Entrevistas
Gabriela Cantú Westendarp
“Entre el escritor y las letras hay una relación erótica”

Gabriela Cantú Westendarp

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Gabriela Cantú Westendarp nació en Monterrey, Nuevo León (México), en 1972. Es licenciada en Estudios Internacionales por la Universidad de Monterrey. Ha estudiado diplomados y seminarios en lenguas, periodismo y literatura en diferentes instituciones educativas. Ha participado en diversos talleres de creación poética, lecturas y encuentros de escritores. Se ha desempeñado como periodista y conductora de noticias para canales de televisión locales y nacionales. Ha ejercido la docencia en el área de literatura y lengua inglesa. Sus poemas y reseñas han sido publicadas en algunas revistas especializadas. Actualmente dedica la mayor parte de su tiempo a la poesía. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León, generación 2006. Tiene dos libros publicados: El efecto (Conarte, 2006) y El filo de la playa (Mantis, 2007).

Gabriela, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir poesía?

Durante mi infancia escribí algunos poemas de manera espontánea acerca de las cosas y las personas que tenía cerca. En casa siempre había libros. Mi padre amante de la historia, mi madre con estudios literarios. En mi adolescencia hubo también algunos versos dedicados al amor. Un encuentro decisivo con la poesía me ocurrió a mis 19 años, cuando leí a Jaime Sabines. Por entonces estudiaba la licenciatura en Estudios Internacionales y, aunque Sabines se mantuvo cerca, el camino me llevó al periodismo. Fue después de varios cambios en mi vida personal y profesional que me sumergí en las aguas de la poesía.

—¿Qué poetas son tus referentes y cuáles son tus autores de cabecera?

—Dante, San Juan de la Cruz, Gorostiza, Girondo, Vallejo, Temperley, Paz, Coleridge, Plath, Eliot y Tu Fu.

—Eres parte del colectivo Otra Orilla, ¿quiénes son y a qué se dedican?

—El colectivo Otra Orilla es una revista-póster que reúne bimestralmente las inquietudes de un grupo de 7 artistas regiomontanos por expresar sus acuerdos y desacuerdos ante lo Otro, su visión del mundo, sus anhelos, sus frustraciones, y su amor por el arte. Es un objeto en donde convergen al menos tres disciplinas: la literatura, la pintura y el diseño gráfico. Cada número es monográfico y fusiona las aportaciones de los participantes. El plástico trabaja sobre papel periódico que luego es intervenido virtualmente con los seis textos. Se tiran 500 ejemplares en serigrafía y es repartido gratuitamente en centros culturales.

Otra Orilla va hacia las texturas, los olores, lo permanente. El colectivo se resiste a ser como otros, pero no por eso ignora o rechaza las tradiciones y el mundo que lo rodea. Es una propuesta de resistencia: el margen, la orilla, la costa, forman su columna vertebral.

—He leído tus poemarios El efecto y El filo de la playa. Cuéntame de estos trabajos poéticos.

—El efecto es un libro breve formado por 26 poemas que escribí durante un periodo al que pertenecí al taller de la Casa de la Cultura de Nuevo León. El grupo era dirigido por el poeta José Javier Villarreal. Lleva un epígrafe de Marin Sorescu, “Con su ola lengua de gata / la poesía arrojome a alta mar”. Estos dos versos me parecieron perfectos para este libro en el que trato de expresar mi amor a la poesía y mi intento por sobrevivir junto a ella. El efecto es de alguna manera la maldición ineludible.

El filo de la playa nació de un poema de dos cuartillas, fue creciendo para convertirse en un poema-libro. Tiene un contenido amoroso y está dividido en tres tiempos. El primero tiene que ver con el deseo, el segundo con el encuentro amoroso y el tercero con la separación. Sigue una tenue línea narrativa. Fue escrito en un periodo corto pero luego hubo regresos para limar y recortar. Estoy muy satisfecha con este libro y muy agradecida con la bella impresión de Mantis.

—Tu poesía ahonda en la palabra y en el erotismo. ¿Qué es para ti erotismo?

—La musa es la lengua. Hay un juego de seducción que ocurre entre el escritor y las letras: una relación erótica. En mi caso hay, por supuesto, una carga erótica dentro de esa relación de por sí erótica. Creo que obedece a un diálogo que tengo con mi cuerpo; procuro dejar que hable y luego trato de traducirlo, ponerlo en un código legible. Es “como un cuerpo dentro de otro cuerpo”, dice la poeta Nancy Jeannette Garza, respecto a mi trabajo.

Me parece que el contenido de un poema, incluyendo el erotismo, ha de presentarse de manera natural o no sirve. Cuando hay imposiciones el lector lo reconoce y lo rechaza. No hay grandes temas sobre los cuales se pueda escribir, sólo hay buenos y malos textos.

—En tu libro El filo de la playa hay un verso de José Carlos Becerra que dice: “Memoria, brusco pez en el alma”. ¿Qué es la memoria para ti?

—Es un verso bellísimo, pertenece a un poema que se llama “Rueda nocturna” de Relación de los hechos. Me hace pensar que los recuerdos, aun cuando sean dulces, son dolorosos pues representan un tiempo ya ido. Otro poeta, Antonio Gamoneda, nos dice que la memoria es lo perdido y que gracias a ella es posible la existencia física del poema. Pienso que gracias a la memoria, nos construimos día a día, nos sostenemos y nos podemos relacionar con el mundo y sus habitantes.

—Si tuvieras que dar un mapa poético actual para tratar de entender los procesos y la poesía contemporánea de tu país, ¿quiénes serían y por qué?

—Dibujar un mapa poético de mi país requiere un arduo trabajo de investigación. Me limito a decir que reconozco un número importante de personas escribiendo poemas ahora mismo. Algunos de ellos han recibido diferentes premios y reconocimientos y publican varios libros por año. Sin embargo todo poema escrito, aun aquella pieza que hoy sea llamada poesía, tiene que esperar la prueba del tiempo.

Me parece necesario reconocer el esfuerzo que hacen las revistas literarias y las casas editoriales independientes que, contra corriente, publican las propuestas que se generan hoy día.

—¿Actualmente en qué proyectos literarios está Gabriela Cantú Westendarp?

—Estoy muy ocupada con mis estudios de maestría. Mi proyecto de tesis tiene que ver con Héctor Viel Temperley y Hospital Británico. Además trabajo en un libro de prosa poética y en una novela. En archivo tengo un par de libros en proceso de revisión y corrección, quizá reescritura, sólo el tiempo me dirá qué hacer. La poesía requiere reposo.

 

El abejorro

llegas con el hígado en los ojos
con el rancio sabor
de un tren que pasa de madrugada
revoloteando las camas
de los que intentan morir

la noche
una mujer a quien le cortan los pies

tus dedos suben y bajan
por los espejos
los muebles
las costillas
la nariz

clavamos tu sombra
en las esquinas de la casa
bajo las patas de elefante del jardín

ayer volamos las cenizas de un abejorro

hemos estado planeando tu funeral
ellos insisten en que la caja
esté forrada de almejas
¿dime tú qué piensas?

(De El efecto)

 

Primer tempo

I

Una lámpara prende, apaga
me quita las ganas de seguir
de rondar las esquinas de ese cuarto rosado.

Noche que me entra.
Oscuro cuerpo que no cabe en los límites del ojo.

Busco el momento
y pienso:
                   todo luz o todo sombra.

Cómo no pensarlo
después de tantos años
vistiendo las bragas rojas
las ojeras, los corchos en el cenicero
después de sangrar las sábanas
de estrellar el auto
de los higos y la advertencia.

Terminar antes de que empiece
mucho antes del encendido
de que las palomillas viajen hacia la luz
y las barcas, encendidas

provoquen esa comezón que no deja dormir.

Terminar, antes de que se eleve el puente
para el desfile de las princesas.

Acabar con él
antes siquiera de que surja la idea
que vientre y semen...

Agotarlo para que no nos agote.

Situarlo en donde el agua apenas lo roce
y sea sólo un instante
y no la caída hasta el fondo
donde el octópodo no tiene piedad

y aprieta el cuerpo
y por la boca asoman las entrañas.

Alejarse del agua
porque furiosas, sus manos oxidan
y de pronto

no podemos mover el brazo
el hombro, el cuello

y vamos andando caballitos marinos
un tanto rígidos y delgados.

Alejarse,
para no estar con las otras
que de soñar

no se cansan.

Pero te atrapa, y te huelen las axilas
y tu ropa está húmeda
y te resistes
deslizándote en la playa.

Alcanzas a ver que el puente se levanta
y, ya ves, el desfile comienza.

(De El filo de la playa).