Letras
Lic. Juan Pérez

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El Licenciado Juan Pérez se sentó en la mesa de la cocina a las 6:40 con una humeante taza de café en una mano y el diario, lleno de verdades listas para ser leídas, en la otra. No se movería de la mesa del desayuno hasta terminar de leer su periódico por miedo a que se le escapara alguna noticia importante: nada era más odioso que una persona mal informada.

Como todos los días, la primera sección que abrió fue la de Justicia, esperando leer una cobertura del caso en el que llevaba toda la semana participando y que se había resuelto el día anterior con un trato bastante favorable para el cliente del Lic. Pérez. Se sorprendió al encontrarse, no con su nombre ensalzado en uno de los artículos, sino con una foto suya, siendo escoltado fuera de su domicilio por dos policías. Debajo de la foto, el título leía:

“Abogado arrestado por asesinato: mata a vecino”.

El Lic. Juan Pérez se levantó de la mesa y se asomó por la ventana de la cocina. Su vecino, que había salido en ropa interior a recoger el periódico, lo saludó con una sonrisa antes de regresar al interior de su casa, que ya necesitaba una buena mano de pintura. El Lic. Pérez volvió a echarle una mirada al periódico para asegurarse que había leído bien. Sí: él, Juan Pérez, sería arrestado a las 10:40 horas de ese mismo día por asesinar a su vecino y a la esposa de éste. Eso significaba que tampoco iría al trabajo, o no le daría tiempo de regresar a su casa para que lo arrestaran.

En vez de sentarse a tomarse el café que ya comenzaba a enfriarse, se dirigió a su habitación, donde guardaba una pistola en caso de emergencia. La sacó de la mesita de noche y comprobó que estuviera cargada y que fuera del calibre correcto, el que se mencionaba en el artículo del periódico. Regresó a la cocina y releyó el artículo completo dos veces para estar seguro que no se equivocaría a la hora de cometer el asesinato.

El artículo especificaba que el Lic. Juan Pérez había entrado en la casa de sus vecinos la mañana del 2 de julio, entre las siete y las ocho de la mañana, y había disparado a quemarropa, primero contra la mujer y luego contra su marido. Ambos habían muerto instantáneamente de heridas a la cabeza. El motivo del doble asesinato era aún desconocido, pues al momento de la redacción todavía no habían conseguido la declaración del Lic. Juan Pérez.

Asegurándose que era ya el 2 de junio, el Lic. Juan Pérez esperó a que dieran las siete y salió de su casa por la puerta trasera. Saltó la corta barda que separaba su jardín del de los vecinos y entró por la cocina para llamar la atención lo menos posible. Lo último que quería era que alguien lo interrumpiera y entonces le saliera mal.

Encontró al matrimonio desayunando quesadillas en la cocina, y al principio ninguno de los dos se dio cuenta que el Lic. Juan Pérez había entrado. Siguiendo las instrucciones del artículo, el Lic. Pérez disparó primero contra la mujer y luego descargó otro par de balas en las sienes del atónito hombre. Ni siquiera tuvo que preocuparse por apuntar bien antes de disparar: la verdad estuvo de su lado e impidió que fallara. Ambos cayeron sobre la mesa de la cocina, remojando las quesadillas del desayuno en sangre.

Consumado el hecho, el Lic. Pérez regresó a su casa y encontró, enfadado, que su café ya se había enfriado. Antes de volver a calentarlo, miró de nuevo su fotografía en el periódico y se dio cuenta de que, con las prisas de la mañana, se había puesto la camisa equivocada. Lo arrestarían usando una camisa azul, y él se había puesto una blanca. Mientras su café daba vueltas en el microondas, el Lic. Pérez subió a cambiarse.