Entrevistas
Horace EngdahlHorace Engdahl, secretario de la Academia Sueca
“Las especulaciones son un producto de mentes perezosas”

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Ocupa la silla Nº 17 de la Academia Sueca desde 1997 y desde 1999 es su Secretario Permanente. Líder indiscutido del Comité Nobel, Horace Engdahl es probablemente el hombre más poderoso del mundo de las letras. Curiosamente, poco se sabe sobre él. Cada año, cuando el eterno ir y venir de las oficinas de redacción de los periódicos de todo el mundo se detiene un instante para escucharlo anunciar al ganador del Premio Nobel de Literatura, su imagen se reproduce en todas las pantallas para luego, inmediatamente, olvidarlo hasta el año siguiente. ¿Quién es Horace Engdahl?

Nacido el 30 de diciembre de 1948 en la localidad de Karlskrona, al sureste de Suecia, Engdahl es un hombre culto y enigmático. De una corrección académica impecable, deja de vez en cuando vislumbrar una veta de humor elegante y muchas veces provocador. Aprendió ruso en el ámbito militar, durante sus años como alumno de la Escuela de Intérpretes del Ministerio de Defensa sueco; y el alemán por su amor a la obra del dramaturgo Heinrich von Kleist. Como la mayoría de los académicos, se mantiene apartado de toda actividad social o literaria del país, y tiene fama de trabajador incansable. Tuvo tiempo, sin embargo, de concedernos una entrevista.

—Alfred Nobel escribió en su testamento que se debería premiar a la literatura que fuera “de mayor provecho para la humanidad”. ¿Cómo interpreta la Academia estas palabras en la actualidad?

—Esa es una expresión que se refiere a los premiados en general y no específicamente a los del campo de la literatura. Surgió principalmente pensando en las ciencias naturales. Es incómodo razonar en torno a la literatura en términos de “provecho”, y hasta se diría que es imposible decidir cuál de entre dos destacados escritores ha sido de “mayor provecho para la humanidad”. Actualmente tenemos que basarnos en otros criterios.

—Los académicos deben defender continuamente sus decisiones y asegurar que no tienen en cuenta otros factores más que los literarios. A pesar de estas explicaciones, parece siempre existir un recelo por las decisiones de la Academia. ¿Por qué cree que es así?

—Esas especulaciones son un producto de mentes perezosas. Como miembro de la Academia Sueca sé que las discusiones acerca de los candidatos al Premio Nobel son de carácter puramente literario y que nunca tienen que ver con puntos de vista políticos o de cualquier otro carácter extraliterario. Pero para aquellos que tienen que comentar las elecciones de la Academia siempre es más fácil especular acerca de falsos motivos ocultos que hacer un análisis de la producción premiada, que la mayoría de los periodistas normalmente no ha leído.

—¿Por qué es tan severa la regla de “información confidencial” que se le da a las nominaciones? (son secretas durante 50 años). ¿No sería mejor darlas a conocer al público, para evitar las especulaciones?

—No. El sistema del Premio Nobel no funcionaría sin este carácter confidencial. Quienes envían las nominaciones tienen que estar seguros de que sus colegas no sabrán a cuál candidato prefieren. Y quienes representan al Comité Nobel deben sentir que pueden hablar con libertad y sin temor a develar a nadie en sus declaraciones.

—En Suecia se traduce casi exclusivamente literatura del mundo anglosajón al sueco. ¿Cómo influye este hecho en el trabajo de la Academia?

—Las traducciones al sueco no significan prácticamente nada para el trabajo del Comité del Nobel. No podríamos nunca llevar a cabo nuestro trabajo si tuviéramos que limitarnos a la selección bastante azarosa y actualmente muy anglófila de las editoriales suecas. Leemos, lo más posible, en las lenguas originales de los escritores, y cuando esto no es posible, leemos traducciones al francés, alemán o inglés (en mi caso también al ruso). Los países con una larga tradición cultural tienen una industria editorial más amplia. Podría decirse que ellos logran acceder a prácticamente todo aquello que vale la pena leerse, de todas partes del mundo. Sobre todo las editoriales francesas hacen un trabajo excelente.

—Por razones obvias, los escritores procedentes de países pobres o menos desarrollados tienen grandes dificultades para acceder al público lector, a las editoriales y por lo tanto, de llegar a los oídos de la Academia. ¿Qué piensa acerca de este problema?

—En lo que se refiere a ambientes literarios a los cuales se es difícil de acceder, la Academia tiene por costumbre encargar informes confidenciales a lingüistas o investigadores de literatura que posean conocimientos específicos sobre esos países. De esa manera, nos mantenemos informados acerca de la creación literaria inclusive en las zonas más marginadas.

—¿Por qué entonces son tan pocos los escritores del Tercer Mundo que han recibido el Premio Nobel de Literatura?

—Nosotros no clasificamos a los escritores de acuerdo a los “mundos” de que provengan. En el testamento de Alfred Nobel se puede leer que la voluntad del donante es que “no se le otorgue ninguna importancia a la nacionalidad”. El Premio Nobel es un reconocimiento a un escritor en particular, no a un idioma, un país o una parte del mundo. Por lo tanto, cómo se haya distribuido el Premio geográficamente, no tiene ninguna importancia.

—Sin embargo, han pasado ya 18 años desde que el escritor mexicano Octavio Paz fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura. El mundo de habla hispana sería muy feliz si algún escritor o escritora española o latinoamericana recibiera el Premio este año. ¿Qué posibilidades existen de qué este deseo se convierta en realidad?

—Posibilidades existen siempre...

—Normalmente, no vale la pena tratar de adivinar quién recibirá el Premio Nobel, las decisiones parecen ser bastante impredecibles. El año pasado, sin embargo, muchos se atrevieron a afirmar que probablemente sería un escritor o escritora relativamente “joven” (entre los 50 y los 60 años) quien recibiría el Premio. Parecía que la Academia se orientaba hacia ese grupo de escritores, teniendo en cuenta las elecciones de los últimos años. Finalmente, la ganadora resultó Doris Lessing, de 88 años. ¿Fue una excepción o realmente la edad no tiene ninguna importancia?

—No, no le damos absolutamente ninguna importancia a la edad del candidato. Tenemos en cuenta la calidad de sus obras, no la elasticidad de sus rodillas...

—Nicanor Parra y Gonzalo Rojas son dos célebres poetas chilenos que con frecuencia se mencionan en el contexto del Nobel. Muchos creen, sin embargo, que ciertos factores influyen en su contra: que dos poetas chilenos anteriormente ya hayan ganado el Premio Nobel (Gabriela Mistral y Pablo Neruda) y la edad avanzada de estos escritores (Parra tiene 94 años y Rojas 91). ¿Cuánto influyen estos factores en el trabajo de la Academia?

—Personalmente pienso que es completamente posible discutir candidaturas aunque los escritores hayan alcanzado esa edad tan avanzada. Quiero simplemente recordarle que algunos de los miembros de la Academia tienen una edad similar y son todavía muy activos.

—Escritores como Mario Vargas Llosa del Perú, Ernesto Cardenal de Nicaragua, Carlos Fuentes de México, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas de Chile, Ernesto Sábato y Juan Gelman de la Argentina, son todos escritores que, de acuerdo a los medios, han figurado en las discusiones de la Academia. ¿Nos podría revelar si han aparecido en la famosa “lista corta” de candidatos?

—¡No! ¡Sería una violación flagrante a las reglas si lo hiciera!

—Escritores más jóvenes que los mencionados, como ser Andrés Neuman, Rodrigo Rey Rosa u Horacio Castellanos Moya, ¿deben resignarse a esperar la vejez para entrar en los cálculos de la Academia?

—Le recuerdo que Orhan Pamuk tenía 54 años cuando recibió el Premio Nobel. En años anteriores se han premiado escritores aun más jóvenes: Albert Camus, de 44 años, y Rudyard Kipling, de 41.

—¿Hay algún miembro de la Academia que tenga conocimientos específicos de la literatura de habla hispana? ¿Hay alguno que domine el español? ¿Quiénes tienen como tarea dedicarle especial atención a la literatura de este idioma?

—Nuestro trabajo no funciona de manera tal que ciertos académicos tienen la responsabilidad específica de cierta zona idiomática. La Academia lee toda aquella literatura que le parece valiosa de ser leída, sin que nos importe mucho de dónde proviene. Tenemos académicos que dominan el español, pero nadie está especializado en esa zona.

—El día del anuncio, usted lee la motivación del premio en sueco, inglés, francés, alemán y ruso, pero no en español. ¿Por qué?

—Leo la motivación en los idiomas que manejo más o menos bien. Si la leyera en español estaría dando señales falsas.

—¿Le interesa la literatura latinoamericana? ¿Podría mencionarnos algún escritor de América Latina cuya obra lo atraiga?

—Un autor que yo aprecio mucho, y que muy bien podría haber recibido el Premio Nobel, es Juan Carlos Onetti.

—Finalmente: ¿quién recibirá el Premio Nobel de Literatura este año?

—Sí, eso... ¿usted qué cree?

Estocolmo, 26 de septiembre de 2008