplemente bailaron Sophisticated lady alrededor de la mesa en que los novios contemplaban la algazara de la boda.

En eso estaban cuando todos se quedaron quietos y sonó una baladisca, entonces de la nada apareció la única hija de los novios, y bailó para ellos entre monedas y velos la música del desierto.

Finalmente vino la estrella de la noche, pasas de corinto, almíbar, huevo moll y nueces maduras, en una torta que estuvo 38 años macerando para ser comida por los novios con los dedos y dándose trocitos por turnos en la boca con los ojos llenos de gozo.

Cuando los últimos invitados se fueron, los cuatro hijos se retiraron discretamente para que los novios bailaran solos entre las mesas vacías, mientras llovían damascos y la luz se filtraba pálida sobre las cabezas unidas.

—¿Sabías amor que la flor del jazmín puede ser venenosa? —preguntó el recién casado a su mujer mientras bailaban.

—Lo sé, habibi, lo sé —le dijo ella, y siguieron bailando sus Días de vino y rosas.