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Jane AustenJane Austen en nuestros días

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Para mis amigas Gina C., Gina L. y Paola, porque Jane creyó y luego ella misma lo hizo posible.

“El estuche es ahora bien diferente —prosigue la buena dama—, continúa siendo un atizador, pero al que todo el mundo teme... ¡Un ingenio, una delineante del carácter, que no habla, es sin duda temible!”.
Prólogo de Emma (texto incluido en The Common Reader, colección de ensayos escritos por Virginia Woolf).

El mundo de las mujeres de hoy es, tal vez, el que Jane Austen soñó para sí durante la época que le correspondió vivir, en tiempos de la Regencia británica. Un mundo en el que la mujer pudiera ir más allá de la casa paternal a la marital, completando una educación que no se limitara a desarrollar los “talentos” que hacían de una joven elegible para casarse; y dotada de libertad para ir y venir a su antojo. Años más tarde, Henry James también pondría a sus personajes de Las bostonianas a soñar de manera más ambiciosa con ese mundo, reclamando para ellas derechos ciudadanos y mayores garantías individuales.

Nos encontramos en una era en la que hay, sin duda, todo un terreno ganado para la igualdad de la mujer; sin embargo, vemos que todavía parece que algunas de ellas viven en condiciones semejantes a las heroínas de estas novelas e, incluso, de su autora. Nos atrevemos a considerar lo anterior, la razón por la cual su obra sigue siendo tan leída y llevada a la pantalla, tanto en películas como en miniseries de la talla de The Complete Jane Austen, trasmitida este año por el canal de televisión pública norteamericana PBS. Las preocupaciones de las heroínas de ficción no están muy lejos, en su contexto, de los interrogantes que en determinado momento asaltan a sus hermanas de género hoy día: el amor, la situación socioeconómica, la formación intelectual; pero, ponderando nuevamente por encima de las anteriores, los asuntos del corazón. Tomamos este fragmento de Emma para cuestionar si una conversación de esta naturaleza podría estar teniendo lugar en este mismo momento:

(Emma Woodhouse hablando con Harriet Smith:)

—...¡Pobre de mí!, pero ¿qué va a hacer usted? ¿A qué se va a dedicar cuando sea vieja?

—Si me conozco a mí misma, Harriet, mi mente es activa y laboriosa, con muchos recursos independientes; y no comprendo por qué iba a necesitar más ocupación a los cuarenta o cincuenta años que a los veintiuno. Las ocupaciones habituales de los ojos y de las manos de la mujer me seguirán tan abiertas entonces como ahora, o, sin variación importante. Si dibujo menos, leeré más; si abandono la música, me dedicaré a tejer alfombras. Y en cuanto a los objetos de interés, objetos de afecto, que es en realidad el gran punto de inferioridad, y cuya falta es realmente el gran mal que hay que evitar al no casarse, estaré de sobra bien, con todos los hijos de una hermana a quien quiero tanto, para preocuparme de eso. Habrá bastantes de ellos, con toda probabilidad, para proporcionar toda clase de sensaciones que necesite la vida en decadencia.

No cabe la menor duda de que lo que no preocupa a Emma, era una prolongación de lo que no preocupó a la misma Jane una vez pudo sobreponerse de sus propias tribulaciones. Porque, aunque parezca increíble, ella, quien fuera llamada un “ejemplar de dicha célibe”, la misma mujer que compartía sus cuitas tan sólo con su hermana mayor Cassandra, también amó; y no de la manera como se quiere aparecer en la película La joven Jane Austen (Becoming Jane), llena de lágrimas y resignación ante su infortunio sentimental. Se dice que el no tener ataduras de ningún tipo la dotó de una mirada objetiva para dilucidar esta clase de asuntos. Pero, desde su cuna en la Rectoría de Steventon, donde nació un dieciséis de diciembre, parecía que un hada la hubiese bendecido con el don de poder ver el mundo y plasmarlo a través de las letras, con ironía y sincero realismo. Nos quedan seis novelas u otras obras inconclusas por su temprana desaparición. Nadie para hacer de lo cotidiano, lo simple o hasta lo frívolo y banal, algo memorable:

—...Sin embargo, eso no se aplica a la señorita Bates; esa es únicamente de demasiado buen carácter y demasiado tonta para venirme bien; pero en general es muy al gusto de todo el mundo, aunque sola y aunque pobre. La pobreza, ciertamente, no le ha encogido el ánimo, creo realmente que si no tuviera más que un chelín en el mundo, muy probablemente regalaría seis peniques de él; y nadie la teme, ese es su gran encanto.

Jane, descrita por Virginia Woolf como “encantadora, pero perpendicular, amada en casa, pero temida por los extraños, de lengua mordaz pero de corazón tierno...”, vio limitada su carrera de escritora por su corta existencia. Nos preguntamos qué más hubiese logrado de no haber contraído la enfermedad de Addison que la llevó a la tumba con tan sólo cuarenta y dos años, los cuales en nuestros días se consideran una prolongación de la juventud. Crearía más personajes memorables y quizá intentaría para ellos un final diferente a la consabida boda de sus protagonistas, las cuales se pueden trasladar hasta este siglo al encontrarnos en la cotidianidad con mujeres que comparten sus mismos rasgos de carácter: Ellinor Dashwood afronta la adversidad a consecuencia del fallecimiento paterno, convirtiéndose en cabeza de hogar, poniendo en segundo plano sus propios intereses. Independiente y despierta, Elizabeth Bennet cuestiona las rígidas costumbres de la sociedad, alegando: “No tenemos institutriz, todo lo hacemos por nosotros mismos”. La huérfana Fanny Price, quien logra casarse con el amor de su vida, pese a las marcadas diferencias de clases sociales imperantes en Mansfield Park. Ya hemos mencionado a Emma Woodhouse, modelo de mujer dueña de pensamientos discrepantes de los tradicionales, para los cuales se estaba destinada a ser esposa, madre, y nada más. La Emma de hace más de una centuria se transforma, en los años noventa, en Cher Horowitz, esa mimada adolescente de Beverly Hills que “es tan quisquillosa con sus zapatos, y eso que son para sus pies...”, antes de entregarse en cuerpo y alma a cualquier desaliñado espécimen masculino de la Generación X, en la adaptación de la historia para el filme Clueless (Ni idea). Fanática de las novelas góticas, Catherine Morland descubrirá que la realidad es más inquietante y mucho más cruda que la lectura de Los Misterios de Udolfo; siendo el desamor más mortífero que la aparición de presuntos vampiros y fantasmas habitantes de la Abadía de Northanger.

“Persuasión”, de Jane AustenPero es Ann Elliot, personaje principal de Persuasión, su última novela considerada como una obra de transición, el personaje mejor logrado por la autora. Ann es la clásica “underdog” (desvalida), la mujercita timorata y subestimada, a quien relegan los miembros de su familia; blanco de habladurías de sus conocidos por haber alcanzado cierta edad, privada de fortuna y sin haberse casado. Acostumbrada al trabajo duro en el hogar, a cuidar enfermos, lista para caminar con botas gruesas en el barro, no contaba con quien compartiera con ella un paraguas para protegerse de la lluvia torrencial que la atrapa fuera de casa; para colmo, ignora ser parte de la estratagema de un calavera que pretende aprovecharse de ella para concretar su maquinación que le permita evitar la ruina y el descrédito. No obstante, había quienes la apreciaban por sus cualidades, por encima de los malévolos juicios ajenos. Al final, Ann se sale con la suya y reivindica su derecho a la felicidad con el hombre al que nunca olvidó. Lo convence de darse una oportunidad para amarse, sin tener en cuenta cuántos años hubiesen pasado, ignorando que la primera juventud les abandonara tiempo atrás, y se sube al barco del que una vez se dijo jamás llevaría a una mujer como tripulante. Fue consciente de que la suerte hay que crearla, es por eso que aprovecha el instante en que la oportunidad se presenta, desterrando temores y sin pensar en el qué dirán. Un siglo antes de la difusión masiva de las premisas de psicólogos y libros de autoayuda pregonando acerca del amor hacia uno mismo, la autovaloración y la sana autoestima; una mujer valiente toma en sus manos las riendas de su vida y apuesta todo a su felicidad, con un coraje basado en la fe, y una inteligencia que la lleva a actuar con tal discreción que deja a más de uno con la boca abierta, lo cual lleva a celebrar su triunfo con mayor júbilo. Luego Jane muere. Nos hubiese gustado saber que para ella también hubo una oportunidad, ya que era joven y talentosa, no “la mariposa cazamaridos más bonita, boba y afectada” de cuantas pudiera recordar Mary Russell Mitford, novelista y dramaturga que conoció cuando era una muchacha, a la séptima hija del reverendo George Austen y su esposa Cassandra Leigh; gentes cultas y estimadas, pero carentes de grandes medios económicos. Al morir su padre, al igual que las hermanas Ellinor y Marianne, deben retirarse a una casa más modesta, quedando atenidas a la manutención que les brindaban los hermanos varones y a una pequeña pensión que le legara el prometido muerto a la hermana mayor, también soltera. No era bien visto que una dama ganara su propio peculio, ni siquiera para sostenerse al no contar con herencias y rentas. Esto lleva a que en las publicaciones de sus novelas apareciera “By a Lady” por toda mención de la identidad de su creadora. Tampoco contaba ésta con gran visión para los negocios, por lo que no obtuvo una gran fortuna de las transacciones hechas con los editores. Esa falta de dinero, las privaciones impuestas por un revés económico a veces infranqueables por su condición de mujeres en una época que no brindaba mayores opciones aceptables dentro de los convencionalismos que las regían, hacen del matrimonio una tabla de salvación para salir a flote de la escasez, tanto para hombres y mujeres; incluso a costa de sus convicciones, ideales o principios morales. Este recurso no era de fácil acceso para algunos, debido a la falta de posibilidades para mejorar el nivel de vida de la época, en la que se necesitaba más que una cara hermosa para ascender de clase. Es común ver en las diferentes novelas los compromisos ocultos y las bodas luego de sortear mil obstáculos, al presentarse desigualdad financiera o social entre los contrayentes. En Sensatez y sentimientos, el personaje secundario Lucy Steele es agarrado de la nariz por su airada cuñada, arrojado a la calle mientras ésta la llama víbora, cuando revela su relación secreta con Edward Ferrars; debido a su condición de parienta pobre de los Middleton, familia que la acoge para mitigar las estrecheces de su propia casa.

Es en Orgullo y prejuicio donde más se aprecia claramente lo anteriormente expuesto. Según Wikipedia: “...Elizabeth Bennet, la protagonista, y su familia, pertenecen a una clase social media baja. Mr. Darcy y otros personajes como Mr. Bingley y Lady Catherine de Bourgh; son claros íconos de la burguesía del momento. La escritora busca romper estas barreras sociales, mostrándose reacia a la incapacidad de movilidad social típica de la época, y concluye con el matrimonio de los protagonistas, el contrato civil, y la fusión de clases”.

¿Sería ésta la manera en que Miss Austen sentaba su voz de protesta por su propio destino? ¿O, por el contrario, desde su rincón, se reía del mundo como se reía a los quince, edad en la escribió su primera obra, Love and “Freindship” (Amor y amistad)?

De los grandes escritores de lengua inglesa, hubo quienes no fueron seguidores de su estilo literario ni de su personalidad, como Charlotte Brontë y Mark Twain. Otros, como el Príncipe Regente en persona, disfrutaban con sus visitas y las dedicatorias de sus libros; y, autores como Rudyard Kipling, Truman Capote y su sobrina Catherine Hubback, eran rendidos admiradores de su figura. Esta última finalizó su obra corta Los Watsons, publicada bajo el título de The younger sister, a mediados del siglo XIX.

Las mujeres de hoy damos por sentadas muchas cosas que añoraron todos estos personajes de ficción, como un eco de los anhelos de todas aquellas que vivieron a finales del siglo XVIII y mediados del XIX: la autora, sus hermanas y tantas otras cuyas historias desconocemos. Sin embargo, resulta paradójico que aún persistan formas anacrónicas de discriminación hacia éstas. Peor aun, continúa veladamente la práctica de formas de exclusión y maltrato para coartar el libre ejercicio de su personalidad y desarrollo de sus potencialidades.

Todavía vemos mujeres que ganan menos que sus compañeros de trabajo, en razón de su género, o sometidas a la dependencia económica que les impide completar una formación profesional y acceder a ser productivas económicamente. Pero, lo más desconcertante y triste de todo, es ver con impotencia que a diario se presenten casos de violaciones y muertes de mujeres víctimas de abuso doméstico que no son denunciados.

¿Qué pensaría y escribiría Jane en nuestro tiempo? ¿Podríamos considerar que sus luchas se encuentran ganadas? Leerla nos lleva a cuestionarnos acerca de qué se necesita realmente para realizarse como mujer, trascendiendo los atributos superficiales en los que se cree falsamente radica la felicidad, incluso en tiempos como éste, en los que la soledad y la angustia no logran ser mitigados con ningún avance tecnológico u objeto de consumo. Sin embargo, como ella, pese a tantas decepciones, no hay que dejar de soñar y de creer, sobre todo en una misma. Es la manera de hacer posible lo que perseguimos y nos mantiene con vida.

 

Bibliografía

  • Austen, Jane. Emma, prólogo de Virginia Woolf. De Bolsillo. Barcelona. Mayo de 2007. Pp. 8, 10, 11, 111, 112.

 

Otras fuentes consultadas:

  • Wikipedia, La enciclopedia libre. Jane Austen. En: www.wikipedia.com.
  • The complete Jane Austen:
    • Persuasión: enero 13 de 2008.
    • Northanger Abbey (La Abadía de Northanger): enero 20 de 2008.
    • Mansfield Park: enero 27 de 2008.
    • Miss Austen Regrets (Los arrepentimientos de la señorita Austen): febrero 3 de 2008.
    • Pride and Prejudice (Orgullo y prejuicio): febrero 10, 17, 24 de 2008.
    • Emma: marzo 23 de 2008.
    • Sense and Sensibility (Sensatez y sentimientos): marzo 30 y abril 6 de 2008.
  • En: Masterpiece Theater, PBS. www.pbs.com.
  • Becoming Jane. La joven Jane Austen. En: www.youtube.com.