Letras
Poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Corto el queso y el pan

Un trago de cerveza
yendo por mi faringe hacia la sangre
que se desinhibía
sencilla y peligrosamente;
insistí en cultivar,
                              entre otras cosas:
los huecos de mi ocio
a la sombra de un beso voluptuoso
y a la mesa del pan con vino tinto,
el mundo de mis voces
mudas en los pezones de la electa,
el fruto del pecado
que injertara las palabras en renglones torcidos,
entre las piernas y entre las mordidas.

Entro en mi casa y me recuesto,
trato de no pensar, de no decapitarme,
de no mover la mente inconcebible;
—le doy un trago a la cerveza—
quiero que mis neuronas memoricen
sus poros excitables, sus gemidos
reciclables, el candor de su alma;
no quiero los recuerdos, ni el olvido,
ni relatividad en la teoría,
ni siquiera un habano de Matanzas.

Me acurrucaré bajo la cama
a soñar tan desaforadamente
que me levante a realizar el sueño
con la cabeza entre sus muslos firmes
y los efectos terapeutizables
y la interpretación descabellada,
en el diván o con ella y su encanto
que me eche en cara mis verdades
aunque luego no sepa dónde vivo.

La botella de cerveza está muerta.

 

Octaedro

Frases cúbicas, ideas
refractarias a su peso de fractal.
Julián Herbert

Gota a gota la sangre de la frase
en carne viva, negra y desgarrada
que trato de pasar al otro lado
de otro modo y sin fe
en la suma perfecta de las partes.

Cúbica mi razón iluminada
por corazones lógicos
que el Corazón no entiende,
ni siquiera en los glóbulos fractales
y menos en las venas paralelas,
y jamás en la frente de los lóbulos doctos
cuando uso el teorema de Pitágoras
o la interpretación de los sueños.

Esférico el dolor atragantado
en el cogote y en el viento
del cuerpo vivo de las frustraciones,
de la impotencia, de las frases duras
que me ablandan despacio, sin romperme
la osamenta del alma refractaria.

 

Yo y el sol

No tapo el sol con letras
ni con puntos ni comas
ni aun con el silencio,

tapo mis partes nobles,
sus traumas pesarosos
y mis incertidumbres
con gritos viscerales
y entrañas desastrosas
mientras paso saliva.

La irradiación solar
exhibe su paréntesis,
sus lamentos nucleares;
me expongo a su calor,
a su distancia exacta
y su monstruosidad,
me exhibo con la piel,
con mis inhibiciones
y expectativas dúctiles
mientras tiemblo de gusto.

Yo y el sol somos uno
en los renglones retorcidos
de la gravedad básica.