Letras
El Quinto Cristal
Extractos

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Aquellos seres diminutos que por abril
se bebieron la noche
salieron del Quinto Cristal
cabalgaron las doncellas
con alas y se fumaron
otra vez el opio del tiempo.

Acompasaron sus versos con brindis
de miel y ron
y se esfumaron por la esquina
que la neblina abraza.

 


 

Se me hacen oblicuas las ganas de verte
te compro la magia del llanto y desvisto
la salvaje sed que amordaza el verso.

No te pienso, sólo te siento
desde el crepúsculo
y vuelvo a amarte en el
silencio de una estatua
de hiel.

Entonces te muero,
mil veces más.

 


 

¡Alcoba de cien luces,
cocuyos que enarbolan telas de araña en el pecho,
gnomos que adivinan hojas secas más allá del clamor...
de orgasmos y temblores en la casa de mieles viejas...
De aquella mujer!

 


 

Te recuerdo entre calles empedradas
y un Martini seco...
...vivirte siempre en sueños de espuma
es una ilusión mediterránea.
Pintarte en óleos de tela austral...
...es como querer desconocer el cansancio de la piel,
que hoy me es infinita y próxima.
De la espiral del tiempo me hago señor y dueño.
Entonces recito todos los cuentos
a cuatro tiempos.

 


 

No importa cuántos surcos hay,
lo importante es la siembra.
Ahora llevo diezmos para la muerte
y encuentro velorios en cada aldea.
No siento los retoños de la cal,
pero hago cosechas de la niebla,
donde se gestan los fantasmas de mis almohadas...
Vuelvo la espalda a mis temores
y siempre encuentro las campiñas en mi cama...
Cerca, muy cerca de tus sueños.

 


 

Son muchos los que ayer se fueron con la borrasca
y hoy enarbolan sus espíritus en el miedo.
Sigo pensando que no hay verdad en la luz roja del faro,
sin embargo en una copa de vino tinto,
humedezco las ansias de mis huesos,
para decirle al viento que mis alas están listas.
Vengo ahora a pintar su cara,
canto las verdades del unicornio,
me duermo para siempre en la pubertad
de mi pluma,
que amenaza la otredad del silencio.

 


 

¿A qué me refiero cuando hurgo la urbana costumbre de alcanzar el alba libando la noche?

No sabría cómo explicarlo, es como querer reunir las entrañas de la soledad desparramadas por las cantinas vacías, cansadas de contar historias de rockolas donde los bardos siempre mueren.

 


 

Compongo para las hojas que no debieron caer en invierno
Abril siempre me ha dado hastío
Y los demás meses quedan en el letargo
Ruego por los años que se quedaron quietos donde están
No quiero que sufran los tiempos con más siglos paridos
Por lo tanto dictamino que es el final de las horas
¿Quién le diría al Arlequín que podía liberar los segundos?

 


 

¿Y qué decir entonces de la noche que ya no se haya dicho?
¡Mejor veámonos camino de su aliento, para oírnos en su eco y amarla en su oscuridad!