Letras
Preeminencia de la espera
Extractos

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A última la hora

Fluidez alerta
Los párpados abren esclusas
Entre la hora de la costumbre
Y la hora del tedio.
Al centro del miedo
Alquilo tiendas al garete.
No sé más de la esperanza.
Caen pululando
Caídas, losas, piedras como lluvia.
Eliminadas quedan las razones sobre el clima
Polvo que acumula
Un estertor de rabias.
Rizomas, raíces, análisis de yedras
Con engrudos de polen tapiando aspas
Ayunos de veletas.
Reviso las llagas y aún no hay
Entradas al invierno.
Atravieso inocente
El ajetreo de la hora
Entablo allí
Las responsabilidades del día.

 

Aclaración

No es aquí sino en la voz
Donde perecen argumentos
Ganas tengo por dirimir a cielo abierto
La contrición de las palabras
Lavar
De todas las culpas
La más llana
Que apareje los caminos.
Devoto de floras
Guardián en la promesa
A mi pesar
Alcanzan las monedas
Para cubrir el campo que revela
Espasmos y sonrisas.
Ato espolones a las verjas
Por si al doblar la hoja se supiera
Que no es aquí sino en la voz
Donde perecen las conquistas.

 

Queda la voz

Queda la voz
Dormitando galernas
Allí la flor que fue pesadilla
Se amortaja.
Sobre la heredad del silencio
Algunos pasos
Cruzan mudas galerías.
Soberanía de postes
En su sombra persisten
Herejías en vela.
En el pretil de un sueño
Esta proclama
Alaridos hondos queman
Dudas y palabras.

 

Labios en la sombra

No todos los labios hacen sombra
Sino virtud de lama
Erección de columnatas
Que en la luz disuelven
Latidos de tierra.
Da sordidez o bravura
La porosidad de la espera.
Se desdobla el alba
En la incandescencia de la hora
Termina
Abarcando débitos y ofrendas.
En otra sombra otros labios condensan
La engreída patria de un gemido.

 

Para lo no dormido

Para lo no desnudo
Extremidad de alma
Algunos ritos vituperan ascuas
Colirios de piel lenta.
Sobre óleos anochecidos
Derrotas en la arena
Lerdo amor a paso lento transita
Quemando imprecisiones.
Para lo no dormido
Intransigencia de cuerpo
Victorias en vela.

 

Descensos

Me alejo de las gradas del sendero.

Sin ajenjos
Estos granos serían laureles
Aventados al silencio.

A esta hora de levedad
De angustia
Regresan mis cautos ideales
Con una premonición adrede
Con gasas de espera atosigada.

Allá afuera
En los espejos del instante
Reprendo a corte vivo
Los reflejos.

Jamás podrá desleírse el sueño
Entre los surcos
De mi era.