Letras
Poemas

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Un hombre que ha buscado su casa
por más de un continente
durante más de una década;
que ha permanecido sin ver a su familia
durante años,
a sus amigos, durante años,
ha llegado a mí.
No hemos gastado palabras.
Le he dado el único beso que me importa
y se lo he dado entero.

 


 

Guardo tus cartas en un ataúd
en aquella, la habitación de mi infancia,
de la que me separa
todo un laberinto de telarañas.
No hay sangre azul, no hay regreso.
Mi rostro sangra sonrisas.
Vuelvo a mi mundo terrenal,
donde ningún girasol sobrevive.

 


 

Anna

Dices que mi nombre debiera escribirse con dos enes
como las protagonistas de las películas de Bergman,
de Theo Angelopoulos.
Dices que desde que me encontraste me llamas así,
que me nombras muy despacio, deteniéndote
en el centro
justo, de la palabra.
Que nadie puede notar la diferencia,
y que es así, como viven los secretos.

 


 

A veces dejo un lado libre en nuestra cama
por si regresas
cualquier noche en que no importe estar desnuda.
No estás.
Yo sigo buscando árboles.
Podré perderme en un bosque algún día
cuando no quiera ser más.

 


 

De pronto un día empezaste a odiar a todas las madres
tú que no querías odiar,
que no crees en la venganza, ni en los gritos.
Que no quieres creer ni en la verdad.
Que la niegas.
Por qué no haber elegido ser invertebrado,
impermeable, inaccesible
para que nada, nadie,
pudiera tocarte jamás. Romperte.
Partirte,
como lo estás ahora, derruido.
Por qué no haber elegido.

 


 

Era demasiado mayor cuando descubrí la nieve,
el frío, la vastedad, los bosques solos,
el miedo al blanco.

 


 

Si soy un enfermo,
o si estamos enfermos, no importa ya.
Alguna vez creí tener una cura oculta
pero sé que no existe más que esto,
esta habitación, las notas
tus vestidos en el ropero,
algún cuadro, una foto,
tu dolor, que no encuentra reposo que te salve,
mi dolor, al que no quieres acostumbrarte,
ese disco que no se cansa de decirnos
lo que somos y lo que seremos
aunque vayamos y hagamos lo que sea.
Tú, pidiendo auxilio,
tú en todos los caminos, tú de todas las formas,
en todos los cuerpos, tú, en broma y en serio,
suplicándome que me cure y te sane pronto.
Tú, que tienes miedo, que tienes tanto miedo,
que tienes más miedo aun.
Que sabes que me quieres,
que no quieres querer a un enfermo terminal
que como tú, se muere,
y que te coge de la mano
y te arrastra y te lleva adonde siempre estás.

 


 

Quiero tener el suficiente amor
para que Dios no me importe,
que un beso de aquellos viejos
no malgaste mi dolor.
Yo, en trozos, fui lluvia de piedras
sobre las islas peregrinas que me habitaron.
Supo arrancarlo, he sido.
ya se han ido todos los que creen en el adiós.

 


 

Hubo una época de derrochar
Cuando creía en el exceso
Y prodigaba y desperdigaba
Siempre en plural
Besos a doquier,
Tibios, alegres, altruistas.

Llegó después la época de morder,
De arrancar a jirones lo que quería,
Tragarme cartas enteras,
Exámenes, ramos de flores,
Morder para tatuar
A quien temía las agujas,
Ahogar así los gritos.

Después noté que me agotaba
Vino la medición y la cautela.
Di únicos besos,
A un libro, a la arena,
A mi madre, al disco que me curó,
A ti.