Artículos y reportajes
Zorah Neale HurstonLa reina “hudú” de la literatura estadounidense: Zora Neale Hurston

Comparte este contenido con tus amigos

Intento vivir y morir por mi propia mente.
ZNH.

Mi idea del infierno es pasarme la eternidad tipeando una novela.
ZNH.

Tres décadas después de que fuera sepultada en el olvido, reemerge en Estados Unidos la obra de su primera gran escritora negra, Zorah Neale Hurston, reconocido genio literario cuyas ideas la hicieron controversial tanto entre afroamericanos como entre blancos “liberales”.

He conocido el gozo y el dolor de la amistad honda. He servido y he sido servida. He hecho varios buenos enemigos, de lo que no me arrepiento lo más mínimo. He amado sin egoísmos e incitado el odio con las tenazas candentes del Infierno.

Eso es la vida. He vivido.i

Ha sido “resucitada” por su habilísima biógrafa, una periodista afroamericana, Valerie Boyd, y por la publicación de sus cartas de manos de la perspicaz editora judeoamericana Carla Kaplan.ii Esta alineación explica la buena suerte de Hurston a medio siglo de la muerte ignominiosa que le tocó: en la pobreza, recogida en un hospital cristiano.iii Curioso fin para una mujer audaz que no se distinguió precisamente por su virtud y fe.iv Escribió Ojos durante una estadía de meses en Haití, adonde había ido a fin de aprender de la cultura del voodoo, en la que creía hallar la raíz del hoodoo de New Orleans. Su cuerpo fue enterrado, tras colecta, en una tumba sin nombre.

Boyd y Kaplan, milagreras de esa resurrección, publicaron sus respectivas obras en Nueva York con editoriales de gran peso y casi simultáneamente. La biografía de Boyd sobre esta primera etnógrafa y novelista afroamericana, gran dama de las letras negras de EEUU, es esplendorosa a la vez que eficaz por sus escogidas citas. Otro gran acierto de la biógrafa es haberse enfocado en la principal obra de Hurston, Sus ojos miraban a Dios (1937). Se trata de una novela que se desarrolla en Eatonville, Florida, no sólo el primer asentamiento urbano de EEUU creado y gobernado por negros, sino el lugar donde creció la escritora sureña, nacida hacia 1891:

Yo quería predicar un gran sermón sobre el puesto alto de la mujer de color, pero no había púlpito para mí. La libertad me encontró con una bebé en los brazos. Así que yo me dije: “tomaré una escoba y una olla y trazaré un camino en el desierto para ella. Y ella expresará lo que yo sentí”. Pero, de alguna manera, ella perdió de vista el camino, y de pronto me encontré con que tú estabas en mis brazos. Y pues te tenía que acunar por las noches, me dije: “voy a guardar el texto para ella”. He estado esperando mucho tiempo, Janie, pero nada de lo que he tenido que pasar es demasiado si tú te puedes poner de pie en ese lugar alto que yo soñé (palabras dirigidas a la protagonista de Ojos por la abuela que la crió).v

Hoy reclamada por el feminismo y el afroamericanismo, Hurston no fue, en su era, representante de ninguno de estos dos bandos, sino una escritora controversial a la que ambos atacaron.

Sus coetáneos Richard Wright y Ralph Ellison, escritores negros, comunista el primero, fueron feroces en sus diatribas contra esta mujer que se permitía expresar dudas sobre el New Negro, el negro que renació culturalmente con el Harlem Renaissance de los años veinte, en Nueva York.vi Les irritaba especialmente porque Zora había sido parte del grupo, de hecho la única sureña de los literati que se autodenominaban niggerati (de nigger, nombre basado en el peyorativo para los negros).vii La persona negra de este “renacer” se asumía como creador y creación a la vez —ya con la música, el arte o la escritura— y se sentía confiada en sus facultades, orgullosa de sus ritmos sincopados, ávida de color africano y caribeño, deseosa de explorar el habla y cultura del “Negro farthest down”, como ella decía, “el negro de más-abajo” del sur estadounidense.viii El elemento izquierdista —latente entre los del grupo Harlem y predominante en W.E.B. Du Bois, “el negro de Harvard”— nunca echó raíces profundas entre los niggerati y de hecho propició la desafección entre sus filas. Este grupo de bohemios no deseaba crear propaganda política, ni enfrascarse en activismo alguno salvo el de los “locos veinte”, los años de los clubs de jazz, de alcohol, droga, y experimentación sexual, los imbuidos del espíritu blasfemo del modernismo y la avidez de destruir la civilización victoriana, que aún pervivía entre los negros.

[Los comunistas en vano se esfuerzan por reclutarnos para sus filas; no entienden que] el Negro de EEUU es el individuo con mayor ambición de salir de su clase social (“the Negro is the most class-conscious individual in the United States”).

Es el “Why the Negro Won’t Buy Communism”, “Por qué el negro no compra comunismo”; dice:

[Nos intentan “vender” al] miserable campesino ruso que sorbe sopa de repollo y calza deformes botas de fieltro: no tiene significación alguna para nosotros [este tipo soviético, ni nos conmueve, y no lo entienden] (artículo de 1951; Boyd 408).ix

Nacionalista, pero cosmopolita y culta, Zora desatendió los consejos del marxista Du Bois, “Dr. Dubious” (el Dr. Dudoso).x “No pertenezco a esa escuela de negritud plañidera que gime contra la mala pasada que les jugó la Naturaleza al hacerlos negros”. En vez se izó como una ondeante bandera de “color”, para que la humanidad pudiera aprender de la mujer negra y admirarla.

Zorah Neale HurstonLos negros educados la criticaban por haber expuesto al lector blanco el habla de los negros pobres del Sur Profundo, el “Deep South” estadounidense, transcribiéndola fonéticamente.xi Otros se sentían incómodos ante el modo descarnado en que Zora, con la sencillez de una cópula prohibida, revelaba a la pareja negra como cómplices en la sumisión de la hembra a manos del varón, y el posterior desprecio hacia la víctima, secuela inseparable. Unos y otros coincidían con los marxistas en que la obra de Hurston era un “show” burlesco, folklórico y humillante.

Las feministas de la época tampoco se sentían cómodas con estos Ojos demasiado penetrantes. La protagonista, Janie Crawford, negra pobre y no tan joven, lejos de tener relaciones solidarias e inspiradoras con las otras negras, las enfrentaba como a rivales envidiosas y desventajadas, cerradas en una competición inmisericorde por el hombre negro a quien idolatran. El dios de ellas es sacrificado por la mujer negra a la que intentó matar.xii Esa compartida idolatría de las mujeres de Eatonville, se resume bien en la frase que da título a la novela Ojos:

Parecían estar clavando los ojos en la oscuridad, pero sus ojos miraban a Dios. (“They seemed to be staring at the dark, but their eyes were watching God”).

Hurston revelaba el panorama de las relaciones entre negros, hombres y mujeres, en una mirada cegadora ante la cual palidecían el racismo blanco y la lucha de clases —los dos motivos más cultivados por los escritores negros de los 30. Resumo a continuación la trama.

Tras una vida de vicisitudes, Janie mata a su tercer marido cuando éste, enloquecido, intenta matarla (tema recurrente en Hurston).xiii Llevada a juicio, denunciada por los amigos negros del muerto, la protagonista y narradora omnisciente de Ojos es absuelta por un jurado de blancas. Las negras de Eatonville no la perdonan cuando vuelve al pueblo de su niñez y juventud. Janie, nieta de una ex esclava e hija de una adolescente violada, se resiste a ser otra mujer-víctima, a sabiendas de que no le van a perdonar su decisión. No quiere ser la “mula” de un hombre, la bestia sobre quien deja caer la carga el negro explotado cuando el blanco se la pasa:

[Bestia de carga], la mujé’ negra e’ la mula ‘el mundo ha’ta donde alcanso a be’, mi amol. (“De nigger woman is de mule of de world so fur as Ah can see”).xiv

Quiere usar su fuerza femenil en otros menesteres. Se siente una mujer fuerte y una mujer negra, con la fuerza de su raza y de su sexo. Además, no sólo se reconoce en su fuerza sino en esas debilidades y fracasos que la hermanan con la raza humana. Janie Crawford vuelve en pantalones overall, de trabajadora, al pueblo que la vio partir envuelta en un vestido floreado; vuelve al oscuro mundo de gentes “cristianas” que sólo tienen perdón para dárselo al hombre.

En Ojos, el esposo sacrificado, Tea Cake (Bizcocho), jornalero y jugador, fue, sin embargo, durante el año y medio que duró la felicidad marital, un hombre de aventura y diversión, sensual e incitante, “una ojeada de Dios” (“a glance from God”), para quien su mujer es quien “yeba la llabe der reino de lo’ sielo’ ” (“de keys to de kingdom”). Él la trató como a igual, aun después de casarse, la enseñó a manejar e incluso la instó: “tú no baya a tene’ mieo ‘e desi’ lo que piensa’ ” (“have de nerve to say whut you mean”). Fue él, este hombre de fuerza mítica, el que abrió los ojos de Janie a una nueva manera iconoclasta de “ver” en la “oscuridad”, de ver a Dios:

Si tu pue’ be’ la lu’ del amanese’, no te ba a impolta’ si te muere’ al atardesé’. Tanta gente que nunca yega a be la lu’. Pero yo que e’taba dando buelta por aí, y a mí fue que Dio’ me abrió la puelta. (“If yuh kin see de light at daybreak, you don’t keer if you die at dusk. It’s so many people never seen de light at all. Ah wuz fumblin’ round and God opened de door”).

Janie lo mata para defenderse. Y, al matarle, la Mujer mata a Dios en cierta manera. Detecto en la autora de Sus ojos miraban a Dios cierta tendencia a la que no sé cómo llamar sino “deicida”.

De ser detectable esta tendencia en su obra, y no tratarse de una conjetura mía, se podría citar a Freud y así rastreársela hasta el terreno del subconsciente a su nivel más hondo, el de los mitos y creencias. Se me ocurren dos factibles antecedentes: el feminismo (el mito de Ifigenia, la sacrificadora de hombres); y la negritud (el vudú y sus ritos sacrificiales). Pero hay otra fuente; y, por cierto, es venezolana: Rómulo Gallegos y Teresa de la Parra (Hurston hablaba español).xv

La creencia atávica y la tradición oral, propias de las culturas afroamericanas, encarnan en dos personajes femeninos: la Doña Bárbara de Gallegos, y la Negra Gregoria de Parra. Janie tiene algo de ambas, pero no es una víctima, ni temible víctima ni entrañable víctima, como los respectivos personajes —Doña Bárbara pierde todo y se interna sola en la selva, en la que se pierde “la trágica guaricha”; Gregoria, vieja y sola, descendiente de esclavos, depende de la buena disposición que le tenga la familia a la que sirve). Janie no es víctima nunca; si acaso es algo, es victimaria —un personaje femenino no común. La víctima es personaje propio del mito y los autores del período entreguerras se enfocaron en este tipo de personaje mítico.xvi

Hurston no se sintió víctima ni aceptó que la victimizaran, pese a que la traumó la temprana muerte de su madre, agotada por la infidelidad del esposo. Su niñez y juventud transcurrieron, dentro de los agobios de una familia numerosa, en un pueblo alegre con un tendero chismoso,

Ai mucho ombre que agarra mujé como a un piaso ‘e caña’asuca. E’ reonda, jugosita y dulse a lo primerito, cuando se la e’tá echando. Pero le da y le da y la e’prime y muele a’ta que le saca a’ta la última gotica. Cuando ya ‘ta sasiao de que no quea na’, la trata como a bagaso, la e’cupe. Sabe que aser eso e’ malo y se siente mal, pero sigue dandole buelta’ a’ta que no quea na’. Y entonse le coge rabia pol dejase ase’ bagaso y estal de estolbo.xvii

una casa rodeada de guayabos y naranjos, riachuelos y una carretera al pueblo de los blancos, media docena de hermanos, una madre que enseñaba en la escuela dominical y un padre que de “over-the-creek negro”, un mulato con los bolsillos vacíos y el alma llena de ambiciones, se hizo carpintero y luego predicador, llegando a ser pastor de la iglesia baptista y, finalmente, alcalde de Eatonville. El patriarca Hurston fue un esposo infiel. Zora quedó huérfana a los 13 años.

Furiosa con su padre y la esposa veinteañera que éste tomó a cuatro meses de enviudar, Zora, de casa en casa y tumbo en tumbo, sirvienta o manicurista, supo sonreír ante la buena fortuna y no desperdició oportunidades. Captó el interés de escritores blancos como Fannie Hurst (“escribo mejor que ella”) y del poeta negro Langston Hughes, el laureado del Harlem.xviii Tuvo una rica “madrina” que le puso en las manos una cámara, una pistola y un carro (al que Zora bautizó Respondona, “Sassy”) para que viajara por Dixie, el Sur, recopilando historias “primitivistas”.xix

Grande, hermosa, forzuda, pronta a la risa, cómica al bailar y aguda al defenderse con la palabra o con los puños,xx Hurston flirteó con el arte-por-el-arte pero siguió su propia senda a lo largo de su vida entera. A los blancos de izquierda que le venían a aconsejar prudencia en el proceder y el habla, y que quizá así conseguiría esposo blanco, les decía a bocajarro: “yo puedo conseguir sola todos los hombres blancos que quiera” (“odio a esos bastardos que se andan con rodeos”, Kaplan 526). En realidad, sólo le gustaban los hombres negros y nunca tuvo un blanco. Dispuso de mucha picardía y de gran vigor sexual, y reconoció haberlos desplegado en el Caribe.

Sé que la mentalidad anglosajona es de violencia. La violencia es su religión. Con violencia han ganado todo lo que tienen, y por ella es que no respetan ningún otro valor... si nosotros decidimos que queremos un cambio sustancial, hemos de hablarles con las mismas armas (carta a su amigo, el poeta Countee Cullen).xxi

Tanto el primero de sus esposos, un médico negro, como el último de sus amantes, su gran amor, un veinteañero buenmozo al que le doblaba la edad, le reclamaron el tiempo que dedicaba a su escritura; tenía mucho que decir. En sus obras caribeñas, reveló el desdén de los pomposos mulatos jamaiquinos hacia los más oscuros de piel, y el complejo de éstos; ídem para EEUU:

Diga lo que diga la proclama de Emancipación, seguimos siendo esclavos en espíritu, ruines en nuestro complejo de inferioridad; en cualquier circunstancia, por degradante que ésta sea, el que el blanco permita que nos le arrimemos un poco nos hace sentirnos en la gloria. Hay veces en que me dan ganas de vomitar al leer los exaltados júbilos de la prensa negra dedicada a cubrir este asunto.xxii

Pensadora autónoma, en Haití extrajo sus propias y arriesgadas conclusiones. Fue testigo de la sorprendente facilidad con que muchos blancos se entregaban al vudú (“olvidándose de esposos e hijos, se sumergen en los ritos, y se sienten felices más allá de lo que podría creerse, hasta el punto de que no pueden ni concebir irse de Haití”; Kaplan 391). Osó observar los rituales de cerca, se inició en prácticas paganas ocultas, y pagó con su salud el precio de tal atrevimiento.

¿Qué me espera en el futuro? No lo sé. Ni siquiera me lo puedo imaginar, y me alegro de ello. Porque ya he tocado los cuatro extremos del horizonte, y de mi dura búsqueda me ha quedado la impresión de que lágrimas y risa, amor y odio, son la suma [total de] la vida.xxiii

La que fuera discípula del antropólogo Franz Boas de la Universidad de Columbia, estudiosa de la cultura de raíz africana, compiladora de canciones y relatos orales del “sur negro”, y autora publicada antes de cumplir los 30 (“John Redding se va al mar”, escrito cuando estudiaba en Howard University), abrió surcos amplios. Su obra desdice el rótulo que le han puesto, de “picaresca”. Si acaso lo fuera, sería como la de Mark Twain o la de Colette. Hurston rememora con humor sus primeros pasos en la etnografía, tras graduarse del prestigioso Barnard College:

Cuando empecé a hacer mis rondas [por los pueblos negros del Sur], formulaba a mis observados preguntas por medio de un lenguaje barnardés de cuidado acento, “Discúlpenme, ¿conocen ustedes algún cuento folklórico o acaso saben de alguna canción de su folklore?”, aquellos hombres y mujeres, cuyo tesoro de materiales memorables se les desbordaba por los poros, me miraban y meneaban la cabeza negando saber nada. No, decían, nunca hemos oído de nada semejante por acá. No; pero quizá en el próximo condado sepan algo. Y ¿por qué no me iba de una vez para allá a averiguar? ...[Total que no pude recopilar] ni siquiera el material suficiente para hacerle un chaleco a un piojo.xxiv

Cuando nadie le publicaba sus descubrimientos y pasaban los años, Hurston los vertió en una revue musical a la que llevó de tour por Estados Unidos, enojando a más de un escritor negro. Los sacó por fin a luz en forma de novela años después: Sobre mulas y hombres (1935).

Dejando de lado la dimensión perturbadora de esta autora negra que no criticó el racismo y que, en sus años postreros, defendió la segregación escolar —pues la creía el medio adecuado para que los negros se responsabilizaran de su propio progreso y adquirieran respeto a sí mismos—

...el respeto de mi gente por sí mismos. ¿Qué tanta satisfacción puedo yo extraer de una orden judicial que fuerza a que me acepten los que no desean hacerlo? Es una contradicción de términos el ponerse a dar gritos de orgullo e igualdad racial, y al mismo tiempo desdeñar a los maestros negros y a las asociaciones negras.xxv

varias críticas se le pueden hacer a la obra de esta ex profesora de “college” y guionista de cine.

La primera es su fijismo en el abuso e infidelidad masculinas, tema apareado con los finales en que el infiel abusador muere asesinado. Le dio vueltas al tema, reabordándolo con leve variedad de ángulo. Su padre, la figura de cobra de ojos verdosos, el reverendo Hurston (“Big Nigger”, el Negrote), se yergue como una obsesión en Moisés, hombre de la montaña y otras de sus obras. Considero que ese fijismo es susceptible de ser estudiado bajo el enfoque freudiano: algunos de sus personajes masculinos más dominantes y la violenta solución de la autora a los dramas que precipitan —asesinados por sus mujeres— nos la muestran con un complejo de Clitemnestra.xxvi Esta hipótesis explicaría que, pese a ser hermana de un afable médico y esposa de otro de rasgos similares, la autora nunca cultivó este tipo de personaje masculino positivo.

Zorah Neale HurstonTambién puede esgrimirse que la obra de Hurston adolece de otras fallas. Por ejemplo, sabiendo experimentar con las técnicas e ideas del grupo Harlem, optó por la vía más transitada de lo que en Latinoamérica llamamos costumbrismo. Cierto que se honraba de ser “la mejor folklorista” del Sur Negro. No por eso dejaba de creerse una novelista original en sus temas, capaz en recursos narrativos, hábil en la creación de personajes y ambientes complejos, magnífica en la naturalidad de sus diálogos y el manejo del idioma. No se dejó conquistar por ninguna corriente vanguardista, si bien colaboró con el poeta Hughes en la publicación más representativa del grupo de Harlem.xxvii Tampoco creía en el “realismo social” estilo soviético sugerido, como “guía para los negros que escriben” (“A Guide to Negro Writing”), por el brillante editor Wright.

Le echaron en cara hombres de izquierda —negros, y algunos blancos “liberales”— que a su obra le faltara crítica social e incluso, en términos de los que cultivaban el realismo socialista, toda conciencia social. Mujer de fuertes opiniones y poco miedo de expresarlas, perdía la paciencia ante los que intentaban ganársela para el bando de la izquierda. Incluso con amigos comunistas como el artista Miguel Covarrubias y su esposa Rosa Rolando, no dudaba en decir:

Si alguna vez conociera a un comunista con sentido del humor y con la habilidad de formular una sola idea propia, me lo plantearía muy seriamente... pero si lo que tengo que hacer es citar y repetir hasta la saciedad las mismas idénticas frases, que no cuenten conmigo los del Partido. (Boyd 409).xxviii

Ni qué decir que hacia los no-amigos expresaba abiertamente su desdén (“scorn”),

Desde niña acepté la filosofía de que el Tiempo es la gran Madame Adivinadora. Hace mucho tiempo, hubo una vez en que los “intelectuales” de Izquierda crecían como el verde laurel. A Charles S. Johnson y a Zora Neale Hurston les dejaban caer encima montón de acusaciones [secas, de que éramos] reaccionarios, fascistas, y todo lo demás. Mi sentido común me decía que la filosofía de la dictadura del proletariado nunca iba a funcionar. No se puede nivelar a la gente, si es imposible bajar al rasero común la inteligencia humana. Ahora veo que me está llegando por fin la recompensa. Cada día me trae una nueva carcajada al leer las llantinas que publican nuestros ex “intelectuales”: “peldón ¡no’ equibocamo’, fuimo’ engañao’!”. ¡Cuánta rata a la carrera por volver con nosotros!.xxix

cosa que, como ella sabía, se lo harían pagar muy caramente cuando se les presentara el chance: “conspiraban para deshacerse de mí de una vez” (“[their] scheme to kill me off forever”).

Finalmente, es de considerar que en su obra esquivó el tema del legado de la esclavitud, y del racismo en EEUU, cosa que con razón le echaron en cara sus paisanos, negros y blancos: Mulas y hombres es la “pastoral servil” de una trepadora literaria, en juicio de un crítico blanco.

En sus últimos años, Hurston intentó transgredir los cotos de la escritura negra. Ya que su casa editorial no daba luz verde a su novela La Sra. Doctora, sobre los negros clasemedieros que comenzaban a emerger, la frustrada escritora decidió escribir algo que irritara a su sociedad, pero hacerlo con una provocación distinta (“What White Publishers Won’t Publish”; Boyd 408).

Seraph of the Sewanee es el manifiesto de que un escritor negro puede escribir sobre los blancos —en este caso de los “white trash”, blancos-basura, sin dinero ni educación (Boyd 408).xxx Trata de una blanca neurótica que vive al borde de un río sureño. Este “serafín”protagonista es hermana literaria de la Blanche Du Bois de Un tranvía llamado deseo. Pero no lo vieron así los críticos que luego encumbrarían a Tennessee Williams. “Novela deshilvanada”, se dijo de ella.xxxi

Terribles experiencias le guardó la vida, presagiadas en sueños muchas de ellas, desde niña.xxxii

Anoche tuve algo que fue medio-sueño medio-visión y salías tú conmigo y eras muy cariñoso y andábamos jugueteando como antes lo hacíamos. La espantosa prohibición de amarte no existía anoche, y yo estaba en éxtasis, como antes cuando desde lejos te veía llegar. Esta última frase me trae a la memoria algo que creo que nunca te he mencionado. Y es que me pasa algo, algo que los siquiatras intentan explicar sin lograrlo todavía: tengo sueños recurrentes. Nunca he dicho nada al respecto, por miedo de que la gente crea que me “falta una tuelca” (carta a su amigo blanco Herbert Sheen, citada en Boyd 724).xxxiii

Bajo la acusación de seducir y corromper a un niño, orquestada por personas de su raza según la escritora, y pese a ser eventualmente absuelta del cargo por falta total de evidencia, la desolada Hurston desapareció de los ojos de sus pocos amigos (“me quiero morir”).xxxiv Se retiró de la vida pública. Reapareció como sirvienta en un lugar perdido de Florida. Sobrevivía en una cabaña de un solo cuarto. Pero seguía escribiendo como siempre. Y así hasta que una embolia la mató.

Tengo mis razones de escoger a Herodes el Grande como sujeto de investigación. Le he dedicado cinco años, tres de ellos de pura investigación... Y es que nadie hasta ahora ha enfocado con suficiente luz ese primer siglo A.C. con todas las implicaciones importantísimas que tiene para la actual civilización occidental... La Roma triunfante en realidad apenas había terminado de absorber a grandes tragos el derecho de diseminar la cultura [grecojudea del Helenismo]. Logos, la Palabra (al comienzo del evangelio de S. Juan), no hace mucho que había llegado a Palestina desde la India, hallando acogida en el pensamiento judío. Un nuevo y más grande concepto de Dios. Y he aquí a Herodes, el soldado, el estadista... no como le presentan sus detractores de peón en el juego de Roma.xxxv

No la dejó terminar Herodes sobre la lucha milenaria de los judíos por la libertad de conciencia:

La historia que estoy ardiendo por escribir es una que causará controversia en cantidad. Quiero escribir la de los 3.000 años de lucha del pueblo judío por la democracia y los derechos del hombre. Tú sabes, Carl, que el mundo cristiano lee la Biblia a través de prejuicios y no de sus propios ojos. Pero la historia está ahí mismo ante nos. Empezando en el Sinaí y terminando con la destrucción de Jerusalén a manos del romano Tito (que sería Emperador luego), lo que hubo fue un luchar ininterrumpido del pueblo [hebreo] contra el liderazgo arbitrario de la casta sacerdotal... Nadie se para a considerar que los Hebreos no daban valor a esa ley mosaica [que les había sido impuesta], ni nunca pidieron esa nueva religión que Moisés les forzó a aceptar por medio del terror y de la muerte.xxxvi

Recogido su cuerpo del asilo, se hizo una colecta y se la enterró en una tumba sin nombre.

Hay en EEUU escritoras negras famosas —Maya Angelou, Toni Morrison—, y no falta una profesora marxista y ex Pantera Negra —Angela Davis. Pero a inicios del XX sólo hubo una gran autora negra y ésta duró en su reinado solitario un cuarto de siglo. Una obra maestra: Zora.

 

Notas

  1. “I have known the joy and pain of deep friendship. I have served and been served. I have made some good enemies for which I am not a bit sorry. I have loved unselfishly, and I have fondled hatred with the red-hot tongs of Hell. That’s living” (Boyd 432). Nerudiano.
  2. Carla Kaplan, Zora Neale Hurston, A Life in Letters. Nueva York: Doubleday, 2003. Valerie Boyd, Wrapped in Rainbows. The Life of Zora Neale Hurston. N.Y.: Scribner, 2003. El título de Boyd, Envuelta en el arco iris, se refiere a una frase de Hurston. He de acotar que la primera biografía de Hurston la hizo, sin embargo, un hombre y blanco: Robert Hemenway en 1977. Tres décadas tuvieron que pasar para que un afroamericano, en este caso una mujer, Boyd, osara tomar en sus manos sujeto tan controversial entre los negros estadounidenses como la Hurston. Muchos hoy le reconocen genio literario y aún la rechazan por sus ideas políticas.
  3. Hay un toque de antisemitismo en un comentario de Hurston sobre los empresarios teatrales judíos que financian obras de los negros para, a través de éstos, atacar a los blancos (“the money is put up by Jews for the Negro to carry the ball for them”, Kaplan 538); pero, para ponerlo en perspectiva, Hurston criticó a los blancos también e incluso, y mucho más, a su propia raza.
  4. Hurston estudió el hoodoo de New Orleans en base al voodoo haitiano (e incluso aprendió hechizos contra su segundo esposo, dijo éste asustado; Zora tenía un amante para entonces).
  5. Ah wanted to preach a great sermon about colored women sittin’ on high, but they wasn’t no pulpit for me. Freedom found me wid a baby daughter in mah arms, so Ah said Ah’d take a broom and a cook-pot and throw up a highway through de wilderness for her. She would expound what Ah felt. But somehow she got lost off de highway and next thing Ah knowed here you was in de world. So whilst Ah was tendin’ you of nights Ah said Ah’d save de text for you. Ah been waitin’ a long time, Janie, but nothin’ Ah been through ain’t too much if you just take a stand on high ground lak Ah dreamed.
    Mi traducción correspondiente al trozo de arriba no transcribe el habla de los negros sureños de comienzos del XX —ni fonética, ni sintáctica y léxicamente. En las próximas citas sí lo haré.
  6. El joven Wright era editor del Daily Worker, periódico comunista, y adquiriría fama luego por su libro Native Son (1940), así como Ellison, muerto en 1944, lo lograría con su Invisible Man. Zora logró la fama antes que ambos. El escritor negro estadounidense mejor conocido es James Baldwin, homosexual, por su novela Go Tell It on the Mountain (Ve a gritárselo a los montes, 1953); pero este “grito” del exilado en París es casi veinte años posterior al triunfo de la Hurston.
  7. Algo así como “niche”, una palabra que se oía mucho en la Venezuela de Carlos Andrés Pérez y que tiene connotación semejante. Zora colaboró en Harlem con el poeta Langston Hughes en la publicación Fire! (Fuego), una revista vanguardista.
  8. Los más conocidos del grupo son los músicos de jazz Duke Ellington y Louis Armstrong.
  9. Hurston se sentía muy patrióticamente “americana” —cosa que, lejos de ser incongruente en un negro estadounidense, es muy propia del Dixie sureño— y, a medida que en la Guerra Fría se exacerbaba la propaganda capitalista y la persecución contra la ideología disidente, este sentir creció en ella. La escritora estaba harta de izquierdismos y perdió la poca paciencia que tenía.
    Era republicana y votó por Eisenhower. El demócrata Truman, que dio la orden de echar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, le parecía “un monstruo” criminal, “el carnicero de Asia” (“the butcher of Asia”, le llamó en una carta), incapaz de entender sus antiquísimas civilizaciones, y se lamentaba de que la prensa negra no dijera nada al respecto (Kaplan 546).
  10. Fundó la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People). Hurston no creía en esa “doble conciencia” del negro estadounidense, de la que habló Du Bois en The Soul of the Black Folk (El alma de la gente negra), entre su ser-negro y su ser-estadounidense. Du Bois era empero, tan influyente, que Zora se hubo de plegar a él, seguirle la corriente y no retarle abiertamente, como puede constatarse en las cartas de la autora, editadas por Kaplan.
  11. He tomado sólo tres cursos de lingüística, a nivel universitario, así que puedo estar errada en mi opinión siguiente. Dentro de la difícil comparación entre el dialecto negro en EEUU y en Venezuela u otra parte del Caribe hispano, para el período del interbellum, puede decirse que el menos “evolucionado”, en relación a la modernización, fue el de los negros estadounidenses del Bajo Sur o Sur Profundo (los estados de Mississippi, Georgia, Alabama, etc.), comunidades rurales dominadas por la plantación esclavista de algodón y devastados por pertenecer al bando perdedor de la Guerra Civil, donde la industrialización no llegó sino hasta la década del 1930.
    En este tipo de inglés negro del “Deep South”, no se conjugan bien los verbos, diciéndose, p.e., “you is” (tú es), y se desdibuja la pronunciación de aquellos fonemas europeos ajenos a la de los africanos subsaharianos, p.e. las interdentales (“the” se torna en “da”). Este rasgo es análogo al de los negros hispanocaribeños que pronuncian la “z” como “s”: “caza” es “casa”, etc. En cuanto a la -r final y la -r intermedia, el saltársela o aspirarla, es común a ambas formas dialectales, aunque en la de los negros hispanocaribeños es más común trocarla por una -l: “mi amol”, “puelto”.
    Pido disculpas por las deficiencias de mi transcripción fonética entre ambos dialectos negros, el anglosureño y el hispanocaribeño (en aproximaciones a la portorriqueña y venezolana).
  12. Esta curiosa variante de la idolatría femenina es tema que también cultiva, pero una década antes que Hurston, la venezolana Teresa de la Parra en Ifigenia (1924):
    De esta segunda religión el Dios es uno de los hombres de la familia. Puede ser el padre, el hermano, el hijo, el marido o el novio: ¡no importa! Lo esencial es sentir una superioridad masculina a quién rendir ciego tributo de obediencia y vasallaje (uso la edición de la editorial caraqueña Monte Ávila).
    Ambas novelas, por cierto, se estructuran al comienzo sobre el modelo femenino de narrativa epistolar, la comunicación confidencial entre dos amigas. Y de ahí parte la narración.
  13. En “Sudor”, el marido abusivo muere envenenado por la culebra que su mujer le puso en la ropa: “el cuello horriblemente hinchado y su único ojo abierto aún a una chispa de esperanza”.
  14. Honey, de white man is de ruler of everything... So de white man throw down de load and tell de nigger man tuh pick it up. He pick it up because he have to, but he don’t tote it. He hand it to his womenfolks. De nigger woman is de mule uh de world so fur as Ah can see.
    Llegó a bromear con sus amigos que al hombre negro incluso no le importaba que la mujer se le fuera con un blanco: “que baya mi negra y se bu’que plata pero que me la dé a mí”.
  15. “Yes, I can speak Spanish”, dice en una carta a Henry Allen, de la Fundación Guggenheim, la cual la dotó de una beca (Kaplan 502). Su lugar favorito era Honduras (Kaplan 196),
    Honduras, si la información que tengo es medianamente verdadera, es el campo más rico [de la cultura garifuna, afrocaribeña y costera] del que he oído (Kaplan 527 [de paso, añado, es un honor para los hispanos que la haya rescatado el gran narrador centroamericano Horacio Castellanos Moya])
    para escapar de EEUU de vez en cuando, aparte de, por supuesto, el Caribe. Con base se puede comparar su Tell My Horse (Cuéntale a mi caballo), sobre el ser humano “montado” por un loa durante una ceremonia vudú, con El monte de la cubana Lidia Cabrera. Esta especialista en el folklore y cultura negra afrocubana, cultivó el tema de las creencias precristianas de los ñáñigos, etc. Cabrera, fina narradora, era amiga íntima de la autora de Memorias de Mamá Blanca.
  16. Eugene O’Neil, A Electra le sienta bien el luto; José Vasconcelos, Ulises criollo; Alfonso Reyes, Ifigenia cruel. El genio de Gallegos hizo lo inaudito: creó en pleno s. XX un nuevo personaje mítico en Doña Bárbara. Éste quizá se pueda emparentar con la griega Hécate, diosa hechicera de las encrucijadas, o quizá descienda de la azteca Coatlicue por vía de La Llorona.
  17. There’s plenty men dat takes a wif lak dey do a joint uh sugarcane. It’s round, juicy, an’ sweet when dey gets it. But dey squeeze an grind, squeeze an’ grind an’ wring tell dey wring every drop uh pleasure dat’s in ‘em out. When dey’s satisfied dat dey is wrung dry, dey treats ‘em jes lak dey do a cane-chew. Dey throws ‘em away. Dey knows whut dey is doin’ while dey is at it, an’ hates theirselves fuh it but they keeps on hanging after huh tell she’s empty. Den dey hates huh fuh bein’ a cane-chew an’ in de way.
  18. Con quien escribió la controversial Mule Bone (1931), Hueso de Mula, que acabó la amistad.
  19. Charlotte Osgood Mason, su mecenas, era una blanca adinerada que protegía a algunos de los más talentosos del grupo de Harlem. En su juventud convivió con indios de las praderas.
  20. Una vez noqueó a un tipo en un ascensor, cuando él intentó ponerle las manos encima.
  21. I know that the Anglo-Saxon mentality is one of violence. Violence is his religion. He has gained everything he has by it, and respects nothing else... if we want anything substantial we must speak with the same weapons (Kaplan 432).
  22. No matter what the Emancipation proclamation says, we are still slaves in spirit, lousy with inferiority complexes, and no matter how degrading the circumstances, see glory in the white-pulling-sheets-with-black. Sometimes I feel like puking at the raptures of the Negro press at it (Kaplan 719).
  23. What waits for me in the future? I do not know. I can’t even imagine, and I am glad for that. But already, I have touched the four corners of the horizon, for from hard searching it seems to me that tears and laughter, love and hate make up the sum of life.
    La cita aparece en el volumen relativo a los escritores modernos, 1914-1945, de la serie Concise Dictionary of British Literary Biography (Gale Pub., 1991).
  24. When I went about asking, in carefully-accented Barnardese, “Pardon me, do you know any folktales or folk-songs?”, the men and women who had whole treasuries of material seeping through their pores looked at me and shook their heads. No, they had never heard of anything like that around here. Maybe it was over in the next county. Why didn’t I try over there? As a result, Hurston was not able to collect enough material “to make a flea a waltzing jacket”.
  25. The self-respect of my people. How much satisfaction can I get from a court order for somebody to associate with me who does not wish me near them? ...It is a contradiction in terms to scream race pride and equality while at the same time spurning Negro teachers and self-association.
    En 1943, publicó “Negros sin Autoconmiseración” en el American Mercury (Kaplan 445). Sobre el tema “negro”, la American Encyclopediale encargó la entrada para sustituir a la de Du Bois.
  26. Personaje de la Iliada. Asesinó a su esposo Agamenón, jefe de las tropas griegas, por haber éste ordenado el sacrificio propiciatorio de Ifigenia, la hija de ambos, pedido por Artemis.
  27. Se peleó con él, acusándolo de robarle una obra, y terminó por dejar de hablarle. A otro de sus miembros notorios, el poeta negro Cullen, confesó Hurston su leit motiv: tengo la intención de vivir y morir de mi propia mente (“I mean to live and die by my own mind”; Boyd 368). ¿De?
  28. Covarrubias fue el ilustrador de Mules and Men.
  29. I have since childhood, accepted the philosophy that Time is a great old fortune-teller. Once upon a time, when the “intellectuals” on the Left flourished like the green bay tree, Charles S. Johnson and Zora Neale Hurston were slurred plenty as leading chauvinists, reactionaries, fascists, and so on. I knew from common sense that the philosophy of the dictatorship of the proletariat could never work successfully. You just can’t level people until you can level individual intelligence... I am seeing the pay-off now. I am amused daily by the published plaints of our former “intellectuals” crying, “we was fooled and exploited!” Such a rat race to get back in with us! (Kaplan 634).
  30. Zora también intentó dar vida a un hombre blanco en su proyecto de novela The Lives of Barney Turk, sobre las reencarnaciones de un tal en Centroamérica y Hollywood, a la que pensaba dar forma de guión cinematográfico (Kaplan 448). La idea es genial realmente.
  31. Fue mordaz la crítica del New York Times que la definió como una mezcla “curiosa” donde, sobre un telón de fondo bien logrado, los pueblos pantanosos de la Florida, se mueven unos títeres movidos por los hilos de un manual freudiano consultado “juguetonamente”, dice el NYT:
    One gets the impression that she took a textbook on Freudian psychology and adapted it to her needs, perhaps with her tongue in her cheek while so doing. The result is a curious mixture of excellent background drawing against which move a group of half-human puppets (Boyd 394).
    El Herald Tribune, en cambio, la describió como una novela deslumbrante (“astonishing”) en su habilidad de captar el habla y mentalidad de los personajes, aunque necesitada de mayor trabajo.
  32. Cosa que le ocurría también a otra escritora, Santa Teresa, quien confesó a su dilecto amigo el carmelita Jerónimo Gracián, no saber si algo le había ocurrido en “visión” o en “sueño”. Aunque Hurston se declaraba “no cristiana”, era creyente; era una mística de las religiones del África occidental y sus descendientes americanos: el hudú de New Orleans y el vudú haitiano (Zora vivió en el 2666 de Cimarron St., Los Angeles, cuando escribía guiones para Paramount). El P. Gracián, en su Peregrinación de Anastasio, rememora una carta que le escribió Teresa, en la que ella se identifica como la Sulamita del Cantar de Cantares y lo llama a él Eliseo:
    Estava un día muy recogida, encomendando a Dios a Eliseo [y Dios me habló] ...Entendí: Mucho te engañas, hija; antes allí [en la soledad, los santos] tienen más fuertes las tentaciones de los demonios... Estando en esto, súbitamente me vino un recogimiento con una luz ynterior que me paresce estava en otro mundo, y hallóse el espíritu dentro de sí en una floresta y huerta muy deliciosa, tanto que me hizo acordar de lo que se dize en los Cantares: Venit dilextus meus in hortum suum [Mi amado viene a su huerto]. Vi allí a mi Eliseo, cierto no nada negro [Nigra sum sed fermosa; soy negra pero hermosa], sino con una hermosura extraña... y muchas doncellas que andavan allí delante dél con ramas en las manos... Y no hazía sino abrir los ojos para ver si me distraía; y no bastava quitar esta atención... mas estava en aquel deleyte. Yo mirava como no había allí otro hombre ninguno... Esto duró más de hora y media que no me podía divertir, con grande deleyte; cosa diferente de otras visiones. Y lo que de aquí saqué fue más amor a Eliseo, y tenerle más presente en aquella hermosura. He habido miedo si fue tentación; que ymaginación no fue posible (311-312).
  33. Last night I had something between a dream and a vision in which you were with me and you were very playful, happy and affectionate as you were in our salad days. The dread prohibition to love you was removed, and I was excruciating [sic] happy as I used to be whenever you came in sight. This last sentence brings me to a matter which I do not think I have ever mentioned to you. That is, that I am the subject of, the as yet unexplanaible to psichiastrists, recurrent dreams. I keep mum about it because I fear people might look on me as being “tetched in the head”.
  34. En una carta al amigo de toda una vida, el provocativo escritor blanco, Carl Van Vechten.
  35. These are my reasons for choosing Herod the Great as a subject. I have spent five years on it, three years of reseach alone... Nobody has thrown sufficient light on that First century B.C. with its all important implications for present-day Western civilization... Triumphant Rome had merely won the right to disseminate it [Greco-Judaen culture]. Logos, The Word (see prologue to St. John) had come into Palestine from India and taken hold of Jewish thought. A new and greater concept of God. Then there was the dynamic personality of Herod, the soldier, the statesman... far from being the mere stooge of Rome as pictured by his detractors (Kaplan 733).
  36. But the story I am burning to write is one that will be highly controversial. I want to write the story of the 3000 years struggle of the Jewish people for democracy and the rights of man. You know, Carl, the Christian world reads the Bible with their prejudices, and not with their eyes. The story is right there. Beginning with Sinai, and on to the final destruction of Jerusalem by the Roman emperor Titus (only he was not emperor until later) there was one long and continuous struggle of the people against the arbitrary rule of the priesthood... But nobody seems to consider that the Hebrews did not value those laws, nor did they ask for this new religion that Moses forced on them by terror and death (Kaplan 539).