Sala de ensayo
Popol VuhEl lenguaje del Popol Vuh

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Originalmente, el Popol Vuh o Libro del Consejo de los indios quichés se transmitió por tradición oral hasta mediados del siglo XVI, en que fue escrito por un indígena en lengua quiché, pero con caracteres latinos. Posteriormente, el padre Francisco Jiménez, párroco de Santo Tomás de Chuilá, antigua población de Guatemala, lo tradujo al castellano. Más adelante, fue traducido a otros idiomas europeos por algunos estudiosos de los orígenes de las culturas indígenas en América.

En el Popol Vuh se narra sistemáticamente las etapas del pueblo quiché, a modo de una mito-historia, que abarca desde la prehistoria hasta la edad más avanzada. Además, se reconstruye la mentalidad primitiva, así como el desarrollo de las ideas, las artes, las ciencias y la cultura en general de los pueblos autóctonos de América.

La riqueza extraordinaria de su prosa poética consiste en esa revelación que se produce, a través de nombres de dioses mayores o menores, que representan las fuerzas de la naturaleza (el trueno es “la huella del relámpago”, el rayo es “el esplendor del relámpago”, ambos son espíritus del Cielo):

“...por los espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. Maestro Gigante Relámpago es el primero. Huella del Relámpago es el segundo”.

Dentro de este marco, centramos nuestra atención en señalar los aspectos más relevantes del lenguaje en el Popol Vuh:

  1. Es un lenguaje simbólico, porque oculta una cosmogonía que no se dirige al pensamiento racional, sino a la mentalidad mágica del hombre. “Este libro es el primer libro, pintado antaño, pero su faz está oculta al que ve, al pensador”.
  2. Es marcadamente poético, porque está lleno de imágenes, metáforas y símiles:
    “Yo el sol, yo la luz, yo la lana (decía orgulloso el Principal Guacamayo). Que así sea. Grande (es) mi luz. Por mí andan, caminan los hombres. Mis ojos, en metales preciosos, resplandecen de ganas, de verdes esmeraldas. Mis dientes brillan en su esmalte como la faz del cielo”.
    “Mi palabra está en mi vientre”.
    “Oh Pluvioso, ¿qué darán las tribus que vienen a pedir tu fuego?
  3. El lenguaje describe y narra el mundo noológico o mítico, como una explicación del origen o la causa primera del mundo cosmológico. En esta perspectiva se justifica el tratamiento maravilloso del mundo extralingüístico, en el que están presentes los dioses destinadores del bien y el mal. Se advierte la pugna constante, la farsa y el engaño entre dioses.
    “A causa del mal que veían en el que se enorgullecía y que él quería hacer a la faz de los Espíritus del Cielo, aquellos engendrados dijeron: ‘No está bien que pase eso; ese hombre no debe vivir aquí, en la superficie de la Tierra. Trataremos, pues de tirar con cerbatana contra ella, introduciremos en ella una enfermedad que pondrá fin a sus riquezas sus jadeitas, a sus metales preciosos, a...’ ”.
  4. El lenguaje es redundante y explicativo. Es usual el empleo de varios sinónimos para cualificarse (por ejemplo: procreadores = engendradores). Este tipo de discurso se repite casi a todo lo largo de la obra.
    “No han podido decir nuestros nombres, de nosotros los Constructores, los Formadores”. “ ‘No está bien’, se respondieron unos a otros los Procreadores, los Engendradores...”.
  5. Utiliza la sustantivación para nombrar a los seres que originan la vida sobre la faz de la tierra, los llamados Constructores, Formadores, Dominadores, Engendradores, los que traerán por primera vez, la Palabra.
    “Sólo los Constructores, los Formadores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, los Procreadores, los Engendradores, estaban sobre el agua, luz esparcida”.
  6. Se apela, con frecuencia, a los elementos enumerativos dentro del discurso narrativo.
    “De tierra hicieron la carne. Vieron que aquello no estaba bien, sino que se caía, se amontonaba, se blandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se fundía...”.
  7. Se alternan los puntos de vista de la narración que por lo general es una voz plural:
    Primera persona:
    “Moled solamente nuestro alimento; no deseamos más que un caldo con pimiento”.
    “Nuestras bocas están verdaderamente secas”.
    Segunda persona:
    “Nos hicisteis daño, nos comisteis; os toca el turno; seréis sacrificados”.
    Tercera persona:
    “En seguida [llegó] el fin, la pérdida, la destrucción, la muerte de aquellos maniquíes [muñecos] construidos de madera...”.

Finalmente, como en todo lenguaje primitivo, el del Popol Vuh es metafórico, es decir, que se expresa por analogías y no puede explicarse racionalmente, sino mediante un pensamiento con imágenes. La metáfora aparece, entonces, no como un ornamento del lenguaje, sino como una fábula o mito. Como en los textos sagrados de las más lejanas civilizaciones, el Popol Vuh ofrece las mayores riquezas en el área de las palabras, en un lenguaje que es eminentemente significativo.