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Los lugares comunes
Extractos

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En la puerta

Cuando abres la puerta de tu casa,
Es posible que halles la síntesis de tu vida.
Es todo un evento desplegar la puerta.
Aunque pasen los años y el hastío apolille
Tus sueños de aventura, allí, en la puerta,
Encontrarás las piezas
Para completar el rompecabezas de tu ser.
Hallarás la alegría en la carta
Que te anuncia el fin de la ausencia.
La desazón y las sin salidas
En los recibos incalculables.
El aburrimiento en la visita indeseada.
La ilusión en la invitación anhelada.
La zozobra en los golpes a la medianoche.
Abres la puerta para salir de la jaula.
Cierras la puerta para proteger el amor
Y desbordar la ternura.
Al pie de la puerta añoras a quien se fue.
Al pie de la puerta ocurre el regreso.
La tarde entra por ella
Y el alba y su soledad también.
Es todo un evento desplegar la puerta,
Aunque pasen los años y el hastío apolille
Tus sueños de aventura, allí, en la puerta,
Encontrarás las piezas
Para completar el rompecabezas de tu ser.

 

Todo lo que quiero es un balcón propio

Un balcón propio
Con persianas de madera
Y cortinas fragantes
Para ver a las mujeres lindas
Pasear su tristeza maquillada
Y a las mujeres feas
Conformes con su andar
Y amargadas con su sal.
Un balcón con persianas de madera
Para ver a los hombres cansados
Con el peso del amor inexpresado.
Un balcón propio
Para ver la mecedora balancearse en la luna
Y las redes aferrarse al azulejo
Y al asesino pasear con los bolsillos
Plenos de dinero adolorido.
Todo lo que quiero es un balcón propio
Para descorrer la lluvia
Y encarcelar al aire
Y acariciar la gota que se amañó
En la hoja del almendro
Y soportar a distancia
La lucha del hombre con el ancla;
Y sonreír con la dejadez
Del que sólo espera la noche y el bocado.
Y una tarde sin premura
Tomar tu dulce mano pequeña
Tocar como ciega tus ojos punzantes
Saborear tu sonrisa confiable
Y dibujarle a la noche
Los colores del escándalo.

 

Rastro del horror

4

Aquí estuvieron dos meses,
Con ellos compartieron
Desde el tinto aliviador
Hasta los hijos luminosos.
Desde la noche culebrera
Hasta el amanecer sin sol
Y también la hamaca bondadosa.

Un día se fueron.
Una madrugada regresaron
Porque suponían que esa generosidad
No era exclusiva para ellos.

La tarde del día que volvieron
Fue una tarde arrogante
Y el crepúsculo conejero
Ayudó a un mayor desamparo
Regando su esplendor púrpura
Sobre los matorrales.

Y no fue con bala. No lo merecían:
La mano que un día quebró cimientos
Y edificó hogares fue la encargada.

Entonces pasaron adelante
Acomodaron el rostro sobre la piedra:
Una mano sostenía, otra asestaba.
Luego fueron los golpes secos de la mona:
Veintisiete exactos golpes
Sobre la piedra que mató a Chengue.