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Don Goyo

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El borde de la escalera rozaba levemente la cornisa de la ventana de la habitación de Clara. Oiga, Dongoyo, hágase un poquito más a la derecha, si no descarapela la pintura y la siñora se va a reteenojar. Ay, qué caray, Blandina, por qué no me lo dijites antes, con el trabajo que cuesta poner esto en un firme. A ver, ¿le ayudo? No, m’hija, yo todavía puedo.

Los enormes ventanales de la casa de los Iglesias debían estar relucientes por lo que cada mes don Goyo era el encargado de limpiarlos y hacerlos brillar.

Pues no he visto a la Kikis, ¿y tú?, a mí se me hace que se volvió a ir a Las Vegas sin decir siquiera adiós. ¿Ya viste las ofertas de Gucci? Están buenísimas. Sí, chula, yo no me las pierdo. A ver Blandina, permíteme un momentito Loli, a ver Blandi, estira bien la cortina, no debe tener ni un pliegue. Ya, disculpa, es que ya sabes, tienes que estar vigilando todo. Ay, las 12 querida, me tengo que ir, tengo cita con Subby. No, no me voy a cambiar el tono del pelo. No, ¿cómo crees?, igualito, solamente las luces más refinadas al frente para que caigan como cascada.

Blandina no entendía de lo que hablaba su patrona, su lengua materna era el mazahua y había tenido que aprender español para poder trabajar en la Ciudad de México.

Siñora Mónica ¿quiere que blanquié las orillas de las carpetas otra vez? No, déjalas como están. ¿Y los destos potes de atrás? Mira, no te entiendo, Blandina, además, ¿no ves que tengo prisa?, me pones nerviosa, ¿has de preguntarme todo eso en este momento?, y no se dice “destos”. Ya me voy. Ten, esto es para la dry clean que va a llegar. ¿La qué, siñora? La tintorería, ay, es tardísimo. Nos vemos, bye.

El flamante auto era conducido con poca cautela aunque con gran pericia. Mónica tenía talento para eso. Cómo se tardan estos polis para levantar la pluma, no puedo creerlo; y vienen a cerciorarse de que sea yo, acaso no reconocen el coche. Sí, buenos días, dígame, ay, seño Mónica, es usted, discúlpeme, lo siento. Sí, sí, no hay problema pero tengo prisa, ábrame rápido.

Don Goyo bajaba los escalones con dificultad mientras Blandina estiraba y estiraba las cortinas. Ay, Dongoyo, tengo que ir al mercado y esta siñora me pide que espere la draiclin, me dijo que era la tintorería pero no voy a tener la comida a tiempo... ¿usté me podría recibir la ropa? Ay, m’hija, no entiendo desas cosas. Mijor espérate tantito, alamejor llegan pronto.

Es que la siñora se reteenoja cuando no tengo la comida lista. ¿Y qué, pues? ¿Acaso no hay otras criadas que lo puedan hacer? No, Dongoyo, si usté viera, yo soy la que más entiende... ¿se imagina? las otras pobres están pior...

Pos m’hija, ái deja el dinero y si veo que train ropa pos la recibo y les pago. Muchas gracias Dongoyo, usté sí que es retebueno, en cambio el otro limpiavidrios, aquél, el Raymundo, nomás se me quedaba viendo y entrecerraba los ojos y no decía nada. Yo nunca sabía si me entendía o si hacía el bruto.

Pos es que no es fácil m’hija. No se les entiende a estos siñores. Son retecomplicados, dicen unas cosas retiharto difíciles. Me voy p’al mercado, Dongoyo, usté estése aquí, sí? Sí, m’hija, tú vete.

Don Goyo era un hombre de 70 años. Había crecido en el campo, en Amecameca, muy cerca de los volcanes. Al volcán Popocatépetl le han llamado “Don Goyo” y eso le daba a cualquier hombre nombrado Gregorio y llamado de manera cariñosa: “Goyo”, una singular característica de superioridad, cierta envergadura, como si hubiese sido elegido por los dioses.

Oiga, y usté por qué se llama Dongoyo. No, m’hija, yo no me llamo Dongoyo, me llamo Gregorio pero mi dicen Goyo. Y ‘ora que pa’ no hacerlo tan largo, pos me dicen Goyo, como de cariño. Y “don”, pos yo crioque como ya estoy viejo...

...Y fuerte, ¿verdá Dongoyo? ¿Cómo li’hace pa’ subirse por esas escaleras tan altas? A mí me da retiharto miedo.

Yo siempre he subido las escaleras. A mí no me dan miedo las alturas. Cuando voy al tocayo, el Goyo diadeveras, el verdadero, el volcán, me subo y me subo y no me da miedo, si hasta veo a todos pequeñitos, pequeñitos allá abajo. Pero aquí no es cuestión de ver a los demás sino de cuidarse el pellejo y no caerse, no sia la demalas y me caiga y entonces sí, de qué voy a trabajar. No sé hacer nada, nomás limpiar vidrios, pero eso sí que queden bien claritos hasta que pueda ver mi mano igualita del otro lado.

Ay, Dongoyo, usté dice cosas que no le entiendo pero pos limpie los vidrios, no sia que la siñora Mónica llegue y nos vea hablando, es reteenojona.

Sí, m’hija, pero es bien bonita, ¿verdá? Es bien güerita, bien rubiecita.

Mónica estaba en la peluquería, en la de mayor prestigio de la ciudad, al menos de esa zona.

Mira, mi amor, me gusta tal y como me dejaste la vez pasada. Pero quiero más rubio todavía. ¿Más?, será blanco, mi vida. No importa, mi cielo, que sea como sea pero que quede bien rubio, ah, y cuídamelo mucho, ¿eh?, que no se me vaya a maltratar. ¿Y qué tal te quedó el pubis?, es tan clarito que tu marido se volvió loco, ¿no? Sí, para qué te cuento. Mejor no entremos en esos detalles porque me mojo toda. ¡Ay, nena!, no te detengas, ya sabes que esto queda entre nosotros. Sí, cómo no, tú ni hablas bien español pero bien que les cuentas a todas tus clientas. ¿Yo? No, cómo crees. Cuéntame. Pero si te cuento no me llevarás al cuarto de atrás, ¿verdad? Ah... eso es lo que quieres... do you wanna me to fuck you... No, no, para nada, nada más para contártelo. Ok, ok, you wanna tell me and I’m gonna make you feel so good... No, Subby, cómo crees, pero si quieres, invítame un ron con coca-cola y entonces veremos pues estoy tensa.

A ver, a ver... ¡Gloriaaaa!, ¡Gloriaaaa! ¿Sí, Subby? Trae un vaso con coca-cola, ya sabes, como los que me preparas a mí. Ay, Subby, Subby, ya vas a empezar a hacerlo con las clientas, es retetemprano. Tú cállate, or if you wanna me to start being mad fucking shit... No, Subby, no te enojes y no me hables en inglés porque ya sabes que yo no te entiendo ni máiz palomas. ¿Qué dijiste, cabrona? No dije nada, Subby, solamente que no te entiendo cuando hablas inglés. Tráeme el refresco y déjate de pendejadas.

Mmm... Subby, si mi marido supiera... él te cree gay. ¿Gay? Fucking shit, gay lo será él. A mí se me hace que su secretaria le ha de fellate... No, Subby, no digas nada de mi marido, que para eso te pago muy bien, mejor síguele, así, suavecito.

Ay, Dongoyo, usté sí que es buena gente. ¿Quiere una tostada de pollo? No, m’hija, gracias, no puedo comer tostadas, no tengo dientes, mejor una quesadillita suavecita, ¿sí? ¿No sabes a quihora va a llegar la patrona? Me tiene que pagar todo el mes. Pos no sé Dongoyo, siempre que va con el Subby se tarda un montón de rato, hasta se mihace que algo más ha di’hacerle pos llega retecansada. Ay, Blandina, no sias malpensada, la siñora es la siñora, nosotros nomás debemos respetar a nuestros patrones. No, si yo nomás digo. ¿Pero por qué eres malintencionada? ¿Qué te ha hecho la pobrecita patrona? ¿No ves que tiene que estar bonita pa’ su marido? Es que ese Subby es un gringo, yo lo he visto con estos ojos que si’an de comer los gusanos y ve retefeo a la siñora Mónica.

Ah, ¿sí? Pos no digas nada m’hija, no sea la de malas y hasta te vayan a correr, si vieras lo que yo he visto. Mejor quédate callada la boca y sírvele bien. Sí, Dongoyo, usté es retesabio.

Blandinaaa, ya llegué. Sí, siñora. Ay, Dongoyo, mejor sálgase de la cocina. ¿Qué dijiste?, no te escuché. Espérame. ¿Sí? Sí, mi amor, ¿hoy a las 9? Pero no tengo nada listo. ¿El director de recursos humanos y su esposa? Ay, cariño, es que tengo un dolor de cabeza... Sí, mejor salimos, vamos al Mediterranée, ¿quieres que reserve para cuatro? Ah, ¿también los Salinas? No, no tengo inconveniente, reservaré para seis.

Ya ves Blandina, la seño Mónica es retebuena esposa, ¿cómo puedes imaginarte cosas? Ay, india patarrajada, eres una sinvergüenza, debería darte pena.

Dígame Goyo, ¿cuánto se le debe? Pos nomás el mes mi patrona, pero no se priocupe, si no tiene cambio, ‘ai luego. No, Goyo, de una vez.

***

¿Y Goyo, Blandina? No sé, siñora. ¿No tiene teléfono? No, siñora, ¿cómo cree? ¿Entonces a dónde le llamamos? Mira, los vidrios están opacos. Ay, siñora, pos no sé, pero mi primo Gumersindo sabe limpiar vidrios también. Ah, ¿sí?, ya, Blandina. Si no sabemos de Goyo para el sábado, llama a tu primo. ¿Y sí sabe limpiar vidrios? Sí, doña Mónica, los deja retebonitos.

¿Has sabido algo de Goyo, Blandina? No, siñora, ah, sí, ayer habló Dionisia, su esposa, y dijo que Dongoyo se había accidentado y que lo llevaron a la Cruz Roja y que le cortaron una pierna, pos crio que se le engangrenó. ¿Se le gangrenó, Blandina? Por eso, siñora, se le engangrenó y se la tuvieron que cortar, pero que ya está un poco mejor. Dice su mujer que si usté quiere, mientras, le puede ayudar Cristino, su hijo, que ella va a llamar luego porque estaba en una caseta de teléfono y ya no tenía dinero. Que en unos dos o tres meses Dongoyo va a poder caminar con unas muletas y que viene a limpiar los vidrios.

¿Cómo va a subirse a la escalera, Blandina? Pos no sé siñora. ¿Cómo que no sabes? A ver, hija, piensa. Ese pobre hombre ya no va a poder subirse a la escalera a limpiar los vidrios de la habitación de Clarita, ¿verdad? ¿Sí entiendes eso? Sí, siñora. Ah, bueno, entonces, cuando llame Dionisia, la esposa de Goyo, dile que ya no necesitamos que nos ayude, que ahora limpia los vidrios Gumersindo, tu primo. ¿Me entiendes, Blandina? Sí, siñora.

Ya me voy, tengo que ir con Subby para que me arregle el pelo.