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“Hábitat”, de Lucía SalernoUna nueva memoria

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En un país donde la buena literatura abunda, como esponsales con su tierra y su tiempo, surge la poesía de Lucía Salerno, libre de todo cerco generacional y grupal, con un vestido de expresión americana, en un ir y venir del sueño a la realidad y viceversa:

Duérmete vida
para que tan sólo sea valido
el paisaje y la herradura del caballo.

Así comienza la oración misteriosa de “Herbívoro”, uno de sus títulos. Así habla con singular belleza como los ojos del Cuco, imperial, en noche cerrada:

Hábitat

Este silencio extendido
arrebata el deseo
posado en la noche.
Tal fue su curso
que pudo flotar
al margen del congregado.

La melodía
es una caída
la lejanía
da por hecho el vacío.

No te escondas de mí
bajo las campanadas
estoy atenta
a tu fúlgida mirada.

No te desprendas
de tu vistosidad
me acuno en ella
cuando me toma el viento.

Ejecuta el adagio
como si el engranaje
precisara el rezo
que anuncia tu estadía.

Cada noche
mi corazón colinda
con los pájaros
que habitan en mí.

Hábitat, que así se llama el libro que celebro, es un lugar donde la vida es multitud, donde lo doliente y lo festivo es cantado bajo la sombra de los símbolos que han acompañado a la autora en su crecimiento, para hacer posible una obra personalísima, que sin duda constituye un grato desafío para los lectores de poesía y una referencia importante en la poética venezolana.

“Las cosas íntimas del cielo”, “Herbívoro” y “El silencio de las piedras”, títulos contenidos en este libro, confirman lo antes dicho. Hábitat es pues un árbol de tres ramajes donde florece la poesía de una mujer que vibra en los mundos de su palabra y en su horizonte, fundando una nueva memoria en la literatura nacional.