El regreso del caracol
“El pozo de la historia”, de Mario AmengualEl pozo de la historia

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Novela
Bid & Co. Editor
Caracas, 2007
ISBN: 980-6741-50-8
156 páginas

Rafael Hernández está perdido. Con sus dos socios del “Trío Pampero” —bautizado así por la reconocida marca de ron— se las arregla para terminar ebrio todos los días, bien sea en las calles o en las guaridas “de sexo triste y caña violenta” de la Maracay de principios de los 70. Su vida parece hundirse definitivamente hasta que una borrachera con ribetes escatológicos, un desengaño amoroso y un fugaz encuentro con un misterioso mendigo lo hacen aceptar las gestiones familiares que le aseguran una habitación en un suburbio de Caracas y un empleo en el Archivo Histórico de la Nación.

Así empieza El pozo de la historia, una novela iniciática de Mario Amengual (Maracay, 1958) cuyo protagonista tendrá la oportunidad de evolucionar a través de un intrincado camino. Hernández sostendrá su afición por la bebida, pero su alma sensible abrirá las puertas a nuevos intereses, de la mano de una galería de personajes y episodios tan pintorescos como humanos: el brujo charlatán y homosexual, el casino improvisado en las grises oficinas del Archivo Histórico, la prostituta colombiana que le dará amor y despecho, los estudiantes de letras con sus análisis —y sus vidas— de artificio, los no menos artificiales historiadores “que viven de los muertos”.

Narrada en tercera persona, la novela está sin embargo impregnada de cierto tono autobiográfico que se hace evidente en la perspectiva asombrada y personal que Amengual imprime al relato, permitiéndose incluso deslizar algunos juicios sobre sus personajes y sobre los episodios que éstos protagonizan. Estos elementos se hacen muy evidentes en las afectadas discusiones de los estudiantes de letras, repletas de frases vacías en las que Amengual se solaza:

—También —siguió Noris— se puede leer entre líneas la presencia de la otredad, tal vez en una realidad textual menos articulada desde el punto de vista estructural, pero evidente en las connotaciones sugeridas de la realidad del poeta...

—Sobre todo —contrapunteó Gabriela— en referencias tan directas como la propia vida de cada uno de ellos en sus instancias más inmediatas.

—Es cierto —dijo Noris—. ¿No crees tú, Rafael Hernández?

—Sí, por supuesto —respondió, aunque desde el comienzo de aquel “análisis” igual le daba que le hablaran en esloveno.

Esa visión crítica, que evolucionará con el protagonista a lo largo —y a pesar— de su constante estado de ensimismamiento etílico, laboral y pasional, alcanzará su culmen hacia el final de la novela, cuando se sienta asqueado por la afectación de los historiadores durante la fiesta navideña del Archivo Histórico. “Éste es un país de ‘vivos’ que viven de los muertos”, estalla Hernández ante el director del Archivo. “Unos de Bello, otros de Bolívar, otros de Sucre, otros de Reverón, otros de Gallegos, y de otros más, y se pasan la vida apoltronados en embajadas, ministerios, institutos, fundaciones y pare usted de contar, dándole la vuelta a lo mismo con la misma palabrería por años, mientras el país se va por un despeñadero, pero aquí ha resultado mejor vender el alma, callar oportunamente, que decir verdades”.

Hernández termina abandonando el Archivo Histórico, “un barco viejo, al garete, que no terminaba de naufragar (...) en el inmenso mar del pozo de la historia”, una escena que marca el final de la novela pero, a la vez, el verdadero principio del camino para el personaje. Así, El pozo de la historia se revela ante el lector no sólo como el retrato de las tempranas motivaciones que asaltan a todo hombre crítico en su juventud, sino además como un mapa franco de la visión del mundo que su autor ya ha delineado de forma consistente en su obra poética y ensayística.

Publicada originalmente en 2001 en un volumen que también incluía el poema Los extranjeros, la novela aparece ahora bajo el sello Bid & Co, en una cuidada edición y como parte de la colección “País Portátil”. Su autor es licenciado en letras y tiene muchos años ayudando a los jóvenes en el aprendizaje del oficio literario, como profesor del taller de literatura del núcleo Maracay de la Universidad Central de Venezuela. Además de artículos de opinión, cuentos, poemas y ensayos que han aparecido en diversos medios impresos y digitales, ha publicado los poemarios La arboleda deslumbrante (1991) y El tiempo de las apariencias (2000).

El regreso del caracol
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