Entrevistas
Leonardo Maicán, un escritor a la antigua, ganador del Premio Solar 2008
No importa cuántas páginas escriba, pero que queden bien hechas
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Cuando los organizadores del Premio Nacional de Literatura Solar 2008 llamaron por teléfono a Leonardo Maicán para informarle que se había convertido en el ganador de la categoría de novela, el escritor aragüeño pensó que alguno de sus colegas le estaba jugando una broma. Le tomó unos momentos darse cuenta de que el acento andino de quien le hablaba era auténtico y de que el registro de la voz no pertenecía a ninguno de sus amigos. “No te imaginas la emoción. Cuando me llamaron pensé que era un pana que me estaba mamando gallo. Pero no. Ah, la cuestión es verdad, me dije entonces”.

Fue el final feliz de un camino de peripecias por el que lo condujo La bifurcación de los mundos, la novela que en poco tiempo será publicada por Ediciones Solar como parte de la dotación del premio, que incluyó también la suma de 4.000 bolívares. Presentada por Maicán con el título original de S. H. de Calatrava y la bifurcación de los mundos, la novela fue declarada ganadora por los jueces Amable Fernández, David Figueroa y Carolina Lozada. La autora de Historias de mujeres y ciudades no dudó en calificarla de “batacazo” cuando la consultamos al respecto.

“Muy buena novela, fue un agradable batacazo”, nos dice Lozada vía correo electrónico. “La leí con gran gusto, con deleite. Maicán tiene muy buen dominio del humor y juega de una manera sabrosa con el lenguaje. No soy aficionada a la temática histórica, pero Maicán la manejó tan bien  (juegos con el lenguaje español arcaico, actualizándolo; situaciones históricas enrevesadas de manera burlona; sin queja, sin denuncia, sin panfleto). Su novela me recuerda los divertidos excesos de lo grotesco en Rabelais, Baijtín y Reinaldo Arenas. Leyendo La bifurcación de los mundos supe desde el principio que sería el libro ganador”.

 

La historia como juego

Dedicada a las naciones indígenas del orbe y a su abuela, una indígena de la etnia kariña (“de ella proviene mi apellido”, aclara Maicán), la novela narra la historia de Sebastián Hernando de Calatrava, un conquistador español que se adentró en la geografía venezolana buscando, como tantos, el territorio mítico de El Dorado. La empresa, que por supuesto no tuvo éxito, llevó a Calatrava a fundar la Villa Triste de Nuestra Señora Inmaculada de la Tierra Firme del Valle de los Barahuacos, llamada la Tres Veces Heroica, la ciudad donde se desarrolla la novela.

Sin embargo, el contexto histórico construido por Maicán es un juego. Tomando elementos de la historia auténtica de América Latina, incluyendo personajes y mezclando hitos, La bifurcación de los mundos tiene la forma de una novela histórica, pero sólo la forma. “Sebastián Hernando de Calatrava es un personaje ficticio”, explica Maicán. “Un capitán que, con sus hombres, llega a América por algún lugar indeterminado entre el Puerto de La Guaira y Cumaná, y funda esta ciudad imaginaria, enclavada en algún lugar recóndito de la Amazonía venezolana, cerquita de donde nace el Orinoco”.

Tratando de definir la obra, Maicán concluye en que “es una historia loquísima”, en la que confluyen varios géneros. “La novela es erótica, es de aventuras, es también histórica, entre comillas. Hay personajes históricos que sí existieron, pero lo que hacen en la novela no tiene nada que ver con la realidad. Quien haya leído las crónicas de Indias, reparará en que se trata de una parodia del género histórico y de esas crónicas”.

Tomando como base la historia primigenia de Latinoamérica, Maicán relata, con toda su carga de aventuras y obstáculos, el proceso de exploración y conquista por parte de los españoles, el genocidio que en un siglo exterminó a casi ochenta millones de indígenas y los extravagantes episodios fundacionales. Sólo que los hechos concretos, aun teniendo elementos que recuerdan la historia conocida, conforman una ficción que se hiperboliza hasta el delirio. “En algunas crónicas de Indias el indígena americano es representado como un ser deforme, extraordinario. Los españoles de la novela se topan con tribus donde hay indígenas de once piernas o de ocho brazos, gente que vive en colmenas”, explica Maicán.

De la misma manera, los personajes lucen esa apariencia de realidad. Es el caso de Justo Leal Marte, “un personaje bien curioso que escribe, obviamente en castellano arcaico, sus propias crónicas de la conquista”, o la indígena barahuaca llamada Yanaruamí, que “cumple una función como de la Malinche y en alguna parte de la novela se la califica como la Malinche sudamericana; una mujer que abraza la religión católica y se casa con Marte, pasando a llamarse Cristiana María, un nombre muy significativo”.

Para reforzar el pretendido carácter histórico de la novela, Maicán involucra personajes y hechos reales al lado de los ficticios. “Aparecen Bartolomé Díaz, Hernán Cortés, Lope de Aguirre, Francisco Pizarro, Cristóbal Colón o William Walker, quien supuestamente estuvo en este reino”, todos mezclados en una especie de tiempo sin tiempo. “Hay una parte donde incluso Dios interviene como personaje en muchas cosas. Se muestra hablando con sus ángeles de mayor confianza y llamando hijo de puta a Calatrava”.

Los barahuacos, los indígenas con los que tendrá que lidiar el conquistador, son también, por supuesto, ficticios. “En una guerra corta pero intensa, los barahuacos oponen resistencia a Calatrava, pero éste tras fundar la ciudad captura a muchos de ellos y terminan convertidos a la religión católica”, explica Maicán. “Los que pudieron escapar agarran el monte y contraatacan de vez en cuando, pero son muy inferiores en número. Poco a poco habrá un proceso de transculturación, con el correr del tiempo ellos perderán hasta la lengua. Es algo que pertenece a la historia auténtica de América, donde había miles de lenguas y hoy en día sobreviven unas pocas”.

Todo parece bifurcado en la novela: la noción de una historia que parece real pero no lo es, la concepción eurocentrista de América como una bifurcación del Viejo Continente, incluso los narradores que conducen al lector a través de sus páginas. “Mundos paralelos, alternos”, agrega el autor. “Mundos que palpitan en un plano físico, en un plano espiritual, cósmico, mental. Verás que allí hay situaciones que de algún modo chocan con nuestra manera de ver la realidad, juego de planos, de visiones, de mundos alternos, paralelos”.

De allí, claro, el título. “Tiene que ver con los mundos que entran en juego, Europa y América, pero también es una bifurcación de mundos narrativos. Hago un juego con los narradores, tratando el concepto de narrador como el de cualquier personaje. Es así como de repente nos tropezamos con una suerte de narradores humanizados, pero manteniendo en todo momento la incorporeidad. Este narrador es uno y a la vez son muchos, y tienen nombres como Narrador Absoluto, Narrador Justiciero, Narrador Pluridimensional, Narrador Analítico”.

 

Escritor a la antigua

Maicán, quien es profesor egresado magna cum laude de la Universidad Pedagógica Experimental de Maracay, ha sido conocido hasta ahora por sus cuentos, con los que ya ha obtenido algún reconocimiento, y en los que se pone de manifiesto su ficcionalización delirante. Tiene un libro publicado, Duelo de ases (La Liebre Libre, 1995) y otro inédito, El sueño del Titanic, y varios de sus cuentos han aparecido en medios regionales y en revistas digitales, Letralia incluida. La bifurcación de los mundos es, pues, su primera novela.

“Me llevó diez meses escribirla”, cuenta este escritor nacido en la capital de Aragua en 1967. “Yo escribo a la antigua, a lápiz. Había días fructíferos en los que podía escribir dos cuartillas. Pero había otros pésimos, en los que amanecía enratonado y apenas podía escribir cinco líneas. Traté de imponerme un compromiso diario y muy pocas veces la interrumpí. Creo que en esos diez meses, el mayor período sin escribir fueron cinco días o una semana”. Escribir una novela, afirma, “es muy diferente a escribir un cuento. Terminé loco. Yo me imagino esos monstruos como Carlos Fuentes. Actualmente estoy descansando, no estoy escribiendo”.

El proceso de escritura fue un trabajo arduo. Organizó su trabajo de manera que cuando se sentó a escribir ya tenía toda la historia prefigurada en su cabeza. “Me había hecho hasta un croquis de la ciudad en la que transcurre la novela”, revela. “Me esmeré en el manejo del lenguaje. El lenguaje es como una etiqueta, es lo que vende. Tuve mucho cuidado con eso. No importa que hoy adelante diez cuartillas o que, por el contrario, avance menos de media cuartilla. Esa era una de mis máximas. No importa cuántas escriba, pero que queden bien hechas. Corregí mucho, reescribí. Pensé mucho cada frase antes de escribirla”.

 

El hombre de las dificultades

Los lectores pocas veces imaginan la carrera de obstáculos que significa llevar una idea al papel y presentarla a ojos ajenos. En el caso de La bifurcación de los mundos, el primero de estos obstáculos fue una temprana reescritura cuando ya había alcanzado unas quince páginas. “Vi que llevaba un curso equivocado, así que esas primeras quince cuartillas las eliminé. Las tengo por ahí guardadas, pero no tienen nada que ver con el texto definitivo”.

Pero los verdaderos problemas de Maicán empezaron cuando, terminada la novela, se enfrentó a la tarea de transcribirla. Esto le llevó cerca de dos meses de sufrimiento, literalmente hablando. “Yo soy medio vaca en esto de las computadoras”, admite entre risas. “Me metí en la Biblioteca Virtual de Maracay, pero esas máquinas son muy raras. Guardaba en un pendrive las páginas que iba completando. Cuando llevaba ya como veinticinco, la máquina me mostró una pantalla que me preguntaba si deseaba aceptar, y dije que sí”.

A partir de ese momento, los párrafos de la novela empezaron a cambiar de color de forma caprichosa. “Un párrafo era amarillo, otro rojo, cada vez me aparecía un color diferente. Pregunté al personal de la biblioteca, pero nadie pudo ayudarme. Creí que me volvería loco. Yo soy miope. Cuando me tocaban las letras rojas, nojoda. Tuve que transcribir casi toda la novela en esa forma”.

Luego imprimió una versión para corregir, “porque no es lo mismo corregir en pantalla que en papel”, pero la dejó olvidada, dentro de su mochila, en un bar donde celebraba con amigos. Habría perdido por completo la novela, pues en la mochila estaban la versión impresa y la copia digital que había almacenado en un disco compacto. La versión que conservaba en su pendrive era muy anterior y, por lo tanto, no servía. Al día siguiente lo llamó un amigo que había tenido el buen tino de recuperar la mochila. “Pero este amigo estaba también borracho como una cuba y había vomitado sobre la novela”.

Con la copia que quedaba en el disco compacto pudo imprimir una nueva versión, con la ayuda de su amiga, la escritora Gloria Dolande, a quien llama cariñosamente “su secretaria ad-honorem”. Concluido el trabajo de corrección, Maicán empezó a pensar en qué hacer con la historia que tenía entre manos. “Tenía ganas de enviarla a algún concurso en España, pero como no la tenía registrada, me dio miedo. Pueden pasar muchas cosas. Entonces vi en Letralia las bases del Premio Solar y me di cuenta de que tenía tiempo para enviarla allí”.

Dolande lo asistió en la preparación del paquete y lo acompañó al correo. Nuevo obstáculo: las oficinas del correo habían sido mudadas y nadie sabía la dirección. Cuando al final descubrieron que se encontraban en el sector de Caña de Azúcar, en Maracay, el sitio estaba cerrado. “La burocracia”, sentencia Maicán. “Nos dijeron simplemente: Véngase otro día. Decidí no enviarla por esa vía. Fui a un servicio privado y cuando me dijeron el precio del envío, me faltaban como quince bolívares. ¿Será que no me va a convenir enviar la novela?, empecé a pensar”.

Esa noche, continúa, llegó a su casa bastante decepcionado. “Pero menos mal que no había podido enviarla. Una última revisión de las bases, esa noche, me hizo caer en la cuenta de que la había impreso en un tamaño equivocado de letra. Y, como sé que hay jurados estrictos, tuve que volverla a imprimir. Pero me había quedado completamente sin dinero después de tantas copias. Me endeudé con mi madre, que me prestó el dinero para que pudiera enviarla por un servicio privado. Ahora podré pagarle”, concluye sonriente en medio de su propio final feliz.