Letras
Llantos

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Llanto por Federico García Lorca

En un paredón de olivos
mataron a Federico,
cien gitanos, sombras negras,
acompañan su martirio.

Corren diez balas de nácar
por su cuerpo inmaculado,
su cuerpo inmarcesible
de algodón destrozado.

Que no quiero verlo, que no.

La luna baja al barranco
dejando enlutado el cielo,
fugaces estrellas lloran
de la tierra al firmamento.

Que no quiero verlo, que no.

En la noche rota vuelan
pájaros ciegos de luto,
alforjas de barro esparcen
el dolor por el aire sucio.

Lágrimas suaves de jazmín
tejen un manto en la arena,
con las sierpes y las raíces,
para recoger su pena.

Que no quiero verlo, que no.

 

Llanto por Miguel Hernández

Colmenar de barro inerte,
habitáculos henchidos
de seres enfermos de muerte,
trajes de huesos vencidos.

En el silencio del alba,
sola la enfermería,
se está rompiendo la calma,
Miguel se moría.

Que no quiero verlo, que no.

Acostado, su pecho abierto,
por donde marcha lentamente
la suciedad que en su cuerpo
rompe su vida y su simiente.

Que no quiero verlo, que no.

Su cuerpo de mármol blanco
da un último suspiro
se asoma ante el barranco
entre él, su mujer y su hijo.

Dos cebollas son sus ojos
que miran hacia el vacío
escribiendo el último verso
con lágrimas de rocío.

Que no quiero verlo, que no.

 

Llanto por Antonio Machado

Rosario de sombras blancas
caminan bajo la nieve,
los pies cubiertos de escarcha
sin calor que los arrope.

Ni el corazón mantiene
el fuego que lo bombea,
ya nada se siente
cuando el frío te rodea.

Que no quiero verlo, que no.

Así caminaba Antonio,
lleva a su madre del brazo
y la sola muerte detrás,
la frontera estaba cerca.

Que no quiero verlo, que no.

Siempre llevaba su gabán
lleno de aromas de un patio,
de un huerto, de un limonero
de Sevilla, tierra natal.

Juntos pasaban las noches,
era su estufa vacía,
guarda en él su último verso,
ya nunca se lo quitaría.

Que no quiero verlo, que no.