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“Morirse es una fiesta”, de Norberto José OlivarLa narrativa actual en el Zulia
Apuntes acerca de la narrativa de Norberto José Olivar

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Venezuela está viviendo en este instante un momento esplendoroso en su narrativa. Esplendoroso y prolífico. Hay un movimiento editorial importante, pero al mismo tiempo, hay una obra que se está levantando con pie firme en el concierto de la literatura hispanoamericana. No creo que sea descabellado hablar de un boom de la narrativa venezolana. Así como ocurrió en América Latina en los años 60; entre editoriales importantes y otras emergentes, entre concursos internacionales, nacionales y regionales, la narrativa venezolana está experimentando un despertar que, curiosamente, viene acompañado con un público de lectores dispuestos a arriesgarse en esta aventura. Además de lo antes expuesto, la Internet ha ayudado a jóvenes que, en otras circunstancias, jamás habrían sido tomados en cuenta para su publicación, ya que ese era un espacio para la élite, para los mismos de siempre.

Una larga lista de nombres, que crece constantemente, viene dando pasos seguros y que aseguran el discurrir del proceso de la narrativa nacional. Nombres como los de Roberto Echeto, Fedosy Santaella, María Ángeles Octavio, José Irimia Barroso, Eloi Yagüe, Israel Centeno, Milagros Socorro, entre otros, ya comienzan a hacerse habituales en los estantes de las librerías y en las discusiones literarias de las universidades y cafés del país. Uno de esos nombres es el que nos reúne: Norberto José Olivar. Olivar es un historiador robado pertinentemente por la literatura. Nació en Maracaibo en 1964 y ejerce el oficio de la escritura y en sus tiempos libres hace las veces de profesor de historia en la Universidad del Zulia.

Su obra está centrada en la narrativa aunque en algún momento intentó la poesía, pero de eso tenemos prohibido hablar. Su primer libro fue una pequeña colección de cuentos llamada Los guerreros (1998) que luego reeditaría con otro nombre y un cuento adicional, El misterioso caso de Agustín Baralt (2000). Desde entonces su narrativa ha estado envuelta entre el discurso histórico, la ficción y, ¿por qué no?, la polémica. En sus escritos aparecen mezclados con implacable maestría personajes históricos de la ciudad y personajes ficticios, lo cual crea en el lector un efecto de duda: ¿será cierto esto que cuenta? ¿Habrá ocurrido así? ¿Dónde comienza y termina la ficción? Su segundo libro fue una novela. El hombre de la Atlántida (2003) aparece avivando aun más la polémica en torno a los temas trabajados por él. La novela pretende ser una especie de biografía no-autorizada sobre Jesús Enrique Losada, el personaje más emblemático de la cultura en la región. Le sigue su segunda colección de relatos, La ciudad y los herejes1 (2004); en ellos, Olivar mantiene su perfil de historiador, además de intenso provocador. Cabe destacar que en este libro aparece, probablemente, uno de los mejores cuentos escritos en la región. Un cuento basado en la vida del oscuro poeta zuliano Ismael Urdaneta, y que Antonio López Ortega toma para que integre una importante antología de la nueva narrativa venezolana. Aparece ese mismo año su segunda novela, La conserva negra. Nuevamente la polémica hace presencia en sus narraciones, en la cual los temas centrales son el paro petrolero de 2002 y sus protagonistas (¿los malos de la película?), la gente del petróleo. Su tercera novela es Morirse es una fiesta (2005), una novelita en la cual Norberto se define como escritor y va más allá, pretende exitosamente establecer su ars narrativa. A partir de ella, si bien el tema histórico no va a desaparecer del todo, pasará a un segundo plano. Los temas comienzan a variar y, quizás su mayor logro, el mundo psicológico de los personajes se vuelve más profundo, intenso y, a veces, oscuro y depresivo. Luego aparece El fantasma de la Caballero (2006), con esta novela vuelve a tejer y destejer la historia de la ciudad a través de su irreverente e iconoclasta manera de contar el pasado de Maracaibo, oculto bajo el manto de la historia oficial y de los intereses creados, perdón por la redundancia.

Luego de La Caballero, Olivar escribe una novela que, por razones completamente desconocidas y de las cuales él se niega a comentar mayor cosa, no quiso publicar. Se habría llamado Las aventuras del Musiú Papillon en Maracaibo. Sabemos que la novela fue culminada, de hecho tuve la oportunidad de leerla, pero nunca apareció y, probablemente, se encuentre perdida para siempre. A estas aventuras inéditas le sigue Un cuento de piratas (2007), una novela corta en la cual Olivar, utilizando el pretexto de los piratas que asolaron las costas maracaiberas, nos habla acerca de historiadores, poetas y escritores que hacen y han hecho vida en la ciudad. Para este año debe aparecer bajo el sello de Alfaguara una nueva novela, cuyo nombre, al momento de escribir este texto, desconozco, pero que surge de lo más oscuro del pensamiento del escritor. Una novela en donde se debate acerca de los conceptos fundamentales y tradicionales de la fe. Una novela sobre vampiros y demonios en donde muchos valores considerados centrales en la vida cotidiana de las familias de la ciudad quedan destruidos, avasallados por la reflexión descarnada de un hombre que busca desarticular los hilos de una supuesta concepción —para él— equivocada de la vida.

La obra de Norberto José Olivar apunta en este momento a transformarse en la más sólida de toda la narrativa hecha en el Zulia, lo cual lo perfila como un escritor de una importancia equivalente a la de Hesnor Rivera en la poesía. Una obra que puede perfectamente dividirse en dos momentos. Un primer momento en donde historiador y novelista conviven para contar la historia secreta de la ciudad, al cual responden los libros El misterioso caso de Agustín Baralt, El hombre de la Atlántida, La ciudad y los herejes y, en cierta medida, La conserva negra. Y un segundo momento en donde, más volcado a la literatura, Olivar reflexiona más profundamente en torno a temas que le atormentan como hombre: el amor, la muerte, el sexo y la existencia de un más allá. Así como también reflexiona acerca de la experiencia narrativa y del concepto de la historia. A este momento responden Morirse es una fiesta, El fantasma de la Caballero, Un cuento de piratas y su última novela que esperamos con ansia. Norberto José Olivar es un nombre al cual hay que seguir, ya que está, a mi juicio, inevitablemente unido al crecimiento y madurez de la narrativa zuliana.

 

Nota

  1. Hago constar a los mal pensados de siempre que este conjunto de relatos apareció un año antes que la estupenda novela La ciudad de los herejes, del argentino Federico Andahazi.